«Mi escuelita, mi escuelita
Yo la quiero con amor
Porque en ella, porque en ella
Es que aprendo mi lección»
En mi niñez era muy común ver niños y niñas con pantaloncitos cortos y una sillita en la cabeza, camino a la «escuelita particular». El cuaderno y el lápiz con su fina punta, era el «arma de reglamento». Generalmente íbamos de manos de nuestra madre, que con cuidado y su amoroso beso, nos dejaban en la casa de la vecina maestra. Así se iniciaba una importante etapa de aprendizaje y enseñanza del niño/a que lo marcaba para toda la vida.
La izquierda revolucionaria dio sus primeros pasos desde antes de la Era de Trujillo. A pesar del absoluto control de la dictadura, pudieron trabajar con la clase trabajadora, con un sector intelectual de la pequeña burguesía, y rebuscar en la teoría revolucionaria que dominaba los profundos debates, en el mundo, de la época.
La dictadura actuaba sin piedad y una represión criminal atemorizaba a la población. El exilio fue el escenario que sirvió de espacio para agrupar a los revolucionarios y demócratas que luchaban en contra de la sangre, lágrimas, violaciones, robo y represión que azotaba a la sociedad dominicana. Nunca dejaron de luchar en contra de la dictadura. Tenían un objetivo común y lo hacían unidos, con un programa y un firme accionar que nadie pone en duda.
Ellos fueron a la escuelita y lograron ponerse los pantalones largos para entrar por la puerta grande de la inmortalidad histórica. Desapareció la dictadura trujillista, se produce un escenario nuevo donde predominó la democracia capitalista y se iniciaba una nueva fase para los revolucionarios y demócratas.
Ahora: ¿Dónde están los pantalones largos?
Por el momento, los revolucionarios no andan con ellos puestos. Para ponérselo se necesita tener voluntad política para enfrentar al enemigo común, tener vocación de poder y admitir la dura realidad que describe las debilidades y fortalezas del movimiento revolucionario. En 58 años post dictadura trujillista, los revolucionarios estuvieron amagando para dejar los pantaloncitos cortos y pasar de la escuelita a la escuela pública o al colegio privado.
Que va, ni están en la escuelita, en la pública ni en la privada. Siguen con el «bolo», dándole vuelta a la glorieta del parque, en compañía de los muchachos del barrio, pasa cantando y hablando vacuencias. Es la verdad, monda y lironda, no estoy exagerando. Nada más hay que observar el comportamiento político ante la presente coyuntura electoral; un reflejo evidente de la situación ideológica, política y organizativa del movimiento revolucionario.
Insisto, cada quien anda por su lado, cuidando su franquicia y sin dar muestra de desprendimiento para, por lo menos, conversar, caminar y marchar unidos con aquellos con quien se tenga mayor grado de coincidencias. Estamos claros que el proceso ha descalificado a grupos y personalidades que han, cruzado a la acera del frente, traicionando los principios revolucionarios. Lo cual esclarece el panorama en dos importantes polos a considerar: los del cambio radical y los que aprovechan el momento para avanzar y colocarse en mejores condiciones para continuar, la lucha, con la materialización de los proyectos tácticos y estratégicos de la revolución.
Lo que se busca es «revisar la función del revolucionario para corregir los errores que le impide llegar a la población», echar al zafacón el estilo dogmático y embrutecedor en observar los acontecimientos, conocer y dominar, para poder actuar correctamente, la etapa por la cual atraviesa la revolución y redoblar los esfuerzos para unir a los revolucionarios en un plan, de pensamiento y acción, unitario que impulse un proyecto democrático de nación.
En Año Nuevo se acostumbra estrenar ropa nueva, no importa la marca; eso incluye, por supuestos, los pantalones largos. No es suficiente con comprarlos en la tienda. Primero, hay que pasar por la escuelita: completar el programa de alfabetización, saber interpretar en forma critica y enriquecedora la realidad política, económica y social de la sociedad, y conocer las principales funciones aritméticas, básicas.
El 2020 será un gran año, de enormes expectativas, para dejar los pantaloncitos cortos y estrenar los pantalones largos; abre la oportunidad para pasar a otra etapa del conocimiento, en tránsito ininterrumpido a nuevos escenarios que permita ver «luz al final del túnel».