Hace unos 13 años, más o menos, por allá por el 2005, comenzábamos una especialización muy específica sobre arquitectura bioclimática y siendo en aquel momento un tema, más bien,  futuribleno dejaba de tener actualidad hacia aquellas fechas.

Hoy, sin embargo, lo que parecía que era una moda loca de unos cuantos (la bioclimática en la arquitectura y la eficiencia energética en todo lo relacionado al  quehacer constructivo y sus resultados),  ha pasado a ser el leitmotiv de muchos discursos políticos y, mejor aún, de muchas acciones políticas concretas.

El ejercicio correcto de la arquitectura en todo el espacio europeo, es decir el ejercicio apegado a la normativa pura y dura es absolutamente inconcebible si no se enfoca desde la perspectiva de la eficiencia energética. Lo que parecía una utopía está llegando, la concreción de aquella directiva europea 2010/31/UE de la que tanto hemos cantaleteado por este medio, predicando su evangelio cada semana; ya está a la vuelta de la esquina.

Y la pregunta es de rigor, ¿está Europa preparada para que a partir del 31 de Diciembre de 2018 todos los edificios públicos nuevos sean cero energía o más propiamente dicho, de consumo energético casi cero?… Y más aún ¿está esa misma Europa milenaria preparada para que en 2020 lo sean todos los edificios nuevos, de cualquier naturaleza?

Ese estado patrocinador de estudios en el exterior, debería (y nos perdonan este discurso impositivo desde el superyó) asumir una política de eficiencia energética y sostenibilidad ambiental en la edificación y el urbanismo, que sea protagónica

Como decíamos al principio, a nosotros nos tocó ser parte de un programa formativo de especialización, como alumnos, cuando el tema se estaba calentando (en España), y veíamos como a muchos colegas, desempeñando su oficio dentro  del marco de una economía de primera división, nos veían como rara avis. Hoy esos compañeros no conciben su ejercicio sin el apellido de energéticamente eficiente; la razón, muy sencilla: no podrían vender sus proyectos si no cumplen con la normativa que se nos viene encima. 

Mirar el ejemplo de los mayores 

Reconocemos que somos recurrentes en el tema, pero lo seguiremos siendo hasta que alguien nos recoja el guante, y el hecho está en que en los países en vías de desarrollo, como la Rep. Dominicana, no podemos pasar con ficha. Hace falta que la eficiencia energética en la trama constructiva del edificio, y es más en la trama urbana de nuestras ciudades (sostenibilidad ambiental incluida) sea una obligación, no un accesorio para constructores y arquitectos cool.

Desde hace más de veinte años, con cuatro de semiparálisis, nuestro país inició un excelente plan de formación superior y de posgrado, que ha incluido, desde entonces, la matriculación de nuestros mejores estudiantes en las mejores escuelas del mundo a cuenta del Estado Dominicano. La mayoría de esos arquitectos e ingenieros han regresado al lar nativo y están disponibles para aportar sus conocimientos más allá de la anécdota individual.

Ese estado patrocinador de estudios en el exterior, debería (y nos perdonan este discurso impositivo desde el superyó) asumir una política de eficiencia energética y sostenibilidad ambiental en la edificación y el urbanismo, que sea protagónica. Hablamos de edificación y urbanismo por ser lo nuestro…pero bien podría ser una línea política global como está pasando con el sector de la educación, que va apuntando muy buenas maneras.

Aquella utopía europea de los edificios cero energía, se está tornando en realidad, con todo y que los estados miembros todavía tienen temas pendientes para concretar dicho plan maestro.

Veamos el ejemplo e intentemos emularlo en código caribeño. ¿Nos apuntamos?