El 3 de mayo de 1937 se anunció en la prensa que sería distinguida con el prestigioso premio Pulitzer la escritora Margaret Mitchell por su famosa obra “Lo que el viento se llevó”. Una gran parte del libro lo escribió mientras sanaba de una lesión en su tobillo. Fue ese mayo que la autora entendió la trascendencia de su obra a nivel internacional y que pasaría a la historia de la literatura, generación tras generación. En el nombre de su obra es que está inspirado el título de este fragmento digital con mis letras.

Fanático en serio…

Antes me molestaba el hecho de que era difícil encontrar personas que le interesaran los temas sociales, políticos, de buena administración. Siempre decían que eran temas aburridos, controversiales o simplemente de mucha densidad para una conversación casual. Para ese entonces consideraba a esos desinteresados, indolentes de la realidad social de la República Dominicana y apáticos ante la posibilidad de construir una alternativa y romper con ‘lo que hay’. Sí, pequé de ser intolerante y prejuiciada en aquel entonces; y creo que aún lo hago inconscientemente.

Crecí y con el tiempo he aprendido que al dominicano/a le gusta hablar más de política de lo que yo pensaba, aunque no entienda un carajo de lo que dice. Es apasionado sin saber de donde proviene su pasión, y le encanta repetir información aunque no la haya recibido de primera mano (#confieso que me pasa con el Licey). En consecuencia, aquel que sea más vivo con la palabra y los medios de comunicación tiene todas las de ganar en nuestro país de ingenuos y víctimas de la mala calidad de la educación. Esa poca profundidad genera en mí una sensación que baila entre pena y rabia que debo domar para eludir el destino infalible: la frustración.

“Hasta que no pase el 20 de mayo”…

Hoy escucho una y otra vez la frase: “hasta que no pase el 20 de mayo”, condicionando la vuelta a la normalidad a la fecha de las elecciones presidenciales de la media isla de ensueño. Sin saber lo que esto significa, esta frase se ha vuelto en un estilo de vida para justificar la vagancia y la poca atención que le presta el Estado a la economía en tiempos de campaña electoral. Escucho esa frase en las instituciones públicas, en las organizaciones sin fines de lucro, en reuniones con altos ejecutivos de las principales entidades financieras, en las peñas de deudores de impuestos, entre los jóvenes, los organismos internacionales, etc. Hasta la masa de realengos que desfila por mi casa murmura la frase. Son pocos los que no concuerdan de que el país, en gran medida, está en ‘pausa’. Muchos pueden confundir esa ‘pausa’ con crisis personal, profesional e incluso generacional. Todas las anteriores son una epidemia ineludible, sin embargo no podemos mezclar una con la otra: antes y después del 20 de mayo el país debe seguir funcionando, por eso la importancia de la institucionalidad y la planificación financiera de un Estado.

Lo que se llevó…

El 20 de mayo se ha llevado muchas cosas y aún no llega. Se llevó el dinamismo legislativo, el trabajo de muchos funcionarios públicos, la decencia de los candidatos, dinero del Estado, dinero de los empresarios, dinero de los narcotraficantes, la indiferencia de los personajes políticos en las redes sociales, la apatía de los administradores y congresistas en sus comunidades y se llevó los casos de corrupción denunciados de los últimos 3 años. El 20 de mayo se llevó la unión de los partidos, el pegamento de las alianzas, el respeto a la privacidad, las estrategias políticas basadas en principios, la idea de ganar elecciones dignamente, el trabajo diplomático, la reputación y prestigio de la observación electoral por parte de la sociedad civil y se llevó los consensos interinstitucionales y sectoriales.

Me pregunto quién es Scarlett O’Hara en esta historia: ¿la democracia o el pueblo?