El fenómeno mágico-religioso de las peregrinaciones siempre ha existido. Las movilizaciones religiosas en masa no son nuevas. Tampoco es nuevo el caminar de nuestro estelar peregrino: sale con su cruz a cuestas desde 1998. Su actual estelaridad proviene del cuándo, cómo y dónde de su última y multitudinaria caminata; y de la sospecha que fue utilizado maliciosamente por poderes políticos y eclesiásticos. Dejaré que otros se ocupen de esas maldades. Hoy quiero desmontar, desmantelar, el aparataje del rebulú ocurrido en mi pueblo y llegarle al personaje.
Intentaré penetrar al castillo que otros fabricaron para él; igual como lo hicieran Dorothy, el hombre de lata, el león, y el espantapájaros en el icónico film ”El “Mago de Oz”: adentrándose por las habitaciones del castillo, se llevaron una decepción: el mago era en realidad un hombrecillo apocado, agigantado solamente a través de un elaborado aparataje. Pretendo observar a este ungido sin escenografía.
Comenzaré apartando la camioneta del síndico de Puerto Plata y apagándole los altoparlantes. A paso seguido, devuelvo al gobierno el carro de bomberos, la ambulancia 911 y, por supuesto, desconecto la sirena. Elimino sin contemplación la docena de motocicletas flanqueadoras y, de inmediato, ordeno a la veintena de policías y miembros de las Fuerzas Armadas que regresen a sus cuarteles. Sin perder tiempo, logro que el padre Chelo esconda cámaras y micrófonos y se quede tranquilo en la sacristía sin entrevistar al peregrino. A la vez, impido que el obispo se engalane, escuche y bendiga al ciudadano que carga la cruz.
Ahora toca la tarea más difícil: espantar a la gente que desde el poblado de Imbert fueron congregándose en torno al elegido (constatamos que, antes de llegar a ese lugar, no existían multitudes). Es complicado deshacerse de una muchedumbre que incluía fervorosos, militantes políticos, y hasta mercenarios. Para los fines de este desarme, supongamos que logro dispersarlos. Entonces, consideremos la disección terminada. Ya puedo encontrarme cara a cara con Migdomio Adames, “el peregrino”.
El mismo Adames cuenta que, a finales de los noventa, recibió instrucciones precisas de la Virgen de Altagracia para iniciar sus recorridos. Tiempo después, Dios sustituye a la Virgen y comienza a hablarle, transformándolo en profeta y misionero. Peregrina en fechas y eventos puntuales, llamando la atención de los medios de comunicación; de ahí que fotografías y fílmicas documenten sus periplos, permitiéndonos observar que sus andanzas fueron más bien solitarias. Solamente al acercarse a Puerto Plata se convirtió en fenómeno de masas. O lo convirtieron.
Este iluminado, igual que pastores y predicadores cristianos, utiliza clichés del oficio: el anticristo, el castigo divino, el arrepentimiento, la penitencia, y aseguran comunicarse directamente con Dios. Atraen incautos a través de supuestos milagros apoyándose en la biblia. El peregrino no cita versículos bíblicos, ni tampoco fue hacedor de milagros. Quizás se estrena como milagrero sugiriendo el control de la pandemia en los territorios donde pueda clavar su cruz.
Hombre de origen y educación sencilla, de verbo defectuoso pero fluido, parece rescatarse de la insignificancia predicando. Gran parte de la vida la pasó pobre y excluido; un artesano ignorado. Pero ya no lo es. Ahora compara esa pobreza de cuna con la de Jesucristo. Su inteligencia es difícil de evaluar sin pruebas específicas, aunque pudiera encontrarse en la media. Engarza bien su narrativa sin desvariar, llegando a convencer.
Ha tenido veleidades terrenales – que algunos tildan de oportunismo – ocupándose, con igual pasión, de promover la reelección de Danilo Medina, de sacar carnet del partido de gobierno y, en estos momentos, quiere ayudar a combatir el coronavirus. Sin duda, tendríamos que conocerle mejor para entender esa forma de mezclar profecías, política, y el oficio de artesano. ¿De que vive este señor? En las entrevistas filmadas, no se le ve andrajoso ni hacinado como los anacoretas.
A este “escogido”, no le tildemos de loco, porque no lo es. Entonces, ¿cómo puede afirmar que el Todopoderoso le habla? Escucha una voz celestial que han bendecido y certificado sacerdotes católicos y a la que sacan ventajas políticas. ¿Tendríamos que buscarle un diagnóstico? Diagnosticar a distancia es riesgoso y poco profesional; sin embargo, siempre podemos especular.
Existen delirios encapsulados, crisis místicas, desdoblamientos de la personalidad, alucinaciones crónicas; y una entidad poco conocida, denominada “seudológica fantástica” (una mentira que de tanto repetirse y elaborarse, el sujeto la vive como real). De modo que, si rebuscamos diagnósticos, alguno encontraremos. Y no podemos descartar uno de origen popular, abundante entre “busca vidas” y políticos: “Un vivo”. El embaucador oportunista que sabe sacar ventajas de cualquier situación, el farsante. Todo es posible.
No es correcto etiquetar a nadie a la ligera. Aunque teniendo “El Peregrino” frente a frente, despojado de sirenas, policías, ambulancias, camionetas, motonetas, y una masa heterogénea de dudoso origen, alguna etiqueta le sirve. Incluso, con mucha fe, la de que sea un embajador divino. De todo hay en la viña del Señor.