La dolorosa pasión del señor Jesucristo fue pobremente recordada durante la Semana Santa. En el transcurso de la semana mayor se sintió un ambiente de festejo y bacanal, propio de los días tradicionalmente festivos donde las personas optan por pasarla bien con sus familiares, amigos o conocidos de confianza, pero no en momentos de contemplación religiosa. Una gran parte de la población capitalina emigró al interior del país, para desde una zona lejana festejar lo que consideraban días vacacionales. Evidentemente la figura de Jesús fue la gran ausente en los pasados días de asueto, que antes de hacer honor a la memoria del sacrificio de Cristo, fue para muchos, como casi siempre, el pretexto idóneo para retirarse a vacacionar.

No obstante a aquella realidad, hubo algo que llamó particularmente la atención: la poca transmisión de programas o mensajes alusivos a Jesucristo y su crucifixión, en una semana donde por obviedad debe prestársele especial interés a dichos valores. Pero es que aquellas tradiciones se están perdiendo y las causas que originan días tan sagrados como los de la Semana Santa palidecen frente a un sinfín de cosas que nada tienen que ver con la conmemoración sacrosanta. Como consecuencia de los pasados días y no obstante a los esfuerzos de las autoridades por mantener un ambiente seguro para las personas, el COE informó sobre 33 muertes durante los días de recreación, reportándose un incremento de 3 muertes en comparación a las ocurridas en 2018.

Es evidente que cada año la época de Semana Santa se aparta cada vez más de su verdadera naturaleza; la cual es conmemorar la entrega, pasión, crucifixión y posterior resurrección del señor Jesucristo. Al menos en nuestro país el poco interés que despierta en la población laica la liturgia cristiana de la época es una cuestión de hecho, algo que, usualmente, se viene imponiendo. Sin embargo, en otros países, la separación de la Semana Mayor con el asueto de aquellos días es impuesta mediante una ley. En Toledo por ejemplo, la Semana Santa está declarada como Época de interés cultural y turístico regional, y en Uruguay se considera como Semana del Turismomediante una ley del año de 1919, normativa que seculariza las fiestas religiosas.

Aquel intento por secularizar la Semana Santa obedece, en mayor o menor grado, a la lucha por separar la fe de las actividades más básicas de las personas; característica presente mayormente en los países de cultura esencialmente cristiana. A aquel desinterés, o aquel intento por abandonar la fe es lo que la Biblia, en uno de sus textos, llama La apostasía de los últimos tiempos.

No es la primera vez en la historia que se intenta arrancar para siempre las costumbres cristianas de la vida de los hombres, sino que se tiene registro de dicha labor en otras épocas históricas y en episodios mundiales más violentos. Durante la Revolución Francesa, por ejemplo, se inició lo que en la historia se conoce como la descristianización de Francia, proceso que se caracterizó básicamente por la emisión de un conjunto de políticas tendentes a la destrucción de la práctica de la religión católica. En dicho proceso, no solo se limitaron las actividades cristianas, sino que se destruyeron físicamente muchas de las iglesias. Hoy día no se atacan directamente las estructuras físicas de los templos cristianos, pero sí parece estar en proceso toda una corriente de descristianización del mundo occidental. A ésta realidad se suman las constantes noticias de actos no solo indecorosos, sino también delictivos en los incurren tanto pastores como sacerdotes, cuestión ésta que merma, poco a poco, la fe de los creyentes.