Hace ya algún tiempo que un amigo  me hizo llegar “Los cuentos fantásticos  de Juan Bosch” y al término de la lectura  saltó  a mi memoria  una versión patética de aquella “mancha indeleble”. Por ahí leí  que todos los libros se siguen los unos a los otros, pese a nuestras costumbres de juzgarlos separadamente.    Estos  juicios podrían ser más certeros  si habríamos leído, al menos, dos libros de un mismo autor.  Rescato de la memoria aquella tesis publicada en 1970 donde Bosch quiso darle una respuesta al país cuando los hechos ahora confirman que dicha respuesta debió haber sido a sí mismo: “El primer paso: Dictadura con respaldo popular”. Anticipo que dicha obra ha sido poco leída y que al mismo tiempo su autor prefirió engavetar  una teoría que yo intento ahora rescatar del basural del olvido. Como si este no haría más que ratificarme que pertenezco a una nación que ha perdido una larga batalla contra su propia memoria: ¡Una nación que se desintegra  como un castillo naipes!

A pesar  de mi corta edad  en aquella época, recuerdo una de las tantas frases preferidas de Bosch: “Hay que sacarle las garrapatas al buey”. Desde entonces, he buscado respuestas hasta darle un color maléfico a dichas garrapatas y creo que gran parte de los intelectuales ya pasaron esa página al otro lado. Sin embargo, vengo a decirle a la nación que todo  parece indicar que esas garrapatas a las que tanto detestaba el propio Bosch han adquirido tres   colores ya emblemáticos: unas son de  blanco pálido  y otras usurparon el humilde color de la berenjena; y las rojas adquirieron ese color en  una refriega que le costó uno de los descalabros moral que registra la historia contemporánea de la nación.   Dichas garrapatas han hecho algo trascendental: ¡Están aún pegadas de las tetas de la nación! En otras palabras aquellas garrapatas; unas blancas, unas rojas, y otras moradas, que al fin son las mismas, pasaron de una elucubración ideológica a chuparse el patrimonio nacional.

De aquel libro enviado por mi amigo he llegado a la conclusión de que  lo único que no era fantástico era precisamente el mismo autor: Bosch, quien jamás supuso que sus fantasías  eran las aspas con que sus discípulos construirían luego el molino  que  hoy tritura  a  la nación. Tampoco pensaría el ilustre escritor que dicho molino no giraría al compás del  pueblo; sino que  sus aspas quedarían cubiertas de polillas palaciegas. Como si la ficción fuese la expresión de una larga pesadilla o el grito sórdido de aquellas guazábaras sureñas. Como si definitivamente, las fantasías de Bosch fuesen la amarga definición de que el Sur es una franja entre el olvido y los caprichos  del Norte. De que el buhonero estaría condenado al suplicio de deambular por las calles como típico buscavidas; de que el campesino jamás tendría créditos agrícolas y que el intelectual y escritor serías mojigatos listo para recibir prebendas del gobierno de turno.

He aquí los crudos pasajes que denuncian  a esa berenjena proselitista que se apresta a ser una copia pálida del PRI de Méjico.  O parecería que Palma Sola es el testimonio insobornable de que el Sur como un Ave Fénix esta dispuesto a sentar en el banquillo de la historia  a esos congresistas corruptos. Sólo es cuestión de tiempo para que el sur profundo   disponga de espacio para desterrar al fondo del Océano  a esos dos  fatídicos molinos: uno que aún gira a la sombra del Jefe; y el morado, nacido de una interpretación  hemipléjica de esa misma “Dictadura con Respaldo  Popular”,  impuesta a la nación con notable  cinismo.

He aquí la radiografía de las novelas gestadas en la mente organizativa de Bosch: una trágica y la otra fatídica; una alimentada en el desorden y en el más vulgar concepto de la administración del patrimonio nacional. Y otra novela escribe cada día  un deprimente capítulo que se nos  impone como una modalidad gestada en un soborno premeditado a la conciencia.  Luego mi memoria hizo uso de los recursos de la magia y  me trasladó a otros relatos; pero  de León Tolstoi, leídos en aquella   larga  estadía mía  en Rusia. Aún no sé por qué cuando leo  a Tostoi por alguna razón siempre se presenta  ante mí la imagen emblemática de Pedro el Grande en su afán de hacer de Rusia el país que luego  sería respetado en toda Europa y el resto del mundo.  Pero cuando leo a Bosch no alcanzo a ver siquiera una imagen difusa de Luperón.  Y cuando por ahí leo algunos apuntes de Américo Lugo retorna a mi memoria la imagen lucida y profética de Pushkin.

