El pasado 21 de marzo comenzó la primavera, la estación del colorido. También debiera ser una fecha de repercusión en la conciencia de todos los seres humanos porque es el “Día Internacional de la No Discriminación Racial”. Pero, lamentablemente, la fecha lo que nos genera es preocupación. Preocupación por la degradación moral y ética que vive la República Dominicana. Y una preocupación profunda porque en el país un grupo de personas ha estado enastando de manera persistente la bandera del racismo y del odio y con esa acción han tomado en su buena fe a otros dominicanos y dominicanas.
Los que promueven el racismo y el odio saben muy bien que están jugando con una candela peligrosa. El Holocausto cometido en la Alemania nazi durante la primera mitad de la década del 1940 es el resultado más execrable de ese sentimiento. Igual lo son hechos provocados por el racismo y el odio en otras latitudes, incluida la República Dominicana. Los que azuzan el racismo y el odio en tierra dominicana, además de una visión desfasada, actúan contando con la vista gorda de algunas instancias oficiales y con la confabulación de otros. Persistentes en sus posiciones excluyentes, tratan de negar sus acciones afirmando que no son racistas. Pero no pueden disuadir a la ciencia porque es una problemática estudiada por muchos especialistas nacionales e internacionales. Franklin Franco, en su libro Los negros, los mulatos y la nación dominicana, publicado en 1969 y reeditado muchas veces, demostró que desde la extinción de los indígenas de la Hispaniola la población dominicana pasó a ser predominantemente negra y mulata. ¿El odio y el racismo difundidos no se vuelcan también contra esa población dominicana predominantemente negra y mulata?
Para quienes quieren confundir y también para que los demás se dejen confundir, el francés Michael Wieviorka afirma que es posible identificar el racismo en la práctica. Y resalta cuatro planos o niveles en que se manifiesta. En su escrito titulado “El Espacio del racismo” (México: Paidos, 1992), el autor dice que la primera forma es el “Infrarracismo” y en la misma “Se observa la presencia de doctrinas, la difusión de prejuicios y opiniones con frecuencia más xenófobos que propiamente racistas, o vinculados a identidades comunitarias…” Nosotros preguntamos: ¿se percibe algún parecido en la sociedad dominicana?
El segundo momento Wieviorka lo llama “Racismo fragmentado” y nos dice que “Aparece como tal, abiertamente manifiesto, cuantificable, por ejemplo en los sondeos de opinión. La doctrina, que ya está más extendida, anima a un número mayor de publicaciones, de círculos y de grupos influyentes.” Nos volvemos a preguntar: ¿No hay ningún parecido con el momento actual que vive la República Dominicana?
El tercer momento el autor lo llama “Racismo político” y sostiene que aquí el “racismo se convierte en el principio de acción de la fuerza política o parapolítica; el racismo mismo se hace entonces política, animando debates y ejerciendo presiones, movilizando amplios sectores de la población, creando un contexto favorable a una violencia reducida o utilizando él mismo esa violencia como un instrumento en una estrategia de toma de poder”. Otra vez nos preguntamos: ¿Congregar una multitud en un parque público, llamar traidores a la patria a quienes defienden una posición contraria, pedir la muerte de los supuestos traidores y comenzar luego las amenazas de muerte, no se parece a hechos recientes del país? ¿No es eso amenazar con hechos de sangre un evento que conmemoraría el “Día Internacional de la No Discriminación Racial”?
El cuarto y último momento, según lo señala Wieviorka, lo llama “Racismo estatal” y sostiene que es “a partir del momento en que el Estado mismo se organiza de acuerdo con orientaciones racistas, desarrolla políticas y programas de exclusión, de destrucción o de discriminación masiva, exige a los eruditos y a los intelectuales que contribuyan en este esfuerzo, moviliza los recursos del derecho para afirmar sus categorías raciales, y estructura las instituciones en función de esas categorías.” Que alguien nos diga si existo o no una similitud con lo ocurrido recientemente con esa Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional dominicano.
Con motivo del Día Internacional de la No Discriminación Racial, queremos hacer un llamado a la conciencia de los dominicanos y dominicanas con preocupación por el futuro genuino de nuestra nación para que volvamos la vista al dominicano más puro de toda la estirpe nacional: Juan Pablo Duarte. Nadie encontrará nunca ni un ápice de racismo ni de odio en las acciones y en los escritos del padre de la patria. Volver a Duarte es la solución, él es la guía. Por eso hacemos un llamado para no dejar que crezca el odio que quieren hacer germinar en el país. Un llamado ferviente para que no permitamos que el dio se instale en el futuro dominicano.