Rabat. En el momento que escribimos el mundo vive la situación generada por la pandemia del COVID-19 o coronavirus. Los gobiernos, anticipando el impacto económico del confinamiento, han lanzado planes de ayuda económica para palear los efectos de la crisis que se avecina.

En la esfera de la izquierda que busca “imaginar nuevas realidades” se habla del fin del capitalismo, en su versión más salvaje, mientras lo que se proyecta es un escenario de concentración económica donde grandes grupos empresariales podrían absorber miles de pequeñas y medianas empresas.

La caída de los precios del petróleo podría generar una nueva realidad que tendrá consecuencias políticas y económicas. Dos países exportadores, Arabia Saudita y Rusia, en principio buscaron aumentar su producción e incidir en la sostenibilidad de las operaciones de los petroleros americanos, para los cuales, resulta más caro extraer el oro negro. En la OPEC+ se ha acordado una reducción del 10% de la producción. Aunque el Presidente Trump ha agradecido el gesto todavía es difícil medir el impacto de la medida.

Los expertos están pronosticando un cambio en el balance de la hegemonía mundial. Sus análisis los sustentan en las respuestas de los gobiernos a la presente pandemia. Parecerían dar razón a Parag Khana en el sentido de que el futuro corresponderá al continente asiático.

En los análisis y planteamientos, no faltan alusiones a Franklin Delano Roosevelt o citas de Winston Churchill. En la campaña presidencial de Estados Unidos, Joe Biden, virtual candidato del Partido Demócrata esta proponiendo un nuevo “New Deal”.

El New Deal fue un conjunto de políticas implementadas por Franklin Delano Roosevelt, quien llegó a la presidencia de los Estados Unidos en medio de la crisis financiera en 1933. Se centraron en el trabajo y la seguridad social, creando leyes de protección al empleo y derecho de asociación de los trabajadores. También se logró la institucionalización de la ayuda social lo cuál quitó poder al gobernante de turno para manejarla con fines políticos. Su legado,  el cuál cuenta con gran número de adeptos y detractores, se puede ver en dos hechos; la consolidación del sistema democrático americano y la consecución de una sociedad más igualitaria, como bien explica Paul Krugman en el libro “La conciencia de un liberal”. Recordemos que FDR fue electo en cuatro ocasiones, rompiendo lo que en ese momento era una tradición de los gobernantes americanos, la reelección inmediata limitada a un período. En 1947, el legislador americano introdujo la 22va enmienda a la constitución para prohibir la reelección consecutiva, sistema que sigue vigente al día de hoy.

El legado de Winston Churchill, tan celebrado como criticado, podrá ser evaluado por su rol como Secretario de las Colonias, desde donde se procuró la creación de varios países del Medio Oriente. También como First Lord of the Admiralty de la campaña armada de Gallipoli, en lo que hoy es Turquía, donde el fracaso de las tropas británicas lo que marcó fue el principio del fin del Imperio Otomano. Se lo podría ver como el Primer Ministro responsable de las hambrunas de Bengal, en la India. Sin embargo, es más recordado por su rol en la coalición de países aliados que ganó la segunda guerra mundial. La victoria se atribuye tanto a su obstinación como al efecto que tuvo su elocuencia para motivar una nación. Los jóvenes pilotos de la Royal Air Force que pelearon por los aires, lo hicieron con menos aviones que la Luftwaffe Alemana, volando de noche con pedazos de aluminio para despistar los radares. Los jóvenes que llegaron por las playas a Francia, ocupada por las tropas alemanas, fueron los mismos desahuciados en Dunkirk, los cuáles, rescatados en barcos privados, volvieron al combate, pelearon por tierra, con tanques inferiores a los Panzer Alemanes. Los que resistieron bombardeos en las plazas de Londres, bien podrían haber pensado que todo aquello de “nunca nos rendiremos” era una locura de un megalómano y no la firme voluntad de un hombre con sentido de la historia, porque en ese momento, nadie tenia clara la magnitud de la amenaza nazi.

En la República Dominicana, en varios momentos de su historia, el liderazgo se ha puesto a la altura de las circunstancias, ante crisis de distintas magnitudes. Muchas páginas, discursos y hasta canciones se han dedicado al legado de Francisco Alberto Caamaño, nadie recuerda Palma Sola,  sólo la revolución de abril de 1965.

Para los fines de este escrito, me gustaría recordar dos eventos en la historia más reciente, la crisis de escasez de combustible, generada por la Guerra del Golfo, en 1990, y la crisis electoral de 1994.

En 1990, República Dominicana sufría una escasez de combustibles provocada por la Guerra del Golfo, donde Estados Unidos revirtió la invasión de Saddam Hussein a Kuwait a través de la operación Tormenta del Desierto. Ante la situación de escasez, un grupo de economistas convencieron al gobierno de Joaquín Balaguer, recién reelecto, a realizar reformas que resolvieron el problema de la coyuntura y sacaron al país de la autarquía económica que se vivía antes de la crisis.

En la crisis electoral de 1994, la reforma a la constitución para recortar el mandato de Joaquín Balaguer, no fue la única. Un grupo de juristas y legisladores de oposición, lograron introducir la creación del Consejo Nacional de la Magistratura dando el primer paso hacia la independencia del poder judicial.

En el contexto actual, el liderazgo político dominicano está llamado una vez más, a ponerse a la altura de las circunstancias, enfocando los esfuerzos hacia la superación de la pandemia con espíritu de cuerpo, no con acciones aisladas de impacto mediático. Esta situación nos toca a todos, los problemas de hoy se suman a los de ayer. Aunque quizás resulta ilusorio soñar con un gobierno de unidad nacional, como aquel en el que Winston Churchill ofrecía sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, sí podemos afirmar con más seguridad que el porvenir requerirá templanza, esfuerzo, ingenio y voluntad.