A pesar de retornar  a Bosch por la gratitud de aquel amigo, en aquellos cuentos no encuentro  más que el recuerdo  amargo de aquella metáfora que indisolublemente ha  terminado por cumplirse: nos gobierna una  versión oblicua de una  dictadura con respaldo popular      que se nos  ha impuesto como un ritual de soborno  en todos estratos de la sociedad dominicana. Como si el cinismo  pusiera un  narigón a un buey ya agotado; como si fuese el eslabón de una cadena oxidada por las manos avaras del político de oficio; o la imagen del servidor público colocada detrás de una raída  cortina de prebendas y dávidas; un servidor público impuesto por  la pecaminosa  interpretación de aquella teoría de Bosch aplicada  a  los recursos de la usura.  Una fatídica  modalidad para servirse de los bienes del Estado. Bosch dijo: “Servirle al partido para servirle al pueblo”. He aquí el festín kafkiano del noble espíritu de la berenjena.  Aunque nadie quiere admitirlo:  el confesionario tiene que explicarle a San Juan, y a la nación entera en qué manos caerá el oro de Caonabo: ¡ya todos sabemos que en las montañas de Liborio existe oro! Y, el partido de gobierno trata de ocultar ese oro en el estómago de la berenjena o pretende distribuirlo  detrás del confesionario. Así, de sencillo, habla el Maestro de La Maguana.

Nos  gobierna una dictadura realmente populista; una dictadura fermentada en vetas de hipocresía  y apoyada en  remiendos  democráticos.  Descarto que esto fuese lo que la mente fantástica de Bosch haya querido registrar en aquel desgraciado salón de nuestra historia contemporánea. Como si Bosch fuese esa premonición que siempre termina por cumplirse al crear un partido y luego el destino le habría condenado a otro cuyo pronóstico sería la negación de todo aquello  que el eximio escritor, luego sin dar más explicación a la historia, un buen día decidió  vestirse de aquel morado que sí ha impuesto lo que irónicamente sería el legado lamentable del Profesor: ¡Una dictadura populista!; una dictadura alimentada con todos aquellos ingredientes que duramente criticaba el guía inspirador de dos partidos que sí han enarbolado en la nación el  festinado oráculo del soborno.

Para no  ir tan lejos, como quizás desean esos que por ahí afilan ya su  espada trasnochada,  retorno a decir: Tolstoi jamás se apoderó  del falso mérito de hacerse llamar una institución moral del pueblo ruso; si, porque pertenezco a un país donde el hombre “lucido” se apega  a su legado como una gaviota, se aferra a una roca en  medio del Océano. He aquí otro legado de Bosch: sembrar en los hombres de letras el anodino concepto de “institucionalidad” personalizada. Por ahí nuestro laureado novelista Marcio Veloz Maggiolo y los que han seguido ese mismo sendero tendrán que rendirle cuentas pormenorizadas a otra variante de aquella misma “Dictadura con Respaldo Popular” que confirma que nuestra narrativa es una cenicienta con los pies descalzos en el coercitivo mundo editorial.  Es que el intelectual y el escritor dominicano se han creído poseedor del culto a su personalidad y luego se esfuerza en hacerse un falso edificio donde moran su atrevido y falaz concepto de institucionalidad.  ¡Nada más hipócrita cuando un escritor se cree por encima del sentimiento de la nación!

Vivimos la amargura de que nuestra narrativa  no dispone de grito universal; una narrativa arropada de esa misma dictadura popular que ha mellado el espíritu de la nación. Y lo peor es  que existen pseudos discípulos en hacer injertos de “Ángeles caídos” que deambulan en pijamas para luego hacer sus visajes en aquellos predios donde su  “arte” es condenado a  morir  en burdeles chinos.  Como si los arpegios del Hip Hop fuesen llevados por el legendario Caronte a una franja  de ghettos. Como si la moda fuese un ejercicio del espíritu  o un ritual  alejado   de la música del silencio.  Como si  Bosch  jamás se hubiese enterado de que sus fracasos fantásticos dejasen allí una legión de  falsos discípulos que además de incrustarse en las arcas del Estado, hacen  trizas a todo aquel que intente ver la narrativa dominicana en un espejo roto y luego se le arroja un fardo de injurias. Un intelectual que sirve a un gobierno corrupto es un intelectual vedette en el mundo del arte.

