La discusión sobre el laicismo y las democracias modernas ha tenido principalmente a Europa como escenario.  El motor de éste debate surge de las exigencias que impone el consenso para lograr una Constitución Europea y el interés de integrar a los nuevos inmigrantes, algunos percibidos como amenaza terrorista asociada a una ideología religiosa extremista.

La respuesta de los estados europeos no ha sido unánime.  En estados donde triunfó la Reforma Protestante, se establecieron Iglesias Nacionales, que en su mayoría e incluyendo al Canadá adoptaron a finales del Siglo XX el modelo multicultural o pluri-religioso para garantizar igualdad de financiamiento y libertades religiosas igualitarias a todas las religiones organizadas.

Una investigación del Departamento de Ciudadanía e Investigación del Estado Canadiense evaluó el impacto en la integración de los inmigrantes en estados multiculturales del 2008 al 2010 en Canadá y otros estados multiculturales europeos.[1] Encontraron que países individuales y organizaciones pan-europeas perciben el multiculturalismo como implementado y fracasado; incapaz de superar las consecuencias sociales de segregación, prejuicios, radicalismo, y opresión asociado a una población migratoria no integrada a la cultura del país destinatario.   Críticos señalan que Canadá tiene resultados positivos debido a la selectividad de inmigrantes con niveles educativos elevados.

Las propuestas de enseñar una “moral laica” en las escuelas europeas surgen del fracaso del multiculturalismo, la creciente secularización de sus poblaciones, y la necesidad de no dividir sectariamente a la población de acuerdo a dogmas religiosos, sino unirla alrededor de principios y valores universales. En Francia, el Ministro de Educación nombró una comisión que propondrá medidas a corto plazo para insertar la “moral laica” en el currículo escolar. Y explica: “La moral laica significa comprender lo que es justo, distinguir el bien del mal, tener consciencia de los derechos pero sobre todo de los deberes, conocer las virtudes y los valores”.  Luc Ferry comenta que “cuando el Ministro evoca la necesidad del rearme moral en las escuelas, se refiere a la Declaración de los derechos humanos, a la libertad como emancipación, al respeto y a la no discriminación, al humanismo… El problema consiste en cómo enseñar estos valores”.[2]

La tradición humanista tiene una larga historia.  Uno de los pilares del humanismo contemporáneo, el filósofo estadounidense Paul Kurtz, fundador del Concilio para el Humanismo Secular, reconoce “una amplia diversidad de valores” pero entiende que existen normas  éticas que se aplican a la humanidad en general:  “Uno no puede separar los fines de los medios.  Esta fue uno de las mayores fallas de la teoría marxista. Es por ello que necesitamos una ética tanto de principios como de valores.”

Kurtz propone el humanismo como filosofía y teoría social: “El humanismo ofrece una óptica universal basada en la ciencia y los valores comunes. Reconocer la diversidad cultural, es el partido de la humanidad, puesto que está ocupado con la comunidad mundial, más allá de las facciones étnicas, raciales o religiosas”.   Señala además el reto a la “emergencia de la ética global o planetaria, que toma la perspectiva de la humanidad como un todo.  Esto acarrea la necesidad de desarrollar una ética del ambiente. En este respecto, necesitaremos en el futuro lidiar con el poder no regulado de las empresas multinacionales, la disparidad entre los países ricos y pobres, la urgencia por el control de la población, la belicosidad entre grupos nacionalistas étnicos y tribales”. [3]

En nuestro país, el discurso sobre la moral en la escuela fue enterrado junto con el ideario Duartiano, y el pensamiento moral y laico de Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña de Henríquez, con el advenimiento del nacionalcatolicismo como política de estado en la Era Trujillista.  Aunque brevemente interrumpido por las luchas de los años sesenta y por la del retorno a la Constitución de 1963, el adoctrinamiento católico en las escuelas continuó entronizado después del ajusticiamiento del genocida con la vigencia del Concordato de 1954.  Este se ha colocado por encima de lo establecido en nuestras constituciones desde que el Estado dominicano dejara de ser confesional con la Constitución de 1924.

La Iglesia Católica, la monarquía absoluta más vieja del planeta, desde que se romanizó en el año 325 E.C. ha nadado en sus aguas aliada y firmando concordatos, con líderes militaristas genocidas y organizadores de terrorismos de estado.  La continuación del Concordato Trujillista reproduce la alianza perversa de nuestros políticos para legitimar sus acciones con la propagación de credos mágico-religiosos que mantienen a la población dormida esperando la realización de sus aspiraciones para el día en que sus corazones dejen de latir.  Las guerras y dictaduras no han sido fruto de la desobediencia, son el fruto de la obediencia.

