1) Entre 1986 y 2009 la República de Haití había vivido el fin de una tiranía, cuatro golpes de Estado, dos intervenciones político-militares, un embargo petrolero y comercial, políticas neoliberales de Estados Unidos que destruyeron la producción alimentaria nacional (por lo cual el propio Bill Clinton pidió públicamente perdón). Para colmo, en 2010 Haití sufrió la catástrofe más destructiva de la era moderna a escala mundial: un terremoto de 35 segundos que mató 300 mil personas, acabó con el equivalente al 120% de su PIB, derrumbó los principales edificios institucionales y enterró al 30% de sus funcionarios. Luego, 8000 personas morirían de cólera mientras que los infectados llegaron a 800 mil, y siguen aumentando. Así y todo, frente a tamaña crisis, un año después, en 2011, los dominicanos se enteraban que mientras el Cuerpo Especializado de Seguridad del Metro (CESM) contaba con un presupuesto de 109 millones de pesos, el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (CESFRONT) creado en 2006 apenas contaba con 77 millones de pesos. En todos los años siguientes, incluyendo 2015, el presupuesto del CESM ha seguido siendo más alto que el del CESFRONT, al que sólo corresponde el 1.15% del presupuesto asignado al Ministerio de Defensa. Respecto del Presupuesto General del Estado, los actuales 230 millones de pesos del CESFRONT representan un 0.04% del total del dinero de la administración pública. Habría que añadir que sistemáticamente el presupuesto sometido para la discusión del Congreso y el Senado, y el finalmente aprobado y convertido en Ley, han sido idénticos en lo dispuesto para la seguridad fronteriza. Esto es, las dos instancias más importantes del sistema político han estado de acuerdo en el grado de prioridad financiera de la entidad a cargo de la seguridad fronteriza. ¿Armoniza esto con la crisis absoluta que ha atravesado el lado oeste de la isla y el grado de “máxima prioridad” que la inmigración haitiana tiene en el discurso político y los medios locales?

2) Desde que existe la Declaración Universal de los Derechos Humanos y su versión regional, la Convención Americana (Pacto de San José) de 1969, la salud y la educación no son regalos. Todo Estado está obligado a garantizarlo a todo ser humano que esté en su territorio, no importa si proviene de Francia, Mozambique, Filipinas o Perú. Partiendo de esa base, valdría la pena poner en claro que según la Encuesta Nacional de Inmigrantes 2012 (la única fuente de información sobre inmigración en Rep. Dominicana, gracias a la colaboración ONE-Naciones Unidas-Unión Europea), los inmigrantes en el país aportaban alrededor del 5.4% del PIB, esto es unos 3300 millones de dólares según el PIB actual. De esos inmigrantes, el 87% son haitianos y haitianas, y ganan en promedio la mitad del salario que percibe el otro 13% de inmigrantes no haitianos. Pues bien, si sumamos el gasto público en salud y en educación preuniversitaria de 2015, veremos que es aproximadamente 3955 millones de dólares, y que de ellos, según los estimados del Ministerio de Salud Pública y del MINERD, los inmigrantes haitianos y los haitianos en tránsito se benefician a lo sumo (siendo muy optimistas) de unos 150 millones de dólares. En resumen, los haitianos y haitianas inmigrantes aportan económicamente en el país el equivalente al 72.6% de todo lo el Estado destina a gasto en salud pública y educación pública no universitaria, y apenas “consume” un 2.9% de esos recursos de gasto social. ¿Bajo esas condiciones, puede sostenerse que las atenciones en salud y educación que reciben los inmigrantes haitianos son “arrebatadas” como una “carga” para los dominicanos, es decir que no se lo ganan, o que son un regalo y no un derecho? ¿No valdría más la pena preguntarse, por ejemplo: porqué en República Dominicana la salud y la educación del pueblo cuenta tan sólo con un 6.3% de toda la inmensa riqueza producida?

