El 11 de julio tuvieron lugar protestas espontáneas y sin un liderazgo que se pudiera identificar en unas cincuenta ciudades y pueblos cubanos para evidenciar la gran insatisfacción de la población. Hace 27 años, bajo Fidel Castro, tuvo lugar el “maleconaso”, otra protesta, pero que se limitó a La Habana, ya que entonces no existía el Internet y que ahora facilita a la oposición conectarse a nivel nacional e internacional. Lo de este julio no se había visto desde las protestas contra el régimen de Machado de 1933.
Las causas por esta insatisfacción generalizada son varias. Faltan divisas para poder importar comida y medicinas, pues, por un lado, la pandemia mundial, al igual que en Santo Domingo, ha reducido la cantidad de turistas. Por otro lado y a diferencia del caso dominicano donde las remesas han aumentado por los subsidios laborales otorgados por el gobierno norteamericano, Trump impuso a Cuba limitaciones a la cantidad de remesas por familia y aunque Biden durante su campaña electoral prometió eliminar esas restricciones no lo ha hecho hasta ahora. En todo esto está influyendo el importante voto “bisagra” del Estado de la Florida. Otra vez la política internacional americana depende en mucho de la doméstica.
Venezuela con sus grandes problemas tan solo está enviando a Cuba la mitad del petróleo que acostumbraba y eso está provocando apagones. La pandemia, al igual que en nuestro país, tiene un impacto extraordinario, excepto de que en Cuba todavía no está disponible su vacuna doméstica y muchos de sus médicos prestan servicios en el extranjero, por lo que combatirla se dificulta mucho.
La esperada y justificada unificación cambiaria cubana que elimina los dos valores de una misma moneda ya se ha dado y, al igual que nuestra unificación cambiaria de 1984, su efecto negativo inmediato es mayor inflación, aunque pronto surgen los efectos positivos en términos de estímulos a un mayor turismo y zonas francas. El resultado ha sido gran escasez de comida y medicinas, inflación generalizada, apagones y gente muriendo por la pandemia.
A pesar del ya cansado alegato de las autoridades cubanas, el embargo comercial norteamericano no afecta mucho la crisis actual y mucha de la comida cubana es importada desde Norteamérica.
No hay que subestimar el hecho de que la existencia del Internet facilitó estas manifestaciones por toda la isla. Obama inició esa apertura. Habían “puntos calientes” en La Habana desde donde se podía usar el internet, pero desde diciembre de 2018 este servicio está disponible en Cuba en forma generalizada. Las redes sociales, al igual que en nuestro país, tienen un enorme impacto social por todo el territorio cubano y por eso es que su gobierno, para aplacar las manifestaciones tumbó el Internet. La oposición utiliza el “hashtag”, “Facebook” y “Whatssap”. “Hacer una directa” quiere decir emitir en vivo. Ya un 40% de la población cubana está conectada a Internet a través de sus móviles y el propósito de la oposición es “hackear” la revolución. En Estados Unidos algunos proponen colocar satélites sobre Cuba para impedir que ese “tumbe” pueda seguir ocurriendo.
Las manifestaciones artísticas también han influido mucho en las protestas. La canción “Patria y vida”, que contrasta con el estribillo revolucionario de “Patria o muerte”, hace recordar cómo en el Báltico canciones contribuyeron a tumbar los regímenes comunistas.
La actual nomenclatura cubana, encabezada por Diaz Canel y con la familia Castro ausente, carece de carisma político. Para detener las manifestaciones se tuvo que lanzar a las calles a la policía, por primera vez con uniformes negros que recuerdan a los de los fascistas italianos y colocar a policías secretos vestidos de civil entre los manifestantes, para capturarlos.
La gran pregunta es si, al igual que en Europa del Este, estas manifestaciones serán imparables o, al igual que en Myanmar y China, pueden ser controladas por la fuerza bruta.