El libre albedrío, comúnmente el hacer lo que nos dé la gana, hacer lo que queremos ha sido una idea muy discutida. "Free Will" le llaman en inglés y para no pocos filósofos es la idea central y ordenada de la libertad individual.
Variados estudiosos del cerebro buscan el módulo del libre albedrio. Algunos pueden llegar a pensar que son varios módulos funcionando en sincronización y hay otras variadas propuestas. Hasta que es algo no individual, sino un desarrollo social.
A mí me parece que el “libre albedrio” no es un problema científico o por lo menos no en sus inicios. Es una idea religiosa y en especial de la religión cristiana y occidental.
Es lo que nos hace libres de seguir una doctrina, un ser sobrenatural y nos permite ganar un cielo también sobrenatural e ideal, ideal no de perfecto, sino de irreal, de invento mental, así como nos inventamos llamar manzana a una fruta roja particular de algún lugar, que al principio era pequeño, pero que hoy está en todo el mundo. Igual le pudimos llamar mangos y a los mangos manzanas.
El libre albedrio es un par de palabras de una ilusión que muchos creen que es una cosa, otros mas estudiados piensan que es una función del cerebro y muchos otros (también estudiados) que es un hombrecito que vive en nuestro cerebro y decide por nosotros.
Si en vez de libre albedrio, pensamos en toma de decisiones, entonces si podemos estudiarlo como función cerebral, dónde ocurren en nuestro cerebro, cuales son resoluciones y cuales son rutinas automáticas que hacemos sin darnos ni cuenta y finalmente cuales decisiones son exclusivamente humanas y cuales observamos en nuestros parientes animales.
Daniel Kahneman, el psicólogo que ganó el Nobel en economía en el 2002, dividió el pensar en dos tipos, el pensar rápido y el pensar lento, también les llamo el sistema intuitivo o automático y el analítico que lleva mas tiempo y compara los futuros resultados.
Asombrosamente la información de ambos tipos de pensar y sus conductas consecuentes se originan en zonas profundas y evolutivamente antiguas de nuestro cerebro y ambos terminan en el lóbulo prefrontal, y desde aquí a zonas motoras y premotoras y a áreas de memoria donde producirán la conducta que sea (entendiendo por conducta interacción con el medio externo del individuo).
Este llamado lóbulo prefrontal ha venido a ser el último estudiado por las neurociencias. Primero, no es muy desarrollado en los animales de laboratorio y segundo, en los humanos su total desarrollo se inicia al final de la adolescencia y termina alrededor de los 25 años de edad.
En realidad, podemos decir que somos zombis con muy poco control sobre nuestras emociones y decisiones hasta los 25 años.
Ese cuento de que somos adultos a los 18 años es un arreglo social, para así poder enviar niños al ejército, y a la guerra, y bueno, así ha quedado en preceptos legales y todos nos creemos que después de cumplir 18 años ya tenemos cabeza para pensar, cuando en realidad es para comer, ver, oír, oler y por supuesto sentir y aparearnos y, claro, además hoy día llevar el peinado que nos dé la gana.
Con ese mundo de estímulos iremos formando las conexiones finales de
nuestro lóbulo prefrontal, que tiene varias áreas o módulos particulares.
Tenemos un área ventrolateral (vlCPF) que recibe conexiones de la amígdala límbica, nuestro centro del miedo clásico, y también de la ínsula y la corteza del cíngulo y esta vlCPF es la encargada final de nuestro pensar rápido y de los componentes emocionales de nuestras conductas.
Nuestro pensar analítico funciona en el área dorsolateral de la corteza prefrontal. Esta es la última en desarrollarse y la mas nueva evolutivamente hablando. R.M.Sapolsky, el neurobiólogo de Stanford University ha escrito que parece que los genes de esta zona permiten que las conexiones de sus neuronas se formen con la experiencia, nuestra historia personal, nuestras interacciones sociales y hasta nuestras enfermedades.
Y está conectada con muchas otras áreas corticales y mucho con el hipocampo, nuestro centro límbico de la memoria y procesa nuestra memoria del trabajo, toma de decisiones buscando patrones que compara para realizar una función ejecutiva y nos ayuda a focalizarnos cuando hacemos una conducta dada. Hace muchas otras cosas.
Y estos estudios no son correlaciones, demuestran causa y efecto. Empleando técnicas de estimulación magnética transcraneal, que temporalmente activan o desactivan áreas corticales se puede cambiar una toma de decisión moral, una decisión sobre un castigo o los niveles de generosidad y empatía de una persona y su tendencia a seguir órdenes o no, entre muchas otras conductas. Y el córtex prefrontal se ha estudiado mucho con esta técnica en humanos y primates.
El vlCPF y el área dlCPF generalmente funcionan al mismo tiempo, a veces en conjunto en una misma dirección, otras veces se superpone una actividad a la otra. Todo lo que hacemos y pensamos es el producto de nuestra biología, no hay hombrecitos en el cerebro ni “alma” dirigiendo nada.
Pero falta mucho, mucho por comprender. Porque ya la neurobiología conoce mucho, como promedio de grupos, pero no puede casi predecir nada en un individuo vivo. Para decir algo a la moda hoy en nuestro país, se sabe que un juez con hambre resulta en penalidades mas recias, mientras un juez saciado pronuncia condenas mas leves. Igual que un juez sentado en un sillón duro producirá condenas máximas y ese mismo juez en un caso idéntico, pero sentado en una cómoda y blanda butaca resulta en condenas mínimas.
Y es que cuando nuestro cerebro toma decisiones, no solo su experiencia, su cultura, sus creencias y sus conocimientos inciden, sino que además todo el estado del organismo. El área prefrontal recibe informaciones de otras neuronas, muchos neurotransmisores, hormonas, nivel de glucosa y oxigenación en sangre, son múltiples variables.
Como bien lo expresa Sapolsky, puede que sea posible que nunca nos veamos solo como algo biológico, pero recordemos pensar bien y pensar fuerte cuando decidamos juzgar a los demás; pero nunca olvidemos que nuestro cerebro no evolucionó ni para pensar bien ni para ser felices, ha sido simplemente para más y mejor sobrevivir y transmitir nuestros genes al futuro y claro, no nos gusta eso y nuestra corteza prefrontal nos inventa los mitos.