La novela de Pedro Mir revela sus alcances en lo que el autor vive como huella, límite y memoria. Así las cosas, los transcursos novelescos conforman las acciones reconocidas en sus secuencias narrativas. De ahí su trazado temático y verbal:
“…y tendrán razón en el sentido de que ninguno de nosotros había nacido ni durante ni mucho después de aquellos dos años fuertes a los cuales acabo de referirme pero si nosotros comenzamos a buscar en nuestros antepasados y a rastrear de siglo en siglo las costumbres y los hábitos y la forma de vida y de esperanza que nos caracterizan en la actualidad o aquello a lo que algunos llaman tristeza y otros pesimismo y algunos holgazanería y a veces hasta necesidad de que nos gobierne una mano dura por más que naveguemos con buen viento en dirección de pasado tendremos que detenernos en esa muralla de fuego que separa la muerte rotunda de continuidad eterna porque es imposible avanzar más allá sin encontrar no lo que somos nosotros sino lo que fueron ellos o los habitantes españoles de una colonia española durante una época española por cierto deslumbradora y hasta opulenta y prodigiosa en un momento dado pero desaparecida al fin en el humo y en la llamarada con sus hidalgos con sus torneos de naranjas en lugar de saetas de hierro y sobre todo con su propiedad privada de tono caballeresco que llaman feudal y amparada en este nombre orgulloso de la Española que parece el de una bailarina de tablao flamenco o una diva de cante jondo condenada a disiparse con los años de su juventud y de su sensualidad y por eso tenemos que detenernos en el lado acá del gran incendio donde solo encontraremos una comunidad dispersa de seres desagraciados que no pudieron escapar de las ruinas humeantes y que al despertar de aquella pesadilla descubrieron que eran los propietarios de todo aquel territorio de donde habían emigrado la propiedad privada y los portadores de ella dejando además un prodigioso ganado para ser disfrutado en común por todos y fue así como nuestros adanes y evas fueron arrojados del paraíso…”(Ibídem.)
La concatenación de fórmulas narrativas en las macrosecuencias conectadas por nexos temáticos y formales, obliga a cohesionar fábula y diégesis en un movimiento de estructuras, tiempos, actores, conexiones temáticas, funciones y correspondencias que colaboran y a la vez desarrollan los narratemas, núcleos o tópicos de dicho texto novelesco.
Es así como la relación entre espacio, personaje, historia y leyenda conforma una macrorrelación o macroestructura propia de este tipo de textualidad:
“… perdóneme Don Quique pero dicen algunas personas que si hubo hatos antes y los hubo después deben los unos haber sido la continuación de los otros y esto indicaría que la búsqueda no puede detenerse en la frontera de fuego como dice usted sino más allá en la colonia española desaparecida por favor no me mencione los hatos del siglo XVI cuando las devastaciones del siglo XVII pulverizaron la economía y disiparon a los hateros y desapareció la propiedad privada de la tierra y los títulos de propiedad y la noción misma de propietario fueron consumidos por las llamas porque de esos hatos lo único que perduró porque afortunadamente no se nos quemó el idioma fue la palabra hato con la cual se empezó a designar tardíamente tal vez a fines de ese último siglo una forma peculiar de relaciones de producción vinculada a la propiedad comunitaria de las tierras pues ustedes habrán leído seguramente al historiador Antonio Delmonte y Tejada al más antiguo de todos y hatero el mismo y se habrán enterado de que ese sistema era completamente desconocido en otras partes y si alguien debía saberlo era el señor y quien se refiere a esto también deberá referirse a la desaforada carrera de mi padre que veía en la intervención del sistema de explotación de la tierra a la que debía este país su configuración y su fisonomía secular aunque no pudiera comprender que como todo sistema histórico estaba condenado a desaparecer y ser sustituido por otro más moderno a menos que él pensara como pienso yo que esos cambios no debieran tener por motor a una intervención extraña sino a la comprensión y el esfuerzo de nosotros mismos y por eso una vez más debemos insistir en que si la naturaleza de los terrenos comuneros hubiera sido conocida a fondo aquellos miércoles no hubieran traído estos estiércoles sin que tenga que volver a Romanita y a Analicia para explicar cómo la conducta de la una y los encantos de la otra proceden de las mismas raíces territoriales y bien queridos míos dentro de poco no quedará en nuestro país un solo centímetro de tierra que no se encuentre debidamente comprendido en su correspondiente cerca y tal vez a alguno de ustedes ante la eventualidad de que las tropas americanas abandonen el país y el poder público vuelva a sus legítimas manos se le ocurra preguntar
Y qué hacer acerca de la cerca…” (Ibídem.)
