Si no amara al Catolicismo como religión,

lo amaría como la más hermosa fábula

imaginada hasta hoy por el hombre.

      J. Balaguer.

Hasta ayer era un inquebrantable abanderado de la soberana facultad que tienen los seres humanos de tomar decisiones, pero luego de leer a Spinoza la firmeza se ha relajado un poco. Dijo esto: El hombre no tiene libre albedrío, libertad de elegir, pues él es una parte de la naturaleza y por lo tanto sujeto a su red causal. Nada en la naturaleza, incluyéndonos a nosotros mismos, puede simplemente decidir por que sí, e iniciar determinada acción.

Y continúa de esta guisa: No puede haber ningún dominio -el hombre- separado dentro de un dominio global-el mundo-. Quiero decir, que dado que el hombre en todos los sentidos es una parte de la naturaleza es incorrecto pensar que el hombre interrumpe, más bien, sigue el orden de todo lo natural. Es un desatino pensar que tiene libre albedrío. Todo lo que hacemos está determinado por causas exteriores e interiores. Dios no eligió a la Humanidad para que fuera especial, para que estuviera fuera de las leyes de la naturaleza.

Termina esta argumentación así: esta idea -la del albedrío- no tiene nada que ver con el orden natural sino que proviene de nuestra profunda necesidad de ser especiales, de ser imperecederos. Al leer estas observaciones cerré el libro pensando en su tremenda significación y dimensión, así como de su certeza al indicar que sólo nuestra supuesta supremacía con respeto a los animales, plantas y los elementos, nos hace pensar que somos únicos y estar al margen de las leyes, como el Peregrino en Puerto Plata.

Al igual que Epicuro, Spinoza repetía lo siguiente: No hay ninguna vida después de la muerte y no debemos temer nada de los Dioses después de la muerte. La vida y la muerte nunca podrán coexistir; donde está la vida, la muerte no está y donde está la muerte, la vida no está. El estado de no ser después de la muerte es idéntico a la situación de no ser antes del nacimiento. Si tenemos miedo a la muerte, éste se atenúa si pensamos en este estado anterior antes del nacimiento.

Reforzaba este juicio suyo de esta suerte: Esta vida es todo lo que tenemos. Es contrario a la razón pensar que nosotros, tal como somos hoy, perduraremos después de la muerte. El cuerpo y la mente son dos aspectos separados de la misma persona. La mente no puede persistir después de que el cuerpo muere. Todo lo que se opone a esto se llama “Las sagradas escrituras” que son en realidad opiniones humanas, nada que ver con las leyes de la naturaleza que son inmutables, eternas, definitivas. Un cuerpo descompuesto, devuelto al polvo no puede volver a ser reconstruido . Polvo eres y en polvo te convertirás.

Finaliza esta idea como sigue: La vida después de la muerte, los premios a la virtud y los castigos a la transgresión de la Palabra son los garrotes tradicionales empleados por los líderes religiosos para controlar a los ignorantes y al pueblo. Desgraciadamente, el catolicado cree en el milagro de la resurrección de los muertos, se beben la sangre de Cristo durante la misa y queman vivos a los que no piensan como ellos. ( yo añadiría: y encubren a los curas pedófilos).

Si Moisés no vio cara a cara a Jehová como dice La Torá, y que ningún profeta después de él escuchó su verdadera voz, Spinoza se preguntaba ¿cuál es el origen de las Profecías? Así contestaba: Eran hombres dotados de gran imaginación donde no intervino la razón. Las profecías no son más que las ideas imaginadas por los profetas, y creo que cuánto más lleguemos a saber menos serán las cosas sólo conocidas por Dios. Mientras mas grande es nuestra ignorancia, más le atribuimos a Dios.

Baruch sostenía que vendrá un día donde no habrá un Dios Judío, cristiano, budista o musulmán sino una religión universal de la razón. Spinoza fue el racionalismo supremo y pregonaba que nada ocurre en el mundo de manera caprichosa. Todo es causado por algo anterior, precedente. Visualizaba un universo ordenado, con leyes predecibles y derivadas matemáticamente. Esto opinaba de él el profesor de Harvard Irvin Yalom.

Para quienes andan de arriba para abajo con una Biblia o como telepredicadores intentando sorprender a los incautos, Spinoza les aconseja esto: no podemos comprender la Biblia con el lenguaje de hoy. Debemos leerla con conocimiento de las convenciones de la lengua de la época en que fue escrita y compilada, y esto fue hace unos dos mil años. Esto le pasará incluso a quienes puedan leerla en el arameo antiguo, original, en que fueron escritos los diferentes textos por los hombres.

Al final del libro de Yalom, un Spinoza viviendo en solitario y repudiado por todos recibe la visita de un amigo Judío que le pregunta: ¿cómo puedes vivir solo? No tiene sentido para ti ser parte de un grupo? Es que no necesitas los rituales, las ceremonias de antes? Careces de supersticiones las cuales estan profundamente arraigadas en la propia naturaleza de los seres humanos y que las necesitamos al igual que los alimentos para poder vivir? Respondía: esos sentimentalismos apartan de la comprensión verdadera de Dios.

Como habriá podido comprender el lector luego de la lectura de éstos dos trabajos sobre el pensamiento de Spinoza, la obra “El enigma Spinoza” fue por la trascendencia teológica de los temas tratados la más interesante y relevante de las leídas en el “Quédate en casa” como prevención para contener el Coronavirus, esperando que otros atraídos por sus enseñanzas y razonamientos puedan también ser seducidos por su dialéctica.

En el siguiente artículo pretenderé resumir en doce párrafos por qué el madrileño escritor Javier Marías-1951- lo considero como el mejor prosista o narrador contemporáneo de la península ibérica -incluyo al Portugal-, no creyendo una exageración o encomio desorbitado de muchos letraheridos, al asegurar que es el mas admirado y apreciado fuera de las fronteras terrestres y marítimas de la España de mis amores.