No sé a dónde voy cuando me duermo, pero cuando despierto soy un hombre lúcido, lleno de ideas, y de estas las mejores son las inútiles. Las ideas inútiles son en las ideas que pensamos los pendejos, las que no dan dinero. Eso se va perdiendo mientras pasan las horas en las que se llega a la noche, pero en las primeras horas del día, o en las siguientes después abrir los ojos luego de dormir, son mis mejores momentos, porque pienso en cualquier cosa. Despierto en un estado natural de especulación en el que puedo creer que alguien puede volar con una capa, al final del día sé que no. Son ideas primitivas que uno pierde con la edad, cuando uno se pone más sesudo y se cree en el deber de hablar ex cátedra.

Nunca he tenido la suficiente madurez para tener ideas claras sobre todas las cosas y que todo el tiempo piense yo en las más serias, no soy fanático de nada. Cuando todos alrededor de mi eran de izquierda yo también lo era y no me ufano con decir que era otra cosa porque ahora todos somos de derecha, ni considero que ser de izquierda es un mal o una enfermedad infantil, pero junto con el marxismo de teóricos que hoy compadezco escuchaba a Led Zeppelin y sabía quién fue Lenin y quienes eran Robert Plant y Jimmy Page. Juntos con las obras de Marx en mi casa estaba Led Zeppelin I, Led Zeppelin II y Led Zeppelin III. Soy de la izquierda iconoclasta, recuerdo cada muerto que no puedo olvidar de los doce años de la izquierda con una canción de los Temptations o de las Supremes y creo que he sido el único en estas tierras que ha sentido la extinción de los Four Tops.

 Observando todas las teorías de la guerra revolucionaria del campo a la ciudad y del pensamiento luminoso de camarada Mao Tse Tung y escondiendo la tesis de la táctica Hilda Gautreaux en el centro de un libro de los testigos de Jehová, leía libros heréticos para los jóvenes de izquierda. Como unas novelas que eran igual que los paquitos pero tenían muchas páginas. Eran en blanco y negro y también en blanco y marrón y rectangularmente más reducidas, casi un cuadrado. Luego me enteré que eran de amor, al final todas terminaban con un beso de un hombre y una mujer. Me leí casi todos los best seller de Marcial Lafuente Estefanía. El único libro que compre por su utilidad fue: “Cómo escribir cartas de amor”, pero nunca lo use por mi pésima caligrafía.

En la izquierda la música de los Rolling Stones era satánica, música del imperialismo yanqui, pocos en la izquierda sabían que eran del decadente imperio inglés. De este grupo me gusta la canción “You can’t always get what you want”, pero siempre me ha gustado la canción “Jumpin' Jack Flash” que también la interpretó Johnny Winter, un albino que tocó música de negro como el blues. Me gusta cuando la canción se inicia hablando de nacer en el fuego cruzado de un huracán. Los jóvenes que vivieron su infancia en los 60 y fueron jóvenes en los 70 nacieron de ese modo, en algo que se llamó la guerra fría.

La primera canción que cito de los Rolling Stones es mi justificación filosófica para no ir a las marchas verdes, por una parte, que dice: “Voy a la manifestación para obtener mi justa parte de abuso”. No voy a ninguna manifestación donde el gobierno no dé palo, soy un militante del masoquismo revolucionario, y no voy a ningún acto antigubernamental con el cual el gobierno no se sienta incómodo de tal modo que no lo desbarate y mucho menos voy a manifestarme uniformado como si fuera miembro una organización social que hace reuniones para los selfie, y un color que tiene la virtud de identificar excluye. Todas esas teorías de que sólo basta el movimiento no van para ningún lado en la lucha política y ese movimiento morirá como se expandirá el sol para morir y después convertirse en una enana blanca, aunque se me impute por creer esto de tener en el cerebro lleno de alas de cucarachas.

