Siempre hemos estado de acuerdo en el principio de que un pastor o líder evangélico debe tener como premisa principal, cumplir con el mandato bíblico de realizar los trabajos de la fe y dejar a los políticos la lucha terrenal por el poder que pretende invadirlo todo: sindicatos, asociaciones, y ahora en estos últimos tiempos quiere seducir a cualquier costo a siervos del señor.
Lamentablemente y en honor a la verdad, prácticamente en la sociedad dominicana existen pocos sectores que no están permeados por la política partidaria. Por ejemplo, tenemos los gremios profesionales y sindicatos cuya dirección debe pasar primero por el filtro de sus respectivos partidos políticos.
Ese fenómeno ocurre en sociedades subdesarrolladas con poca institucionalidad en la cual los grupos o asociaciones son literalmente comprados como botín político, por lo que con el tiempo se convierten en entelequias a favor del gobernante o partido político de turno.
Ahora el sistema político quiere ejercer influencia (desde hace tiempo pero se agudiza actualmente) en el liderazgo evangélico que debe estar ocupado básicamente en las necesidades espirituales de sus respectivas comunidades, por lo que he advertido que la grey del señor no puede convertirse en “moneda de cambio”.
Con esto no quiero decir que un líder religioso que tenga vocación política no pueda hacerlo; lo que se cuestiona es el hecho de que el compromiso sagrado de servir a Dios a su iglesia y su comunidad quede relegado por coyunturas políticas del momento y que su compromiso sea simplemente una adhesión a determinados intereses.
Tampoco quiero decir que no debe haber diálogos o espacios de reflexión Estado-iglesia en la dinámica sociopolítica de buscar alternativas para trabajos de acompañamiento como por ejemplo prevención del delito, mediación de conflictos, educación en valores y otros aspectos.
Son casos dignos de estudio de la llamada politología de la religión, una de las disciplinas más novedosas de la politología, que estudia los aspectos sociopolíticos del ejercicio religioso o el impacto de la política en la religión o de la religión en la política.
Creo que debemos enfocarnos en el aspecto Cristocéntrico para el trabajo eclesial, el objetivo del ministerio del Señor Jesucristo enfocado en el evangelio de Lucas capítulo 4 que dice: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Ahora bien, nos cabe preguntarnos ¿Implica el modelo Cristocéntrico de lo que debe ser el ministerio de los líderes y pastores, tomar en cuenta o adhesionarse a lineamientos políticos para alcanzar influencia social? A esta interrogante contestamos que no.
La misión de la iglesia o el trabajo de los líderes religiosos no está en el apoyo de objetivos coyunturales del momento para favorecer a tal o cual grupo que está en pugna por determinados intereses políticos.
Podría haber en determinado momento una relación estrecha entre los valores políticos esenciales puros, sinceros y los valores religiosos, sin embargo tanto el ejercicio político como el religioso deben preservar su autonomía.
Los pastores somos los responsables ante la sociedad y ante Dios sobre el descontento o la falta de aliento que provocan las posturas o las opiniones que adoptemos descuidando el compromiso primario de servir a Dios y a la comunidad.