Sabemos que para vivir en sociedad tenemos que aceptar una serie de condicionamientos o ataduras que limitan nuestra conducta. Esos límites vienen impuestos por los acuerdos para la convivencia: reglas, leyes, religión, moral y cívica. Sería muy difícil jugar fútbol si cada jugador decidiera vestirse diferente, entrara al campo con su propio balón, utilizara las manos tanto como los pies y golpeara a los contrarios que intentaran frenar su avance. Pues si para un deporte necesitamos reglas, para la vida también.
¿Qué pasaría si de repente no tuviéramos ninguna regla y todo estuviera permitido? Las personas no trabajarían, se limitarían a hacer lo que les plazca. Haríamos nuestras necesidades fisiológicas en el lugar y momento que se presentara el deseo. Golpearíamos a quien nos moleste. Trataríamos de tomar los bienes ajenos que estén a nuestro alcance. Las violaciones sexuales no serían rechazadas.
Lo anterior se corresponde con el estado salvaje que mencionó Baruch Spinoza. Evidentemente nadie quiere eso, los que se quejan de las reglas, se oponen a ellos cumplir las reglas, pero no soportarían que tú no las cumplas.
Tenemos una parte instintiva animal, que desde niños nuestros padres nos enseñan a controlar. En el adulto solamente aparece sin control en personas con trastornos mentales, los antisociales y los salvajes. Si no soportara las reglas y costumbres sociales, la selva sería la opción correcta para mí. Pero para tener celular, comida segura, ropa adecuada, un auto y una tele, es preciso que yo no sea un salvaje.
La libertad es lo que nos permite tomar nuestras propias decisiones, desplazarnos a voluntad, expresar nuestros propios pensamientos, aprender, intentar nuevas experiencias o invenciones, satisfacer nuestras necesidades y tener la capacidad de disfrutar la vida. La única condición o límite sería: sin hacernos daño a nosotros mismos ni a los demás, por lo que en el hombre las conductas irracionales no son libres.
La libertad es positiva y permite que un pueblo sea más feliz y productivo. El hombre no nació para ser esclavo y cuando lo es, eso tiende a ocasionarle una muerte lenta y los que lo esclavizan se degeneran.
El libertinaje nos permite ignorar barreras externas, pero nos hace presa de nuestros instintos animales. Por él podríamos manejar en vía contraria, ingerir substancias dañinas prohibidas y agredir a los demás. No tendríamos que ser agradecidos con nadie, ni trabajar o estudiar. Sería normal faltarle el respeto a quien queramos, comer sin control y no ejercitarnos. Lo único importante sería buscar el placer (un hedonismo a ultranza). No precisaríamos colaborar con nada ni con nadie. Habrá quienes nos dirían que iremos al infierno, eso no nos preocuparía porque al fin y al cabo, ya estaríamos viviendo en él.
Tienes la opción de escoger porque dispones del libre albedrío. Los demás al preocuparse por ti, intentarán “meterse en tu vida”, pero tienes la posibilidad de rechazarlos y seguir viviendo la vida que se te antoje.
Algunos piensan: estoy lleno de basura por dentro y tengo el derecho de sacarla al exterior y como muchos están igual que yo, se identificarán conmigo y me seguirán. Los medios de comunicación y las artes, que habitualmente han sido concebidos como instrumentos para edificar una mejor humanidad (independientemente de que lo hagan o no), los estamos utilizando para reconocer y mantener nuestras imperfecciones. Pero así como los proyectos favorables para la sociedad reciben exoneraciones de impuestos, los que se lucran promocionando material degradante, deben tener restricciones y cargas económicas mayores frente al Estado.
Los grandes maestros que la humanidad ha conocido nos han hablado de que necesitamos liberarnos, pero es importante saber de qué. No es liberarnos de nuestros compromisos familiares y sociales, de las buenas costumbres o de nuestra conciencia superior. Nos han dicho que somos seres de naturaleza divina, que tenemos facultades que no hemos aprendido a utilizar, que este tipo de vida no es la única que existe o tendremos y que nuestros cuerpos (de naturaleza animal) son la coraza o lastre, que tenemos que libremente aprender a dominar para que se manifieste nuestro Yo Superior.
Cuando simplemente soltamos nuestros instintos animales, en vez de liberarnos nos convertimos en esclavos de dichos instintos y se nos dificulta vivir en medio de los que intentan desarrollarse como humanos. Las sociedades, no obstante, discretamente mantienen espacios para que podamos soltar nuestros bajos instintos sin afectar a los demás.
Dice el apóstol “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Realmente todo lo puedo, mis capacidades son ilimitadas y el universo está a mi disposición, siempre que yo permita al Espíritu que vive en mí, manifestar mi esencia divina o de “hijo del altísimo”. La libertad expande nuestros horizontes y nos transforma, el libertinaje nos ata y destruye. Realmente el conocer la Verdad, nos hace “verdaderamente” libres (Juan 8:32).