En septiembre de 1989, con motivo del 50º aniversario del comienzo de la II Guerra Mundial, la revista Time lanzó una edición especial. Entre las piezas más interesantes de esta publicación estaba un reportaje, característico del buen periodismo estadounidense, contentivo de las respuestas a la pregunta ¿Dónde estaba usted ese día?, dirigida a personajes que para la fecha del acontecimiento de interés eran jóvenes pero con el correr del tiempo seríanfiguras descollantes.
Se obtiene mucho para la comprensión y el estudio de la historia que los protagonistas o espectadores de los acontecimientos publiquen sus vivencias mediante artículos, entrevistas o memorias. El importante libro de Roberto Cassá “Movimiento obrero y lucha socialista en la República Dominicana”, por ejemplo, apoya la documentación en numerosas entrevistas a participantes directos de sucesos en las épocas que abarca.
Me alentó mucho la columna de Lipe Collado, ayer, aquí en Acento.com (“El sábado vulgar de 49 años atrás”), en la que el destacado periodista y escritor narra lo que fue la tarde del 24 de abril de 1965 para él y sus amigos en el barrio San Carlos, en las cercanías del Mercado Modelo. Me doy cuenta de que fue lo mismo que se vivió aquella tarde y prima noche por miles de jóvenes en la Capital.
Cuenta Lipe: “Aquel sábado 24 de abril de 1965 el sol de primavera había irrumpido con látigos metálicos candentes pero luego del mediodía el cielo se fue vaciando de nubes blancas resplandecientes, y surgieron nubes grisáceas.Recuerdo el consistente calor que me había impuesto despojarme de la camisa en mi casa, la No. 80 de la calle Delmonte y Tejada, de San Carlos”.
Yo, por mi parte, recuerdo bien el calor pero nada sobre el sol ni las nubes. Al igual que Lipe, hacia un rato que acababa de comer, en mi casa, la No. 3 de la calle 29 Este del ensanche Luperón. Agobiado por el calor y sin nada que hacer me había recostado en un sofá de caoba con asientos de pajilla. A mí no me despertó Tribuna Democrática con el discurso de Peña Gómez y La Marsellesa de fondo, sino el toque al unísono de, al parecer, decenas de bocinas de vehículos. No acerté a determinar el origen de los bocinazos acompasados pero debieron proceder de las cercanas avenidas Barney Morgan o Albert Thomas, tal vez hasta de la 17.
El caso es que me puse los zapatos y salí raudo, sin decirle a mi mamá. Me encaminé rumbo a la avenida Duarte, por la Normal, donde llegué en pocos minutos. Ya en la 17 me había topado con gente que corría con rumbo sur, a los cuales me uní sin preguntar nada. Todo el mundo corría hacia el sur, “para allá abajo”, como se decía entonces.
Vine a saber algo tras cruzar la avenida Mella, ya en la calle Duarte luego de pasar el colegio Serafín de Asís, (calle Mercedes) cuando en un colmado de la esquina Luperón o de la Salomé Ureña me detuve junto a junto a un grupo que escuchaba en una transmisión radial a un oficial de la Policía a quien le preguntaron qué pasaba y respondió: “Nada, que habían tratado…. etc., pero ya esos maricones están presos”. Luego supe que al parecer se refería al apresamiento de Peña Gómez, Freddy Beras Goico y otros que habían tratado de tomar Radio Santo Domingo, pero fueron detenidos.
Reduje la velocidad pero continué hasta El Conde, donde doblé a la derecha, hasta llegar a la Sánchez. Parte de la masa enardecida se dirigía hacia la emisora desde la cual transmitía sus programas el comentarista de extrema derecha Rafael Bonilla Aybar (entre Conde y Nouel), a quien la población atribuíadestacada participación en el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963. De seguro pretendían lincharlo. El lugar, que debióestar en la segunda planta, loprotegían policías antimotines de los denominados “Cascos blancos”. Me hallaba a pocos pasos de la Sánchez cuando los policías abrieron fuego contra la multitud; nunca supe si era al aire o hirieron a alguien. De todos modos lograron su propósito porque nos dispersaron. Yo retrocedí hasta la Mercedes, doblé a la derecha en la Palo Hincado y luego a la derecha en la calle JoséJoaquínPérez al ver una “perrera” de la Policía que veníasubiendo. Apresuré el paso, pero cuando los policías pasaron frente a “Radio Guarachita” me lanzaron una bomba lacrimógena. Mi memoria recoge la imagen de la granada echando humo y dando vueltas hacia mí, cuando sentí varias manos que me frenaron y me halaron de la acera de cemento pulido hacia dentro de una casa. Allí me asistieronsuministrándome limón, agua y una toalla mojada. Cuando el humo se disipó un poco, reanudé mi marcha de regreso, por toda la Mella, hasta la calle José Martí.
No pude percatarme en qué situación estaba el cuartel de la Policía frente al parque Enriquillo, porque doblé en la calle Félix María Ruiz para tomar la Juana Saltitopahacia arriba y parar en la casa de mi hermana Miladys (número 75, entre Ravelo y Caracas).
Aunque en ese momento no podía darme cuenta de ello, yo formaba parte de una masa que corría instintivamente desde distintas partes de la ciudad para converger en el Parque Independencia, para entonces centro espiritual de Santo Domingo. (Si ahora se produjera una vaina como la del 24 de abril de 1965, no sé hacia donde se dirigirían las multitudes ¿A la Duarte con París?, ¿a la Lincoln con 27?, ¿a Megacentro? No sabría decir, pero estoy seguro de que no será hacia el Parque Independencia)
Cuando regresé a mi casa ya era de noche y la ciudad estaba en efervescencia, se percibía el murmullo de miles de conversaciones y comentarios, acababa de estallar un movimiento cívico-militar que en pocas horas depondría al gobierno de facto del país, dando inicio así a la Guerra de Abril de 1965. Este movimiento tenía originalmente como único objetivo restaurar a las autoridades nacionales electas el 20 de diciembre de 1962 y que habían sido derrocadas el 25 de septiembre de 1963. Sin embargo, los acontecimientos se desbordarían, desembocando en una rebelión de las clases subalternas urbanas que, aunque nunca llegaría a cuestionar el Orden vigente, sumió al establecimiento social dominicano en el más serio trance de su historia.