Puede parecer increíble la rapidez con la que un tema prende o repica en las redes, y a veces en los medios que se consideran más formales, los impresos. Pero será determinante el “interés colectivo”  con el que se trate cada uno de ellos, ya que estos temas, convertidos en preocupaciones, abarcan desde el tipo que saltó de su carro para socorrer a alguien con una precocidad que sepulta al 911 – elevándolo incluso a nivel de Súper Héroe -, o simplemente determinar quién es el padre del embarazo de una megadiva.

A nosotros nos preocupa todo, al mismo tiempo esto supone un nivel de queja constante, sumado a las comparaciones con otros países; que si tuvieran el sol que nos toca a las 12:00 meridiano, no impactara tanto la xenofilia aspiracional con caducidad de 10 años. ¡El síndrome de Balbuena es fuerte!

En el arte las preocupaciones no son tan frecuentes, y solo rechinan cuando se trata de concursos y bienales (por cierto, ¿Cuál será la fecha para la edición de este año?), pero ser partícipe del intercambio de obras de arte genera una serie de eventos anecdóticos plagados de intranquilidad.  Un ejemplo de ello, es el hecho de lo que pasa con las creaciones u obras de arte dominicanas cuando llegan a un courier, agencia de envío o al mismo INPOSDOM.

Llegar al correo con un buen embalaje es como aparecerse con un muerto bien arreglado.  Así lo expresa uno de los mismos supervisores de esta institución, mientras narra historias de cómo decenas de señoras con peinados elaborados se llevan las obras de su pertenencia a nuevas casas en el exterior; y al mismo tiempo ordena a una agente revisar lo que vas a enviar. Un momento fugaz de orgullo que se interrumpe cuando te dicen que dicha agente es de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD).

Aunque la labor de la DNCD es importante, la escena que les narro pudo ser un momento épico para el estado demostrar su interés por filtrar las obras de los artistas dominicanos que salen del país, saber dónde van y por qué, de hacer un registro al margen de los impuestos que se pagan en cada envío y poner en práctica la certificación de obras mediante los organismos correspondientes… mejor sigo pensando y ellos que sigan sumando “los kilos”.