Reinhold Niebuhr quien fuera un estadounidense teólogo y uno de los representantes teóricos del realismo político, junto con Hans Morgenthau, escribió una frase en la que la gente de la “marcha verde” debería pensar. “En la historia -dijo Reinhold Niebuhr- no hay nada que apoye la tesis de que una clase dominante renuncie alguna vez a su posición o a sus privilegios en la sociedad porque se haya acusado a su gobierno de ineptitud o de injusticia.”. Lo peor de estos tiempos es los que se dijo de otros en plena crisis de liberalismo en las tres primeras décadas del siglo pasado: «hay una bancarrota total de las ideas».

Había miseria al principio de los 70 y la hubo antes, pero como en algún modo dijo Neruda, los humanos de América Latina solemos ver o saber del mundo entero, mientras que los de España, que ahora son europeos, sólo saben de sus tierras. Por eso estamos llenos de libros de la guerra civil de 1936 y pocos españoles escriben de las dos guerras mundiales y del continente que dicen descubrieron. En estas tierras americana se hablaba de las tres guerras y del hambre que al inicio en los 70 que se vivía en Bangladesh y la ciudad de los tubos, pero nadie escribió sobre eso. Las conversaciones intelectuales aquí son espacios para homenajear a la agrafía y nuestros escritores son hedonista que viven del placer de saber de su existencia y sus escritos suelen sólo servir para su autocomplacencia, prefieren lo que escriben a una revista Playboy.

 Cuando los nacidos en un lugar como la República Dominicana hablamos de un tema universal tal sorpresa causa entre los europeos que nos tratan como fenómeno antropológico. En el momento que a un alemán le hablé de Kant, porque me crie con los libros de García Morente, ese hombre abrió los ojos y les brotaron hasta la dimensión de dos lunas y me preguntó: ¡¿Dónde yo había oído hablar de eso?! Siempre me recordaba de esa escena cuando veía al bedel de la PUCMM leyendo “La Crítica del Juicio”, que cuando le hablé como el alemán me dijo: me he leído las tres críticas de Kant.

Hablo de Bangladesh, en un tiempo el nombre nuevo de lo que antes se llamó el Pakistán Oriental, por el concierto para Bangladesh, organizado por el Beatle, George Harrison, para ayudar ese país que tenía una hambruna, y fue presentado en el Madison Square Garden, de Nueva York, al inicio de agosto de 1971. En el concierto tocó música raga Ravi Shankar, quien fue parte de la organización, y fue aplaudido como si fuera la interpretación de una pieza cuando concluyó de afinar la cítara hindú, pero, aunque siempre me han gustado las canciones raga, hasta el punto que para escuchar sólo una pieza de ese género me compré el long play del soundtrack o de la banda sonora de la película Gandhi, por eso en algún modo soy fanático de las espectáculos de Bollywood, donde las mujeres dominan el escenario y los besos en la boca al modo occidental son extraños, por no decir inexistentes.  Los desnudos de las mujeres en Bollywood, que sobre todo son bellas. en ningún modo es de toda la ropa, como sucede con las actrices occidentales que dicen que lo hacen por exigencia del guion y suelen acusar de acoso a todos los hombres que en algún momento las invitaron a cualquier cosa.

No quiero hablar de Shankar, ni del concierto para Bangladesh, sólo de sus intérpretes, que se llenó de guitarristas voluntarios luego de un llamado de Harrison cuando Eric Clapton llegó tarde, y tampoco quiero hablar de las mujeres de Hollywood o de la industria del cine, sino de la interpretación que hizo León Russell de “Jumpin' Jack Flash”, es la que más me gusta. Recuerdo de ese concierto a Billy Preston y su canción "That’s The Way God Planned It", un negro al que llegaron a llamar el quinto Beatles. Todos, excepto Clapton, están muertos. Con esto me doy cuenta a dónde voy cuando me duermo, por eso lo hago con gusto en cualquier sitio. Un día me quedo, me gusta más el mundo en el que Martin Luther King dijo: “Yo tengo un sueño”, porque en esta época es muy difícil soñar.