Las historias literarias y artísticas de Italia son, al día de hoy, inabarcables.  Estructuras, funciones y formaciones ideológicas se originan a partir de productividades verbales, tanto en el mundo clásico, como a partir de modernidades generadas desde la poesía y las prosas escritas y habladas en “Vulgar”. Las mismas historias cruzadas de las lenguas vulgares o de la “Volgar lingua”, han creado desde finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV textos expresivos, llamados literarios, pero donde la noción de “género” gozaba de libertad, en un momento en que preceptiva, cultura y literatura constituyeron fuerzas de lenguaje y estilo.

La zozobra lingüístico-literaria preclásica,  sirvió de laboratorio y al igual que en toda Europa las lenguas, diccionarios y gramáticas cobraban valor en la llamada oposición culto-popular, asumida bajo la relación latín-romance o vulgar.  La historia de estas oposiciones ha logrado aclarar, formular, reconocer aspectos, fórmulas idiolectales y sociolectales surgentes de los dialectos neolatinos.

El clasicismo fijado por Pietro Bembo en sus Prosas de la lengua vulgar se volvió “preceptivo”, dada su formación greco-latina, observable en sus Prosas…  y en obras tales como: Los Asolanos, De Aetna, Encomio de Helena, Oratio Ad Venetos, Lettere, y otros textos que marcaron la entonces temprana y tardía tradición romance.

El cultivo o coltivazione de texto y usos verbales romances son señalados en las lecciones, traducciones y anotaciones de Max Henríquez Ureña.  Según señala nuestro autor, textos como El Cortesano de B. Castiglione, El cultivo de Luigi Alamani, Il Galateo  de Giovanni della Casa, Calandría, del Cardenal Bernardo Dovizi, Italia Liberata dei Gotti, de Trissino, entre muchas otras, fueron conformando un discurso literario y cultural de específica significación para la Geografía literaria y dialectal italiana.

La historia de las imitaciones aclara bastante sobre la producción literaria de aquel período.  Así lo destaca Max en gran parte de sus lecciones.  La Divina Comedia, la Eneida, la Calandria, Horacio, la Iliada, la Odisea, y otros modelos literarios preclásicos y clásicos eran imitados por autores vulgares e impresores marcados por la frontera entre la latinidad y neolatinidad.

MHU señala que:

“…como eco del verso blanco proclamado por Trissino, tenemos una aceptación de la Eneida, por Anníbale Caro (1507-1566), famoso también como maestro del género epistolar.  Al mismo tiempo, lo que prevalecía en el teatro era la tendencia realista señalada por Ariosto, Maquiavelo y Aretino, con mayor o menor espíritu de picardía, que también se encontraba en Calandria, comedia derivada de un cuento de Boccaccio, por el Cardenal Bernardo Dovizi (1470-1520).  Hubo un buen número de autores que cultivaron este tipo de comedia, pero al mismo tiempo adquiría nuevo carácter el teatro popular, basado en las farsas locales, algunas veces se echaba mano del dialecto de la región, lo que ocurría con las farsas que escribía y representaba el actor paduano Angelo Beolco” (Ibídem.).

Max describe la producción artística y literaria tomando en cuenta los aportes historiográficos que la modernidad ha considerado deseable para establecer obras, personalidades y lenguajes de comunicación y significación en el período 1500-1600.  De ahí que sus panoramas surgentes de las lecciones, comprendan no solo materia literaria, sino también artística:

“Los actores del norte fueron los que, de esta suerte, crearon la Commedia dell’ Arte, que se improvisa en escena en cuanto a las palabras, y que empezó alrededor de 1560 a 68.  Esa comedia se extendió bien pronto por toda la Italia y aún por el resto de Europa, por sus tipos y personajes alcanzaron enorme popularidad, como Pantalón, Arlequin, Spavento, Pulcinella…” (PP.57-58).   Max Henríquez Ureña conoció el teatro, la ópera, la música italiana y con ella la misma historia de la música y el teatro lírico, pero también la historia de la producción artística entre 1460 y 1650.

En cuanto a la novela, Max destaca aspectos literarios propios de dicha formación:

“En la novela también había arraigado el modo realista, siguiendo el ejemplo de Boccaccio, y en ese orden se destacó como cuentista Mateo Bandello (1490-1560), que dejó más de 200 novelas cortas.  Otros quisieron competir con él, pero entre todos los que escribieron narraciones y cuentos en esa época solo merece mencionarse especialmente Giovan Francesco Straparola, autor de las Piacevoli Noti, colección de cuentos que alcanzó rápida popularidad dentro y fuera de Italia”.  (Ibíd.)

La literatura y el arte se cifran en sus vidas de artistas y creadores literarios:

“Todavía encontramos una muestra singular de la prosa de entonces en la autobiografía de Benvenuto Cellini (1500-1571), el gran artista y condotiero, que cuanta con naturalidad hechos de su vida con realismo plausible, a su lado hay que mencionar a Giorgio Vasarí, de Arezzo (1511-74), que se hizo famoso con su serie de biografías: Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos”. (Ibídem.).

La importancia que en MHU le acuerda a la historiografía artística y literaria italiana se hace visible en la puesta en valor de su autoría y productividad orientada al conocimiento y a la valoración crítica, histórica y cultural.  La línea explicativa y doxográfica asumida por Max para caracterizar la literatura italiana preclásica, y postclásica a través de sus lecciones y notas dispersas divulga y permite conocer el fenómeno arte-literatura mediante su exégesis histórico-critica.

Según nuestro autor:

“Párrafo aparte requiere Teófilo Folengo (1496-1544), mantuano que empezó por demostrar vocación religiosa y se hizo monje benedictino a los 21 años; tuvo después una crisis moral y volvió al siglo, pero diez años después regresó, arrepentido, al claustro.  Se valió de una burda mezcla de latín con formas diversas de dialectos italianos, lo que se llamó desde entonces “Latín macarrónico”, que aunque en forma humorística solía usarse entre estudiantes, pero nadie había usado, aunque fuera también humorísticamente en forma literaria”. (Ibídem.).

Max adopta una forma de lectura a título de comentario puntual sobre la obra de Teófilo Folengo, tomando en cuenta los actos biográficos y vocaciones del mismo, pero además, el tipo de obra escrita adoptando el humor como forma literaria.  A propósito de Baldus, obra principal de Folengo publicada en 1517, nuestro historiador la describe como: “…narración picaresca de la vida de un muchacho que se ha criado entre labriegos y después de leer los libros de caballería, realiza toda clase de hazañas ridículas, escoltado por un grupo de malandrines, gigantes y monstruos”. (Ibíd. Loc.cit.).

Según MHU, Teófilo Folengo había leído El Quijote, lo que supone que dicho autor era un asiduo lector de novelas de caballería en cuyos valores se observan la aventura, el viaje en situaciones difíciles, los enredos familiares y extra-familiares y otras hazañas propias del período.  Dentro de su obra aparece el Orlandino que es obra donde se destaca la “Parodia de la época juglaresca”.

Otro tipo de comentario al respecto se hace visible en la misma Lección duodécima, a propósito de autoría, valores, exégesis, historia y biografía de autores.