Desde hace bastante tiempo unos pocos economistas dominicanos veníamos exponiendo algunas quejas respecto al modelo de crecimiento seguido, pero eso no parecía inquietar a mucha gente hasta recientemente, cuando ha comenzado a ser expuesto y discutido ampliamente por expertos, consultores, investigadores y centros de estudios del exterior, algunos contratados por el  mismo gobierno.

Gran parte de la insatisfacción que genera el crecimiento dominicano es que se caracteriza por su tendencia hacia el déficit externo, falta de competitividad productiva, incremento del producto basado en los llamados sectores no transables  (los que no están expuestos a la competencia internacional) como la construcción, el comercio, las comunicaciones, las finanzas y múltiples servicios como el cuidado personal, motochocho, juegos de azar, etc.

Que muchas de estas actividades se caracterizan por la informalidad, y que los sectores económicos formales generan muy poco empleo, de modo que el incremento de la fuerza laboral es crecientemente absorbido por el sector informal. A su vez, hay queja de que, pese al alto crecimiento, los salarios reales en vez de mejorar lo que hacen es bajar, un caso extraño en la historia económica, y que el modelo no reduce la pobreza. A todo ello se une un Estado infuncional y corrupto, carente de confianza, por su incapacidad para proveer los servicios sociales y los bienes públicos (de uso común) que demanda la sociedad.

Pero hay algunos que están muy satisfechos con el desempeño económico y dicen que, si el PIB crece con estabilidad macroeconómica, eso es lo que vale y todo lo demás es poesía (usando el término peyorativamente). Por tanto, el modelo está muy bien así.

Una de las características más visibles del modelo seguido hasta ahora es la apreciación cambiaria real a largo plazo. Y es evidente que uno de los cambios comienza por remediar ordenadamente eso. Entre los que se resisten al cambio, se usa el argumento de que una depreciación gradual de la moneda equivaldría a caída del salario real.

No es extraño que se escuche una opinión así como parte del lenguaje coloquial entre no expertos, pero para nuestra sorpresa, la misma tiene bastante eco entre economistas profesionales. Lamentablemente están equivocados: lo que empobrece a la gente es la inflación, no la depreciación de la moneda. Si fuéramos a admitir que es la devaluación la que empobrece a los trabajadores, entonces también admitiríamos que la revaluación los mejora. En tal sentido, bastaría con aplicar una política persistente de mantener bajo el dólar, justamente lo contrario de lo que hacen los países que se ocupan del bienestar de su gente.

En los últimos doce meses, el país acumula una inflación de 7.61%, pero la moneda se ha devaluado en sólo 3.38%. Más todavía, en los últimos dos años los precios han subido en un 15.6%, y el dólar en un 5.34%. Entonces vamos a plantearlo seriamente: ¿qué fue lo que impactó el salario real, la inflación o la devaluación?

Mucha gente cree que es  lo mismo. Probablemente la confusión, muy asentada en la psiquis de los dominicanos, se debe a los esporádicos períodos de inestabilidad que se han vivido, en los cuales ha habido fuertes devaluaciones y aguda inflación, haciendo que la gente confunda una cosa con la otra. Y obviamente, en esos casos el problema ha sido la inestabilidad, y eso sí es malo para todo el mundo, no sólo para la clase trabajadora.

En épocas de relativa estabilidad, de lo que hay que preocuparse es de la inflación, porque eso es lo que empobrece a la gente. Si devaluación e inflación fueran la misma cosa, tanto el índice de precios como el dólar se moverían siempre al mismo ritmo y en la misma dirección, por lo que nunca habría apreciación cambiaria real.

Y cualquier variable calculada en dólares, tendría el mismo comportamiento que expresada en términos reales. Nunca se vería lo que ilustra el gráfico adjunto que, mientras los salarios medios de la economía han subido cuando se expresan en dólares, se han deteriorado cuando se miden en términos reales, es decir, cuando se deflactan por el índice de precios. Ahora los trabajadores ganan más dólares, pero se han empobrecido porque los pesos que ganan les alcanzan para comprar menos. Ese es el punto.