A partir de la visita a la biblioteca del profesor Guillermo Antonio Pérez Castillo, estando en quinto curso de primarias, con el profesor Aramis Antonio Jerez Álvarez, inicié a formar mi biblioteca con los libros escolares, mascotas y algunos libros de cultura general que me regalaban de obsequio. No tenía posibilidades económicas de comprar libros. No había heredado biblioteca de mis padres por ser ellos analfabetos. El Gobierno del Lic. Joaquín Balaguer Ricardo, les había cerrado a la juventud de conseguir un empleo en el tren administrativo.

Hoy en día, tengo una biblioteca, que he ido formando durante 50 años de lecturas. No será la mejor de Puerto Plata, pero ha sido mi legado y refugio, en donde mejor me siento plácidamente.

Formar una biblioteca, conlleva gastos de dinero y mantenerla al mismo tiempo. He tenido experiencias desagradables al prestar libros de mi biblioteca. Las veces que he prestado un libro, el mismo no he devuelto. Desde hace varios años decidí no prestar mis libros a nadie, para no perderlos. Perdí el tomo XIV de las Obras completas, de Eugenio María de Hostos. No me devolvieron dos libros sobre Turismo, de Ángel  Miolán. Estos dos últimos, no he podido reponerlos en el estante. Sí tiene un papel que dice quién lo tiene y en qué fecha fue prestado, aún no entregado. Así como otros tantos.

Me he llevado del consejo del reconocido poeta, escritor, académico, crítico literario, periodista, publicista y ensayista Lic. José Rafael Lantigua, que en un libro de su autoría reproduce un artículo que escribiera hace muchos años bajo el título El préstamo de libros, donde dice: “Aunque te condenen, aunque te murmuren, aunque se rompan los cielos y se abran las compuertas de los infiernos para amedrentarte, no prestes nunca tus libros, que hay muchas bibliotecas que se han levantado con libros prestados o perdidos.

“Hago la anécdota, que tal vez ya he contado otras veces, para desahogar mi impotencia al perder tres libros prestados a dilectos amigos en fechas recientes y ante mi insistencia de devolución la respuesta común—extrañamente común—ha sido: “Se me ha extraviado”. O peor aún: “Ese libro se perdió”.

“Ningún otro libro sustituirá al que pierdes, sobre todo si ha sido dedicado por su autor, o ha sido anotado con esos comentarios íntimos, personales, casi secretos, que uno escribe al margen de una línea o de un párrafo.

“Nada te devolverá la vida de ese texto único que pierdes y que ahora ya no está en el anaquel de tu biblioteca. En todo caso de mi  biblioteca, hecha de muchos años de inversión personal, de membrecía en clubes de lectores extranjeros, de intercambio o de obsequio, nunca de libros prestados o perdidos”. (La palabra para ser dicha. Santo Domingo, Editora Amigo del Hogar, 2012, página 330).

¡No presto mis libros!