La inversión extranjera, el comercio internacional y la inmigración tienen intrínsecamente de malo lo mismo que se le puede atribuir a un bisturí: nada.  En una sala de operaciones que cumpla todos los requisitos de salubridad y en manos expertas, el bisturí es instrumento para salvar vidas. En un chiquero y con un Jack con un Parkinson avanzado, rompecabeza macabro. 

En el caso del bisturí, los resultados opuestos no tienen nada que ver con él. Es un objeto inanimado, incapaz influenciar el ambiente o discriminar entre cirujano y destripador.  Ese lujo no lo tienen los extranjeros que invierten, venden o se mudan a otros países.  En la medida que no contribuyan a un funcionamiento más libre de las economías los acogen, se merecen las críticas que crean resentimientos, generalmente aprovechan movimientos nacionalistas perversos.    

La inversión extranjera es vital para el crecimiento de economías pequeñas y abiertas.  Traen capital y conocimiento que éstas no tienen para explotar ciertas actividades (minería) o añade mas recursos en otras donde hay espacio aumentar productividad y empleo, en competencia o asociación con empresarios locales. ¿Qué revienta a los nacionales?  Recurrir a sus gobiernos de origen para imponerlos a la fuerza con contratos leoninos, desplazar otros competidores extranjeros en licitaciones arregladas, sumarse a un club local de mercantilistas que operan aislados de la competencia internacional.

El comercio internacional libre también es una actividad fundamental para el desarrollo económico de economías pequeñas y abiertas.  Tienen desventaja absoluta con grandes países en la oferta de cualquier bien o servicio, pero ventajas relativas en varios donde se pueden especializar, avanzar y crecer en el largo plazo.  El pez grande se come al chico es un mito en comercio que es libre como el viento, definido simplemente como ausencia de barreras arancelarias o no arancelarias entre países.  ¿Qué hincha las pelotas? 

Acuerdos que se autoproclaman libres y son en realidad comercio administrado que requieren de adherirse a doce mil páginas de texto. Países grandes subsidiando actividades donde no pueden competir en mercados globales. Esto sirve de excusa a proteccionismo en los pobres que, simplemente, no se pueden dar ese lujo y hace casi imposible convencer sobre los beneficios de la liberalización comercial unilateral. 

Nada que objetar al inmigrante que viene a competir en el mercado laboral o ser trabajador por cuenta propia, y cumple con las regulaciones migratorias, laborales y municipales en actividades lícitas. ¿Qué molesta a todos y más al desempleado nacional?

La ley migratoria es para todos los extranjeros. Inspectores no pueden tener discrecionalidad en su aplicación por los beneficios que se recibieron de tal o cual nación. Un absurdo propuesto en editorial.  Las cuotas, aunque a alguien no le guste, están en el Código Laboral y hay que cumplirlas.  La permisibilidad de las autoridades ante flagrantes violaciones de extranjeros a los espacios públicos en actividades lícitas o ilícitas: un mercado de pulgas en un puente peatonal, explotación de infantes en los semáforos, obreros de la desforestación de mafias binacionales, querer instalar un autoadorno en una calle residencial y ocupación de aceras con actividades informales de todo tipo.  El extranjero debe ser modelo de respeto a las leyes del país lo acoge, sin importar lo que hagan o no los nacionales.