Ante la impotencia de no ver esas causas intrínsecas que concurren para modificar o creer tal o cual causa, solo nos queda padecer vergüenza. Esa causa eficiente que debiera existir en el ánimo y el “patriotismo” de nuestros políticos, para promover con hechos palpables lo que en la actualidad nos obligaría a un cambio radical como nación, en ellos, esa causa, no existe.
Verdad de acuño, de que todo agente obra por un fin, porque realmente ese fin es la causa y motiva todas las acciones del ser, aunque y al parecer, el fin de nuestra entelequia política, solo se resume, en todo aquello que tenga algún interés personar y nunca en su accionar, ese fin, son los intereses nacionales.
Si aquella cosa, que está después de la frontera da pena, lo que está de este lado, da vergüenza. Aquella cosa, bien llamado Estado Fallido, intervenido militar, política y administrativamente, habitado por seres cuyo mayor y mejor fin, desde su origen, ha sido y es la destrucción; el arrasar con todo; racistas hasta la medula; que desde antes de ser nación, su primera y devastadora obra fue destruir una prospera, creciente y rica colonia francesa, solo para crear una autarquía fallida desde el primer día, qué diablos podemos esperar, sin olvidar que además, desde ese momento, comenzó nuestro al parecer, eterno calvario. ¿Qué podemos esperar?
Este pueblo pendejo, mandado por políticos “vanguardistas”; “Copistas de todo lo extranjero, incluyendo leyes” y sobre todo y por encima de todo, indelicados hasta lo indecible, son los únicos culpables que desde ese fatídico día, hayamos sido pisoteados y ultrajados por esta raza indolente, siempre avasallándonos, muy a pesar, de que millones de ellos viven en base a nuestros recursos y a pesar de todo esto, este pueblo sumiso se ha mantenido siempre aceptando los ataques alteros de un grupo de políticos racistas e “indelicados”, enquistados en una cúpula que poco o nada le ha importado su mísero pueblo, mientras “ellos”, viven y han vivido siempre, la “Dolce Vita”.
Definir, explicar, argumentar, cual que sea la cosa que se diga, de todas maneras llegaremos a que es vergonzoso, denigrante, humillante lo que nos está ocurriendo como nación. Porque ahora no es con machetes y fuego devastador, ahora son los malditos abogados y por demás políticos, especialistas lobistas nacionales e internacionales, enquistados en antros de maldad, llenos de intereses espurios, los que nos condenan, pretendiendo que dejemos de ser nación, para ser una cosa, algo parecido a lo existente del otro lado de la frontera.
Estas organizaciones, incluyendo religiosas, incubadoras de maldades y engaños, creadoras de acciones demoníacas, han cogido este país de “sambá”; de “puchimbá”; de Mona, de esas que usan para entrenar o traquear gallos y que solo saben aguantar golpes pero, no son pendejos, no miran hacia otros Estados poderosos que si son racistas y tratan a los ilegales como o peor que perros realengos, pero estos si se hacen respetar. Porque tienen leyes y autoridades que las imponen hasta por encima de cualquier tratado que hayan firmado mil veces. Primero ellos y después los demás, como debe de ser.
Solo este Pueblo, que clama porque se ejerza la autoridad debida y que inclusive, en muchas oportunidades, los santurrones pegan el grito al cielo cuando las clases más desposeídas claman la presencia del Tirano, no precisamente por ser sus seguidores, sino como manera de expresar sus deseos de que se establezca orden, de que las autoridades se hagan respetar y hagan que tanto dentro como fuera del país nos respeten, pero, para esto, nuestros políticos son ciegos, sordos, mudos, indolentes y por demás ¡cobardes!
Es al parecer, como alguien escribió: “¡Bajarnos los pantalones, es lo único que nos falta!” En ningún otro país viven los nacionales del otro lado como lo hacen aquí, siquiera, dentro de sus propias fronteras, porque si nuestros políticos son indelicados y mil cosas más, aquellos son peores, siendo además y desde siempre, fanáticos racistas.
Aquello da pena, pero, esto da vergüenza. Cada día ingresan cientos de ilegales buscando en este lado lo que nunca ha habido de su lado. Unos los traen contrabandistas, que es lo mismo que trata de blanca, aun sean negra y otros los traen políticos, que les gusta aquel lado y más si es con un puesto consular o algo parecido. Pero, mientras al primero lo mandan para la justicia por contrabandear con ilegales, al político, lo cubren con un blindaje que lo hace impune. Porque “Asegún dicen”, el primero contrabandea y el político… ¡Da Bola! ¡No j…s! ¡Si señor!