La consecutividad textual arroja datos mediante una lectura llevada a cabo por líneas internas y de líneas de superficie que hacen visibles, por lo mismo, las líneas de relato. Los tiempos de la interpretación plasmados por el narrador y el autor construyen la doble voz y el doble movimiento de la historia. Y no se trata solo de Silvestre o del viejo Villamán, Analicia o Romanita. Se trata más bien de la sustancia misma de la historia, de una dialéctica de la lectura y la escritura que produce los efectos de representación de roles históricos, tanto en la novela como en el novelar.
En efecto, los traductores de espacio y de tiempo movilizan en la novela un campo de tensión imaginaria en el que se manifiesta la historia como narrativa y narratividad, al tiempo que el argumento propiamente histórico se dirige a un lector implícito y explícito.
Las peripecias de Bonifacio Lindero, Silvestre y Francisco Villamán, corresponden a una realidad propia de una política epocal y una movilidad anómala. La novela es un mundo, un camino que revela los signos y momentos de un contexto social, toda vez que el orden real y el orden subjetivo funcionan como dos caracterizadores dinámicos y relacionales que van a determinar, en su ritmo, el universo de la novela como texto y escritura.
Pero los movimientos de grupos sociales y personajes marcados por sus contextos de vida, engendran posibilidades, necesidades y fondos de vida social que ejercen presión sobre los diferentes sujetos afectados por sus mismas vidas en conflicto y determinación social.
El sello novelesco adoptado por Pedro Mir desde el experimentalismo narrativo activa, tal y como hemos sugerido a todo lo largo de este ensayo, las principales macroestructuras narrativas, englobantes de secuencias y eventos posicionados en la línea general de narración. Los núcleos de secuencias permiten reconocer, no solo acciones y personajes, sino también roles, fuerzas actanciales al interior mismo de la novela. La significación que logra la estructura de continuidad como dispositivo de desarrollo, sugiere y reposiciona a los principales actores y narradores, tal y como sucede en la “Introducción tardía”, a propósito de toda la información de Francisco Villamán en el marco de la primera ocupación de 1916 y con el nacimiento de la agrimensura en el contexto de lo que promete la ley 529 sobre la propiedad de los terrenos comuneros.
La cerca es lo que permite establecer el lindero, lo que delimita una propiedad legal o ilegalmente adquirida, tal como se hace observable en el capítulo de marras. Pero, en el contenido y el modo de narrar el acontecimiento, asistimos no solo al espaciamiento de los eventos o sumas de eventos, sino también a la puesta en lugar, tiempo y recepción de los tópicos, imágenes históricas, personajes, roles y acciones del, y, en el mundo histórico dominicano.
Entendemos que un estudio más sostenido sobre la “forma” de la novela, podría generar explicaciones más seguras sobre las relaciones sociales, políticas, económicas, culturales y morales propias del contexto de las primeras dos décadas del siglo XX en la República Dominicana. De ahí la necesidad de una lectura interna y contextual a propósito de esta novela de Pedro Mir.
Cuando amaban las tierras comuneras particulariza en su escritura un uso estructural de funciones narrativas en el cual podemos advertir el empleo estratégico de una semántica del contenido textual y una semántica-sintaxis de los elementos nexuales y categoremáticos explicables por la conexidad conjuntiva, proposicional, pautas narrativas, articuladores lógicos y otros elementos que contribuyen a fijar los contenidos y fórmulas de la novela en cuestión.
Es importante destacar en el marco de un proyecto de lectura inmanente y contextual de esta novela, los complementos históricos, jurídicos, culturales y económicos visibles en el desarrollo textual de dicha novela y el papel memorial, en este sentido, expresamente acentuado por el autor en toda la línea poético-argumental de la misma. Los núcleos de comienzo, de desarrollo y de cierre, concatenados a todo lo largo de la trama, crean las posibilidades de articulación textual y posicional del trazado narrativo. Signos políticos, conjunciones políticas e imágenes de mundo crean las correspondencias significantes y significativas en todo el trayecto verbal, espacial y temporal de la novela.