Nuestros estudiantes necesitan reconocer la raíz de los antivalores que pueblan nuestras comunidades para poderlos rechazar. Necesitan avergonzarse de los fraudes que cometen en pruebas y asignaturas y sentir el orgullo del mérito ganado con su propio esfuerzo.  Para ello es necesario implementar un código de honor en las escuelas, que libere a las niñas del modelo mariano que las deshumaniza, discrimina, caricaturiza y subordina a la voluntad de otros; un código  que respete las diferencias y permita que el/a estudiante distinga el bien del mal, tomando como referente las consecuencias de sus acciones.  Un código que permee toda la sociedad en torno a la protección de la infancia, niñez y adolescencia, para crear el espacio que les permita vivir plenamente esas etapas vulnerables y formativas de la vida adulta.

Para lograrlo debemos mirar hacia atrás y evaluar.  La enseñanza de dogmas católicos como vertebrador de la moral en República Dominicana ha fracasado.  Solamente es necesario observar la larga letanía de males sociales que aqueja a la sociedad que por generaciones se ha sometido a la enseñanza de dogmas religiosos en las escuelas públicas y privadas.  La vida se hace insostenible y las mayorías abandonarían el país si pudiesen.

La cultura popular que hemos tejido acepta con naturalidad los males sociales.  Los que la rechazan optan por la migración o asumen posiciones contestarías que no logran convencer mayorías en momentos electorales.  La aceptación del status quo de parte de las mayorías les lleva a recurrir a la criminalidad o adherirse a la partidocracia reinante para obtener empleos, contratos, o recibir asistencia social a través de la sumisión y lealtad incondicional al partido.

En las escuelas, los niños son adoctrinados para obedecer. Pero una moral laica no busca adoctrinamientos, sino enseñarlos a pensar y a ser responsables, asumiendo las consecuencias de sus actuaciones.   Deben aprender sus deberes y derechos; deben cuestionar, no recibir respuestas a preguntas que no se han hecho; deben aprender a disfrutar la lectura, a descubrir las ciencias, y matemáticas, a expresarse creativamente a través del arte la música, y la literatura, y a conocer valores y principios universales; no ser encasillados en una doctrina oficial, que no es verificable ni democrática.

Invito a los lectores a conocer los contenidos de la materia religiosa que se ofrece en nuestras escuelas públicas.    Pueden entrar al portal del Ministerio de Educación, Subsecretaría de Asuntos Técnico-Pedagógicos, Dirección General de Currículo, Contenidos Básicos Área de Formación Integral Humana y Religiosa. http://www.educando.edu.do/UserFiles/P0001/File/Curriculo/ContenidosBasicosareascurriculares.pdf

Los contenidos revelan la esencia de la moral religiosa: los niños deben ser buenos, y ser bueno es ser obediente. Se adoctrina a una temprana edad y se fertiliza el terreno para el conformismo, el fatalismo, y la toma de decisiones en la edad adulta basadas en creencias y no en evidencias.

Contrariamente a los supuestos de los contenidos curriculares, la realidad nos indica que los niños son abusados de forma física, psicológica y sexual.   Deben de ser educados para iniciar el diálogo con los adultos que los respetan y en quienes confían, y denunciar los abusos a que son sometidos. No solo deben respetar a otros, deben aprender a darse a respetar por los demás y a reconocer las señales de acoso sexual que por lo general provienen de personas de su alrededor, miembros de su familia, vecindario, escuela, e Iglesia. Su autoestima es demasiado preciosa para ser sacrificada.

Para la generación joven y para el desarrollo futuro del país, no existe una institución después de la familia tan importante como la escuela. Por eso es necesario alejar del Sistema de Educación Pública todo tipo de dogmatismo, y todo tipo de privatización—ojo con el presupuesto con un 4% para Educación para que las escuelas privadas no demanden sus tajadas.

La Educación Pública necesita ser Educación Laica, gratuita, y con referentes comunes para toda la población, como son los Derechos de la Infancia, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 18 de diciembre de 1979 y de la cual República dominicana es signataria, no el Vaticano.   De ahí que el llamado a un estado social de derecho necesita ir acompañado de un llamado a la Enseñanza Pública Universal, Gratuita, Democrática y Laica.

Nuestros gobernantes cada vez nos recuerdan más al Trujillo del pasado.  No es su fantasma el que nos persigue, son las leyes que estableció para su gobierno las que permanecen intactas en el Concordato con otra nación soberana que impone sus credos y demanda su financiamiento y derecho a formar la moral de nuestra nación.


[1] Will Kymlicka. The current state of multiculturalism in Canada and research themes on Canadian multiculturalism 2008–2010. Minister of Public Works and Government Services Canada, 2010.

[2] José Ayala Lasso.  Ética Laica. Periódico El Comercio, Ecuador. Reproducido el 08 de septiembre de 2012. http://www.laicismo.org/detalle.php?pk=16725.

[3] Paul Kurtz. Hacia una nueva Ilustración: Una Respuesta a las críticas postmodernistas del Humanismo. Traducido por: M. A. Paz y Miño. Revista Peruana de Filosofía Aplicada.

http://www.sindioses.org/escepticismo/criticapostmo.html