El precepto de Voltaire dice que lo perfecto es enemigo de lo bueno. En ese sentido aceptamos como bueno y válido el proyecto de ley que el Presidente Medina ha presentado al Congreso Nacional, y que está en vías de ser aprobado por nuestros legisladores de manera expedita. Lo aceptamos porque correctamente aplicada, esta futura ley en buena medida remedia las injusticias que hemos perpetrado contra miles de dominicanos de ascendencia haitiana al negarle la nacionalidad que les corresponde. Y de eso ha tratado primordialmente la lucha de los últimos ocho meses, hacer justicia a los desnacionalizados.

Este peculiar texto es el mejor que en el actual momento de nuestro desarrollo como nación nos podemos gastar para devolver cuanto antes sus vidas a miles de dominicanos que han sido afectados por la progresiva desnacionalización que la TC 168/13 ha querido eternizar. Solo así podemos explicar el caso de la ley para la regularización documental especial y/o naturalización de los dominicanos descendientes de extranjeros afectados por la TC 168/13. Solo en el contexto de la triste realidad dominicana podemos aceptar el calificativo de “personas inscritas irregularmente en el Registro Civil dominicano” que es repudiado por los que mediante esta ley serán reconocidos nuevamente por el Estado como nacionales dominicanos. Y por todos los que venimos criticando la infeliz Sentencia.

Proclamar en consonancia con la TC 168/13  que los hijos de extranjeros fueron inscritos “irregularmente”  en el Registro Civil implica que durante 31 años de la tiranía de Trujillo, todos los oficiales civiles (sin excepción documentada) inscribieron a los infantes en el Registro Civil sin la documentación “correcta” (cédula de identidad personal de los padres declarantes). ¿Quién puede creer semejante aseveración? ¿Tal  conducta mil veces reiterada se corresponde con lo que sabemos del régimen de Trujillo que lo controlaba todo, y contaba con expertos de la talla de Manuel Arturo Peña Battle para asesorarlo en esta materia? Después de Trujillo ciertamente hemos tenido un desorden en la administración pública, pero ¿también cuando dominaba Trujillo? Estamos reescribiendo la historia de golpe y porrazo cuando aseveramos que durante décadas la repetida inscripción de miles de hijos de extranjeros se hacía sin los debidos documentos de los padres. De hecho hay un descendiente de Trujillo que apoya la Sentencia y alega  que a las hermanas Mirabal las mataron enemigos del dictador para hacerlo quedar mal ante la opinión internacional. ¿Creemos también ese disparate?

La singular  redacción del proyecto de ley  hace grandes esfuerzos no solo por no contradecir la Sentencia directamente, que ya es una hazaña, sino de obviar por completo la mención de los artículos de  la Constitución dominicana vigente que mejor amparan la propuesta ley, principalmente el 18 numeral 2.  Pues recordemos que la Sentencia también hace caso omiso del numeral 2 que reza que “son dominicanas y dominicanos quienes gocen de la nacionalidad dominicana antes de la entrada en vigencia de esta Constitución”. La propuesta ley también contradice la Constitución al solo reconocer la nacionalidad de los nacidos antes del 2007, en vez del 2010, como lo estipula explícitamente nuestra Carta Magna. O sea que la ley confiere precedencia  a la Sentencia del Tribunal Constitucional sobre la propia Constitución. Detalle que muy probablemente llegará en su oportunidad a ser revisado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero que corresponde con el reclamo de la mayoría de líderes consultados por el Presidente Medina.

En este país en el que “a la suerte llamamos chepa y al peso tolete”, para muchos  es muy difícil llamar las cosas por su nombre propio.  Sobre todo después de haber enunciado en primera instancia un discurso categórico, por errado que resulte ser a la postre. Quizás por eso nuestro progreso relativo a otros pueblos (y no me refiero a los vecinos con quienes nos gusta compararnos), sea algo más lento que lo deseado.

Evidentemente nuestro Presidente conoce muy bien las idiosincrasias de su gente y por eso ha invertido ingentes esfuerzos en acomodar el texto de la ley a los gustos de esos insignes ciudadanos para hacer políticamente viable su rápida aprobación por los legisladores. Aun así no ha podido complacer a todos y hay quienes amenazan con hacer declarar la ley inconstitucional.

Por eso viene a colación este cuento anecdótico que nos retrata de cuerpo entero y que reproducimos en versión española del 1959 (para que no  vayan a creer que esta idiosincrasia la heredamos de nuestros ancestros africanos o tainos), gracias a Google:

A través de la hemeroteca del diario La Vanguardia he encontrado un artículo del 21 de agosto de 1959 y firmado por Juan Manén, en el que explica su origen, el cual a continuación os resumo:

En cierta ocasión un mañico vestido de baturro viajó hasta Madrid. Paseando por sus calles le llamó la atención el escaparate de una perfumería en el que estaba expuesta una extensa colección de jabones realizados de las más diversas formas y colores.

Llamó su atención uno que tenía forma de queso de gruyere, pero, al ser analfabeto el buen hombre, no se pudo percatar de los cartelitos que estaban colocados junto a cada pieza y que indicaban que se trataba de jabón.

Debió hacérsele la boca agua al baturro que, tras contemplarlo durante un buen rato, se decidió a entrar al establecimiento y comprarlo. Tal y como se lo pidió al dependiente, éste le advirtió que no se trataba de queso sino de jabón, pero el maño, creyendo que le estaba tomando el pelo por ser forastero, insistió en que estaba seguro de que se trataba de queso.

El dependiente fue hasta el aparador, cogió el jabón con forma de queso de gruyere y se lo ofreció al cliente para que lo probara y se diera cuenta de su error.

El baturro, ni corto ni perezoso, le pegó un mordisco. Tras un rato masticando el empleado de la perfumería, con una sonrisa burlona, le preguntó que qué tal, a lo que el maño escupió el trozo de jabón y espetó categóricamente: «Es malo, pero es queso».

"Sabe a jabón, echa espuma como el jabón, tiene olor a jabón, pero es queso…".

Si bien lo perfecto es enemigo de lo bueno, nosotros no debemos resignarnos a no seguir mejorando lo bueno que tenemos, y para poder hacerlo, debemos practicar la humildad de reconocer cuando hemos cometido un error. No debemos ser enemigos de lo perfecto y debemos esforzarnos por perfeccionarnos (que no es igual a ser perfecto).

Tenemos un futuro brillante, si solo aprendemos a aprender de nuestros errores, y para ello el primer paso es reconocer cuando erramos.

¡Enhorabuena el proyecto de ley y a ver si colectivamente aprendemos algo de esta lección de ocho meses para no repetir los mismos errores eternamente!