En  conmemoración de los 460  años de la muerte de Ignacio de Loyola el 31 de julio, dedico este ensayo a los jesuitas  de las Reducciones del Paraguay que leyeron lo signos de los tiempos, armado con la fe y la  justicia, se plantaron en dos pies. Impulsaron un proyecto con dignidad de protección  a los indígenas en la zona del río Paraná,  utilizando  estrategias de alianzas locales  en contra   de  las Encomiendas y cualquier sistema de esclavitud, en tiempos convulsos, bajo la hegemonía dual española-portuguesa  de finales del siglo XVII hasta su expulsión en el  1767.

Este fragmento, del liderazgo de Loyola, está tomado del libro de la Conquista del poder para la buena gestión. 

La construcción  del liderazgo de Ignacio de Loyola está marcada por su formación militar y su experiencia mundana.  Además fue capaz de:

a) leer los signos vitales de su tiempo e idear un gran proyecto;

b)  no arrinconarse por sus  limitaciones, como  la vejez, para enfrenar su desafío, lo que implicaba la formación y el discernimiento  de las  estrategias que le permitieran reconocer su proyecto frente a un poder eclesial  duro y centralizado;

c)  persuadió a otros para su gran  causa: formó un equipo.

El carácter militar

Como hombre de armas forjó su carácter militar, lo cual contribuyó a mostrar una imagen de firmeza y direccionalidad en su proyecto. Similar a otros hombres de la época, Ignacio vivió intensamente los ideales caballerescos juveniles. Se arraigaron de tal modo en su personalidad, que persisten de una manera u otra a lo largo de toda su existencia, como reflejan sus escritos autobiográficos.

El código caballeresco de la época tenía objetivos claros: honor y valentía. Participó en una época de transformación de los ejércitos y de los combates militares. Dado el ambiente de la literatura caballeresca y hagiográfica que tanto le entusiasmaba, tuvo ocasión de ponerlo en práctica como combatiente al servicio del Duque de Nájera en la defensa de Pamplona. Ocurrió el milagro: la herida de bala en la pierna fue el acicate para su conversión a la fe cristiana, lo cual supuso un cambio radical en el derrotero de su vida. Preparó toda su artillería pesada para ponerla al servicio de su gran causa: La Compañía de Jesús.

En definitiva, este legado de la disciplina militar forjada por Ignacio de Loyola se traduce en la formación de líderes con carácter y astucia para discernir el peligro y la maldad cuando se disfraza de bien. Sirvió de inspiración a líderes políticos de la talla de   Bill Clinton y Fidel Castro, entre otros.  Quedan fuera esos estilos pusilánimes y de escaso talante en el modo de proceder de su fundador.