“Lo que duele no es el cuerno, lo que molesta es el cuchicheo” reza el estribillo de una bachata de popular audiencia en estos días.

Pareciera entonces que, mientras pueda mantenerse oculto el hecho y se maneje desde la intimidad el problema quizás no nos afecte. El rechinar de dientes ocurre cuando se hace de dominio público y todo el mundo se entera.

Por ejemplo: Si un político comete un hecho de corrupción, mientras no se ventila en los medios de comunicación, la cosa anda bien. Lo que molesta es el cuchicheo porque le expone ante el escrutinio público y deja en entredicho una imagen moral que posiblemente no tiene, pero que ha procurado vender.

Visto así entiendo que el cuchicheo debería molestar en cada episodio de la vida, en cada situación personal que se dilucida en público sin  guardarse la debida privacidad.

Sin embargo, mirando la realidad actual, he llegado a preguntarme si en verdad  molesta el cuchicheo ya que estamos en la sociedad del chisme alimentada por el morbo que se nos sirve a diario a través de los diferentes medios de comunicación o las redes sociales.

Hoy en día existen programas de farándula, o de opinión destinados al cuchicheo; espacios radiales y televisivos interesados en exponer a la luz pública situaciones personales de quienes se hacen llamar personas de “interés público”.

En la televisión y la radio cunden los espacios cuyo interés es el cuchicheo, no aportan nada de valor a la sociedad, su interés es promover la banalidad de la vida, el sin sentido, el vacio, el afán por el lucro y la belleza corporal de las figuras.

En esta sociedad se convierte en noticia cualquier disparate que haga o diga una persona famosa sobre todo si es artista. Recuerdo que un periódico de circulación nacional  publicó en primera plana que Madonna había llorado mirando una película.

Existen cantidades de páginas de internet que mantienen su vigencia en base a crear escándalos de artistas famosos para provocar que las personas las visiten. Consciente de la tendencia natural al chisme del ser humano se han popularizado los programas denominados talk shows destinados a inventar situaciones de mal gusto, pero ganan grandes porcentajes de audiencia.

Gracias al cuchicheo estamos ante una sociedad que presta mayor interés al divorcio de dos artistas que a los problemas de corrupción, que prefieren perder el tiempo averiguando con quien sale la artista del momento en vez de revelarse contra un sistema diseñado para la impunidad y aumentar la pobreza.

Nos importa más la orientación sexual de un diplomático o actor de cine que los problemas sociales que nos aquejan. La sociedad del cuchicheo es la sociedad del disparate.

Nunca como en esta época la vida había estado tan expuesta ni la privacidad tan invadida y en ocasiones con la anuencia de las mismas personas.

Los hechos que ameritan reflexión social y repudio de todo ciudadano escasamente saldrán en algún programa de investigación o algún medio digital con cierto criterio de independencia.

Esta es la sociedad del cuchicheo y por qué no, también del cuerno porque las dos cosas han pasado a formar parte de la esfera de la vida cotidiana por el morbo que encierran.

A veces pienso que en el fondo el cuchicheo puede molestar cuando lo que se diga no me aporte audiencia porque es un recurso que puede ser utilizado según convenga.

Concluyo que se ha hecho del cuchicheo el principal entretenimiento de la sociedad moderna convirtiéndolo en el circo que una élite política y empresarial  aprovechan para robarle el pan.