A nadie le interesa una narrativa que conduce a su pueblo a los acantilados de  lo foráneo; una narrativa que auspiciada por alaridos de ese poder que subyuga a la nación.   Tengo pruebas más que suficientes para decir que nuestra narrativa es rehén de la más descarada negligencia editorial.  En nuestro reducido mundo editorial no sé qué tiene más espacio: la precariedad de conocimiento  de nuestros editores o la negligencia de nuestra intelectualidad.  Y es que nuestros escritores en su mayoría son prebendados; y algo más: ¡unos irresponsables que se arrodillan ante cualquier golosina editorial! De tal manera, nuestra narrativa olvida el canto de la yuca; el romance  de la cigua colgada del racimo de frutas frescas… Es que un artista y en tal caso, si es buen artesano de la palabra, debe asumir la misión de llevar a su pueblo con los ojos abiertos al  patíbulo de  su desgracia; como dijo Ernesto Sabato. Pero nuestros “hombres de letras” han preferido disputarse las mieles del poder para llevar al pueblo al pretil  de su infortunio donde fulgura  el más vivo destello del soborno.

Las creídas instituciones literarias dominicanas han cumplido con su única misión de cerrarle el paso a todo escritor que no comulga en su rebaño; de ahí que estas “vacas sagradas” de las letras dominicanas han pretendido que si alguien no recibe un “certificado” firmado por ellos, no habría quien se atreviese  cursar siquiera la insularidad literaria de la media isla. Nunca estos “consagrados” del río Ozama han  recomendado a ningún novel escritor; porque la misión de estos “jerarcas” de las letras es montarse  exclusivamente en aquellos caballos ganadores. En otras palabras se arrodillan ante gobiernos corruptos.  Para su desgracia jamás han podido pagar siquiera un mes de alquiler con una narrativa escrita y  atrapada,  cuajada entre los ríos Ozama y el Haina; que es pasada de ahí  a las garras de los libreros.

El “Liborismo con Respaldo Democrático” viene a poner a estos letrados en ese mismo espejo  que nos ha impuesto esa versión difusa de aquella “Dictadura con Respaldo Popular” que forma parte de los concursos amañados;  de premios literarios por encargo de un cacique enriquecido con las mieles de la usura, de una repetida retahíla de apagones, de  que las calles de la nación sean el escenario de la violencia. Y nuestros intelectuales se aferran al silencio cómplice o responden a la agenda de un partido digerido por las ya emblemáticas garrapatas creadas por la mente fantástica de Bosch.

El “Liborismo con Respaldo Democrático” viene a decirnos y a recordarnos que por la incapacidad de un Estado fallido hoy  la nación la conforman pueblos fantasmas; donde existe  un nivel altísimo de analfabetismo. Pero tenemos que ser partícipe del “matadero público”, ¿verdad Profesor?  De que el cólera sigue siendo el espejo de la insalubridad. De igual manera que el dominicano tenga que abandonar el país por la negligencia de gobiernos corruptos; pertenecemos a un Estado secuestrado por un premeditado soborno a la conciencia. Con esto jamás quisiera decir que el candidato opositor tenga la personalidad política de José Manuel López Obrador, hombre consagrado ya en la dignidad de América Latina.

Y en este sainete, danza el silencio cómplice de esas pecaminosas instituciones literarias que han pasado décadas en los pasillos de los medios de prensa ejerciendo  su encargo mejor logrado: alabarderos  del político de turno. He aquí el retrato de nuestras instituciones literarias. Sólo los mediocres  y los cómplices necesitan ser apadrinados por esas  instituciones  literarias  que forman parte de una dictadura aún peor: ¡Una demagogia en pijamas!