 3) Según Index Mundi, de 221 países considerados, Haití está en el puesto 190 de los países que menos población reciben y más población sale al exterior, con una pérdida poblacional por migraciones de -4.12. República Dominicana no está en ese nivel, pero su puesto es el 164: la población dominicana migrante es superior a la población que llega al país, dando como resultado una pérdida de población de -1.93. Colombia, nación azotada por una guerra interna de más de 50 años, con millones de desplazados, muertos y desaparecidos, está en el puesto 139, es decir, 35 lugares mejor que nuestro país. Según datos de la ONU, ya en 2013 el 11.4% de la población haitiana y el 11.5% de la población dominicana habían migrado. Según el gobierno de EE.UU., entre 2000 y 2009, 203 mil haitianos y 291 mil dominicanos se hicieron residentes permanentes en Estados Unidos; 132 mil haitianos y 217 mil dominicanos se naturalizaron estadounidenses entre 2003 y 2012. La razón es muy sencilla: los dominicanos -como casi todos los originarios de los países sometidos al subdesarrollo y saqueados durante siglos- buscan mejores oportunidades así como ayudar a los suyos. En 2010, los haitianos que viven en el exterior mandaron a su país 1300 millones de dólares, alrededor del 25% del PIB. En 2013, los dominicanos mandaron al país remesas por 4200 millones de dólares, el 63% desde Estados Unidos y Puerto Rico.

Estos tres párrafos han sido escritos para poner en perspectiva los últimos dichos oficiales que se refieren a los inmigrantes haitianos y haitianas como una situación que "ha llegado al límite" y como personas que han cruzado a Rep. Dominicana “como Pedro por su casa”, expresión coloquial que se utiliza en toda la lengua española para referirse a alguien que actúa de manera confianzuda y sin miramientos, tomando y ocupando lo que no le corresponde, y sin querer respetar las normas de los dueños de un lugar. Eso se agrega a dichos recurrentes sobre los inmigrantes como “carga”, “fardo”, “situación que ha llegado al límite”, población proveniente de un país en el que no encuentran nada y se hallan “abandonados”, para buscar “las oportunidades que no tienen en su país”.

Tal vez los datos ofrecidos, fáciles de encontrar, permitan reflexionar. Los inmigrantes haitianos, en medio de una crisis de treinta años y una catástrofe sin parangón, han cruzado una frontera abandonada a su suerte por las instituciones y el sistema político dominicano, y esto es visible en cosas concretas y medibles como el presupuesto de la protección fronteriza, a pesar de que la catastrófica realidad demandaba todo lo contrario. Menos sentido aún tiene hablar de los inmigrantes como confianzudos e imprudentes que cruzan “a este lado”, si en la primera oportunidad que han tenido para regularizar su estatus, casi 300 mil han acudido al llamado, según el propio gobierno informa y exalta, de los cuales a lo menos el 80% son seguramente inmigrantes haitianos, que lo han hecho en medio de todas las dificultades mundo.

Por otro lado, los inmigrantes haitianos no reciben regalos, les asisten los Derechos Humanos y producen inmensas riquezas con el sudor de su frente y en condiciones salariales rayanas en la sobre-explotación. Incluso, si el pueblo dominicano de por sí recibe migajas de la riqueza nacional como gasto social, los inmigrantes con suerte acceden a unas poquitas, ínfimas comparadas con la valoración de su actividad económica. Los inmigrantes no viven muy diferente a la inmensa mayoría de los trabajadores dominicanos, cuya realidad cotidiana en sus hogares dista mucho del crecimiento de una economía desigual, concentrada en poquísimas manos, tanto en ingresos como en satisfacción de derechos.

Por último, si de huir de la miseria y buscar oportunidades en otros países se trata,  como medida del “abandono” de gobiernos y empresarios, es recomendable mirar décadas de migración dominicana incesante -en muchísimos casos indocumentada, como los yoleros-. Esto nos puede ayudar no sólo a comprender más a quienes llegan a esta tierra, sino también a mirarnos en el espejo, responsabilizarnos por la vida de más de un millón de compatriotas que han salido a un exilio de nuevo tipo, de los cuales recibimos las divisas y pareciéramos no vernos reflejados como país que parece flotar en riquezas y ha seguido expulsando población, desgarrando familias, atravesado por la desesperación. Grandes lecciones y nuevas ideas podemos sacar de pensar en todo esto.

NOTA: Las fuentes usadas para anotar los datos ofrecidos no se han insertado en el texto, para no hacer más denso el escrito. Si a usted le interesan, puede escribirme a boschlibertario@gmail.com.

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