Si queremos avanzar como sociedad, debemos enfocarnos en el futuro, más que en el pasado. Y es precisamente en el contexto de un año que termina y otro que inicia, que lo pendiente adquiere relevancia ante lo ocurrido. Por tal razón, he querido escribir mi último artículo del año tan breve como los días que les faltan al año 2011 para terminar, no como reflejo del agotamiento del escritor, sino como el preludio de un fin que indefectiblemente ha de renacer en múltiples, variados y extensos nuevos amaneceres.

Lamentablemente la agenda social, política, económica e institucional de la República Dominicana está cargada de grandes problemas sin resolver; no porque dichos problemas se hayan generado en el año que finaliza, sino porque históricamente la solución a los mismos ha sido postergada, o en muchos casos no han sido enfrentados con la voluntad, compromiso y la forma adecuada.

Podría muy bien hacer un listado extenso con los desafíos nuevos y heredados de años anteriores, con los cuales debemos enfrentarnos en el 2012 como sociedad, de hacerlo redundaría de manera estéril y repetitiva en la conciencia y conocimiento de la mayoría de los dominicanos.

Tengo plena conciencia que no es posible resolver todos los problemas que tenemos de manera simultánea e inmediata. De igual manera entiendo que no es una tarea exclusiva de los gobiernos, sino del Estado en su conjunto, y por ende nos involucra a todos. Por tanto, y a sabiendas de que la intensidad normalmente vence la extensión, deseo que en el 2012 nos concentrémonos en la solución de unos pocos problemas, pero que definitivamente sean resueltos por el bien de la Nación.