Creo que Price Mars quedaría corto cuando nos dice que los dominicanos padecemos de Bovarismo; en verdad, nos han vestido con las apariencias del “Otro”; nos buscamos y siempre acudimos al falso espejismo de nuestra realidad. ¿Por qué? Nos han despojado de nuestra esencia como nación; somos árboles con las raíces en la superficie de la tierra, somos una isla  que giramos alrededor de una misma sombra: lo  foráneo; sí, nos  han vendido y hemos comprado al mejor precio que lo foráneo sí es de calidad y   reúne todas aquellas cualidades de las cuales carecemos. De ahí que hasta nuestra narrativa bosteza en la búsqueda de ídolos de humo; de “Ángeles caídos” de la estrecha manga de la aldea, de aquellos personajes de vidrios, como advirtió  Luís Días.  Ya no cuenta poner los pies sobre la arena cálida del Caribe, ver en la yuca nuestro alimento ancestral; nos resulta difícil ver  a la cigua como un ave  hija de nuestro destino, ver  la palma real como un rayo de luz, de esperanza; ver nuestra rosa de Bayahibe como  testimonio de nuestra belleza, o degustar el jugo del captus como  manjar de nuestras delicias…

Lo cierto es que  esa misma dictadura populista, irónicamente, ha puesto una mordaza a la cultura popular; nos han impuesto un modelo de producción regido por componentes foráneos; han pulverizado los cimientos de una religión acorde con el sentimiento y la idiosincrasia del pueblo dominicano; las artes  navegan en un caudal de menosprecio donde el campesino fue despojado del único patrimonio que sustenta su vida y que da entusiasmo al espíritu: ¡La Tierra! No ha tenido nuestro hombre la menor oportunidad de recrear su propia religión; las salves del convite fueron pulverizadas por  la transculturización que arropa nuestro  sentimiento de nación.   ¡Oh Mir! ¡Oh Liborio! ¿Y en qué barco  navega Mamá Tingó? Sí, es que sigo en la búsqueda de Américo Lugo por todos los rincones de la isla. No puedo ahogar mi espíritu en aquella narrativa tejida por los encargos amañados de esa misma dictadura populista. Esa narrativa no dispone acordes para ese silencio requiere el alma en reposo.

A todo esto cabe preguntarse, ¿cómo puede desarrollarse  una nación  sin  una sólida  infraestructura energética?  Y si una  teoría de tal naturaleza no tiene  de piedra angular la energía eléctrica, es sencillamente, una teoría ficticia. Bosch ni por asomo en su engavetada teoría menciona el desarrollo energético de la nación. Y algo más grave: nunca salió a defenderla y prefirió fundar un segundo partido con el  que nos ha impuesto  una versión pecaminosa de esa misma  dictadura popular, basada  en servidores públicos que juegan a  los entuertos de la política.  Unos servidores que no escatiman esfuerzo en llevarse el patrimonio de la nación en sus garras de buitres y luego lo depositan en bancos suizos.

Como si la nación fuese el lejano  espejo de la desgracia mejicana; aunque sí tenemos  al menos dos  ingredientes que coinciden: la cultura de la “mordida” y su  homóloga que es el “boroneo”, mojar las manos…. Y la tierra en México tiene una historia muy similar a la nuestra…y el certamen del  confesionario ha tenido allí  un terreno bien abonado… En el sur profundo dominicano, Liborio arregló las cosas de otro modo: ¡Nos dejó una antorcha  de relevo! No estamos dispuestos arrodillarnos para que nos lleven la hostia a la boca  con los ojos cerrados. Nadie nos felicitará por haber  tenido un Mesías.  Muchos menos por haber tenido un Profeta. ¡Han intentado  borrar aquel sórdido grito de la guazábara sureña!  Ya el cinismo no puede cubrir aquellas montañas de Liborio donde aún llora el oro de Caonabo. ¡Sólo es cuestión de tiempo para  que Liborio delegue su antorcha!

A mi apreciado Bosch digo: ¡Palma Sola no me deja mentir! Pero, nada; cuando leo a Pushkin tengo el privilegio de estrechar las manos de Mir, y cuando penetro en la morada de Dosteovski la memoria hace una jugada  fantástica: me traslada a la danza de las bayahondas, al baile exótico de las palmeras. Allá en el sur profundo hemos  rescatado  al Liborismo con respaldo democrático.  Al fin, ¡No llores por mí Palma Sola!