El respeto a los procedimientos es un elemento fundamental en la administración de justicia. Aquí, país del absurdo perpetuo, siempre que un delincuente de cuello blanco es sometido, el juez lo pone en libertad por violación del debido proceso.
Los acontecimientos recientes, dejan ver que la justicia y las cárceles cambiaron. De un lado, el cambio en la justicia obró en perjuicio de los imputados, en cambio, la modernización carcelaria los benefició.
En efecto, en estos días han sido inculpados 14 funcionarios y exfuncionarios del gobierno, inclusive un cabildeador privado. Al hacer su declaración ante el juez, los incriminados se declararon inocentes.
¡Ay!, si usted los viera, seguro que quedaría convencido de que ninguno de ellos es capaz de romper ni un plato. El quid del asunto está en que, según algunos juristas consultados, con estos inculpados se violentaron todos los procedimientos penales. A su pesar, los 14 fueron sentenciados a cumplir prisión preventiva y otros castigos menores.
¿Sera que el tribunal tenía orden expresa de sacrificar los chivos expiatorios? De ser así, ¿Quién impartió la orden?
¿O acaso el magistrado sintió el peso de la presión ciudadana que clama a voz y cuello el cese de la corrupción y la impunidad?
Creo, sin temor a equívocos, que la segunda opción sería la más saludable. No quiere esto decir que sea la correcta, ya es sabido que un juez debe abstraerse de cualquier influencia externa al momento de impartir justicia.
Ahora, lo que en realidad quiero reseñar, es el hecho de que así como la justicia ha cambiado, el sistema penitenciario no se le queda atrás.
La transformación carcelaria en el país, puede marcar el ejemplo universal en cuanto a respeto de los derechos humanos de los detenidos. Para muestra, un botón.
Uno de los sentenciados por el caso de sobornos de Odebrecht fue confinado a la cárcel de La Victoria. El preso preventivo se negó a internarse en el centro penitenciario, bajo el supuesto de que su vida ahí dentro corría peligro. La voz del sentenciado se dejó escuchar a través de sus familiares y un ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Parafraseando la palabra del señor, “el clamor de los familiares y amigos subió al cielo y fue atendido por Dios”
En consecuencia, el hombre del maletín, como también se le denomina al influyente encarcelado, fue trasferido por el magistrado a la Cárcel de Najayo. Aquí, convivirá con sus compinches y su vida será respetada.
Todavía inconforme, los familiares del reo aplazaron su traslado hasta tanto la celda donde seria hospedado fuera inspeccionada por estos. El propósito de los familiares con la evaluación, era verificar que la celda-habitación estuviera a la altura de su majestad, el Soberano Rondón I.
Toda esta insistencia, viene a cuento porque yo quiero saber si a los demás internos se les permitió escoger la cárcel de su preferencia. Más aun, sería saludable dar a conocer los procedimientos a emplear para evaluar la viabilidad de las celdas de los internos en Najayo.
Por ejemplo, ¿Los familiares y seguidores del “mambero” Omega, inspeccionaron la celda donde lo trancaron?
¿Será que los privilegios otorgados a Rondón, son para compensar la violación de los procesos judiciales en el juicio de instrucción?
Es suficiente, ¡basta de tantas preguntas!, lo real es que el sistema penitenciario y de justicia ha sido transformado. Este juicio y posterior encarcelamiento de los imputados solo facilitó poner en marcha los cambios introducidos.
En consecuencia, de ahora en adelante, todos los condenados tienen derecho a escoger la cárcel donde ser confinados y evaluar la celda-habitación donde dormirán.
“Lo que está a la vista, no necesita espejuelos”