El punto culminante y fundamental para una gobernanza efectiva en una democracia es la problemática de la legitimidad en las acciones y decisiones de los poderes públicos.

La legitimidad de los poderes públicos presupone su legalidad, esto es, su apego a las normas, lo que es lo mismo, a su compromiso con la existencia de un ordenamiento jurídico a través del cual se ejerce el Poder Político. Esto es lo que constituye que el hilo conductor de las acciones de estos poderes no deriven en meros instrumentos arbitrarios e impunes.

La legalidad es el primer peldaño para que una decisión pública sea legítima, esto es, para que sea reconocida por los ciudadanos como buena, genuina y válida. El control social que ha de existir entre gobernantes y gobernados, sólo cobra sentido cuando la legitimidad y la legalidad actúan en una verdadera correspondencia biunívoca; es decir, cuando el poder político actúa respetando las reglas de sus acciones con lo establecido en las instituciones y en la Constitución.

La legalidad y la legitimidad operando simétricamente y de manera axiomática, es lo que propicia en un Estado de Derecho la Confianza.

La Confianza como factor que lo transforma todo. La Confianza como mecanismo de Capital social. La Confianza que aglutina a los ciudadanos, a los gobernantes y gobernados, a generar una fuerza potencializadora capaz de derrotar cualquier adversidad, cualquier obstáculo económico, social y/o natural. La Confianza que expresa en esta era el Capital más importante para la interacción y retroacción entre todos los actores de una sociedad.

Las sociedades como entidades multidimensionales, como conjuntos complejos, requieren cada vez con más fuerza, más Confianza, más capital social positivo y propositivo. Ameritan de más actitudes y decisiones dialógicas y esto sólo es posible con la INSTITUCION de la Confianza.

La Confianza como un espacio en la construcción social de la realidad dominicana, como instrumento de intersubjetividad y objetividad, operando como conciencia histórica.

La Confianza que expresa y da sentido a la credibilidad, a la reputación, a la integridad, a la coherencia, a mantener los compromisos, a practicar la responsabilidad, a clarificar las expectativas, a la necesidad de hablar claro, a demostrar respeto y valor a la organización y a la sociedad a la que se debe, a crear cada día más transparencia en las acciones y decisiones.

Esa necesaria Confianza social coadyuva de manera significativa a rupturar los conflictos inevitables que se generan en toda interacción humana y societal; sobre todo, a neutralizar de manera más llevadera los conflictos disfuncionales que actores del poder político construyen con su falsa conciencia de su rol en la sociedad.

"La educación debe contribuir a la autoformación de la persona (aprender a asumir la condición humana, aprender a vivir) y aprender a convertirse en un ciudadano. Un ciudadano, en una democracia, se define por su solidaridad y su responsabilidad respecto de su patria, lo cual supone el arraigo en sí de su identidad nacional". (Edgar Morin: La mente bien ordenada).

La Confianza como INSTITUCION SOCIAL, que tenemos que desarrollar como sociedad, anula hoy y en el devenir toda posibilidad de mesianismo, de providencialismo y de neocaudillismo que avizoramos hoy. Para ello, tenemos que generar una Conciencia Cívica que no es más que la parte reflexiva y de responsabilidad por las instituciones y los intereses verdaderos de la sociedad, en sus problemas cardinales, esenciales.

Un líder de Confianza sólo puede existir a largo plazo en una sociedad, si existen valores, creencias, coherencia, mitos positivos alrededor de él que encarnen y expresen en cada contexto los intereses genuinos de la misma; más allá de toda manipulación, más allá de intereses particulares; más allá de todo condicionamiento instrumental.

La Confianza Social como INSTITUCION en la democracia asume un conjunto de principios y de valores que son los que guían de manera horizontal a gobernantes y gobernados. Este cuerpo de principios cardinales atraviesa necesariamente por el respeto a las leyes, por el impero de la LEY como único mecanismo de verdadero entendimiento y eje de articulación y relación impersonal, de convivencia y cohesión social.

La Confianza que necesitamos es la que trasciende todo diálogo personal aunque no anule a éste; es la que emerja del Código institucional, más allá de la sotana. Es la que al final de cuentas, nos lleva de manera previsible a saber lo que se hará y lo que pasará; más allá de toda decisión personal por encumbrado que sea la persona. Es la que nos dice lo que cada actor ha de hacer y tiene que hacerlo en la forma preescrita.

La Confianza institucional que necesitamos nos ayudará a no ver el pobre espectáculo de ayer, en el que parece que el ritmo de la historia no transcurre y que el eco de muchos diputados y senadores se constituye en eslabones perdidos hacia un esfuerzo sin esfuerzo de una perfidia de ignominia.

¡Esa necesaria confianza social atraviesa por una nueva forma de conciencia colectiva que producirá ineludiblemente nuevas acciones colectivas, preludio y antesala de una mejor sociedad!