La situación electoral actual es tan extraña que hasta George H.W. Bush (Illuminati) ha dicho que va a votar por Hilaria Clinton.
Esto lo acaba de informar Kathleen Kennedy Towsand, hija de Rober F. Kennedy, a quien conocí en la década de los 60, cuando ella era apenas una niña, en su casa de Hickory Hill, McClain, Virginia. Kathleen ha dicho a la prensa que eso le dijo George Bush, padre, durante su última conversación con él en el estado de Maine.
Jamás se habían visto dos candidatos más controversiales y avanzados en edad en toda la historia de los Estados Unidos. El rechazo de ambos es algo nunca visto. Trump cuenta con un rechazo del 63%; Hilaria supera el 59%, de acuerdo con una encuesta de ABC (del 24-28 del mes de agosto pasado). Además, es como una competencia en una carrera desbocada hacia el hospital y la farmacia, porque ambos son dos septuagenarios definidos: él tiene 70 y ella los va a cumplir el próximo año, lo cual los convierte en dos pacientes potenciales dentro de los factores de riesgo propios de su edad y que deben ser tomados en cuenta en relación con la lucidez mental para tomar decisiones ejecutivas esenciales para desempeñar el cargo de la presidencia.
El próximo inquilino de la Casa Blanca será el de más edad en llegar a esa meta, donde Ronald Reagan ha sido el campeón, con 69 primaveras cumplidas cuando llegó a la presidencia, ya aquejado de problemas neurológicos sin que nadie lo supiera. A los pocos años de estar allí instalado fue operado de cáncer del colon y comenzaron a manifestársele los primeros síntomas del Alzheimer, con la consiguiente desorientación propia de esa enfermedad. Esto podría explicar sus desatinadas decisiones respeto a situaciones como las del “Irangate” y su resbaladizo atolladero en Nicaragua, denominado por él mismo como la “misión” de los “freedom fighters” en contra de los sandinistas.
Hasta ahora la edad promedio de los presidentes estadounidenses ha sido de 55 años pero en esta ocasión se va a implantar un record nunca visto. Además, la salud de ambos candidatos está en juego, hasta el punto de que se está solicitando un examen neurológico exhaustivo para ambos, algo muy diferente a un examen médico rutinario que ninguno ha presentado de manera completa.
El desmayo sufrido por Hilaria Clinton (la preferida de Wall Street) en la “Zona Zero” de New York el pasado 11 de septiembre, como consecuencia de una neumonía, preocupa a muchos especialistas. No olvidemos que un cuadro de neumonía en pacientes septuagenarios sometidos a una actividad constante es algo preocupante, pues puede degenerar fácilmente en una crisis de salud sin precedentes. El hecho de que ella apareciera, a los 45 minutos de su aparente desmayo, saludando al público en una calle de Manhattan ha dado pábulo a la prensa amarilla para afirmar que se trataba de una doble de Hilaria, pues la condición de una neumonía en una persona de esa edad es demasiado delicada para una recuperación inmediata. Inclusive, se han comparado fotos antes y después del desmayo y todo indica que se trata de dos personas distintas y de diferentes edades.
Solamente tenemos que comparar las fotografías de Barack Hussein Soetoro Obama durante estos últimos años y constatar a ojos vista su envejecimiento prematuro. La presión anormal propia del trajín diario de los presidentes, acelera su envejecimiento. Solamente tenemos que recordar a Franklin Delano Roosevelt en la Conferencia de Yalta, donde dio señales inconfundibles de disfunción cerebral, muriendo pocos meses después en Georgia de un derrame cerebral a los 63 años y dejando huérfana a la nación. Sufría de hipertensión crónica, fumaba excesivamente y estaba atado a una silla de ruedas debido a una poliomielitis que no le permitía caminar.
Algo parecido le había sucedido antes a Woodrow Wilson (1929), quien también sufría de hipertensión y padeció varios mini derrames cerebrales en sus últimos años en la Casa Blanca.
En otras palabras, que un chequeo médico general no es suficiente prueba de que se está en óptimas condiciones para asumir las funciones ejecutivas de la presidencia. Hay que someter a los candidatos a un análisis neurológico exhaustivo, porque, después de los 70 comienza el deterioro progresivo de las funciones cognitivas, por más sano que pretenda aparentar el candidato.
Donald Trump toma medicamentos para controlar el colesterol, lo cual es indicio de que probablemente tiene tendencia a la hipertensión arterial, sobre todo en caso de sobrepeso, como es el suyo. Hilaria Clinton lleva varios años tomando Coumudin (Warfarina), un anticoagulante que evita los trombos y los émbolos en el riego sanguíneo en personas propensas a la pobre circulación periférica, potencialmente causantes de accidentes cerebrovasculares. Esto podría explicar su propensión a desmayos y al desbalance postural que a veces manifiesta.
El profesor de neurología clínica de la Universidad de California (UCI), el Dr. Mark Fisher, junto a los doctores David Franklyn y Jerold Post, en su reciente libro “Disfunción Ejecutiva, Envejecimiento Cerebral y Liderazgo Politico”, han puesto los puntos sobre las íes sobre la encrucijada de “riesgo” en que se encuentran los candidatos en este año eleccionario, donde los únicos “jóvenes” parecen ser los candidatos a la vice-presidencia: Timothy Michael Kane (58), Demócrata; y Mike Pence (57), Republicano. Kane habla un español perfecto y está compenetrado de la dinámica en que viven los pueblos marginados de Latinoamérica, donde trabajó como voluntario entre las clases marginadas de Honduras, en su época de estudiante universitario. Ambos candidatos son gobernadores de sus respectivos estados: Kane de Virginia y Pence de Indiana.
No olvidemos que Hilaria Clinton, Donald Trump y George H. W. Bush suman casi 250 años, un cuarto de siglo entre los tres. Esto indica que, aunque aparente lo contrario, los años sí que cuentan cuando se trata de gobernar a un país.
No hay dudas de que nos encontramos ante algo inaudito, nunca visto en la larga historia política de los Estados Unidos.