Las luchas del presente por el desarrollo humano a partir de nuevas formas de dirección y gestión del Estado dominicano pasan por una renovación del concepto de libertad.

En la actualidad y  resultado de  extraordinarios sacrificios personales y familiares se puede afirmar, aun ante reales  riesgos y constantes peligros, que se han logrado  avances relativos  en cuanto a  las libertades públicas y la democracia electoral; pero una verdadera renovación del concepto de libertad implica profundizar las conquistas logradas  y ampliar sus dimensiones. De lo contrario importantes tareas del presente se pueden confundir entre las sutilezas del supuesto y enmarañado “Estado social y  democrático de derecho”.

La llamada libertad política en la República Dominicana del presente significa  que quien no dispone de millones de pesos para la campaña electoral, no puede ser candidata o candidato a nada, aun con los méritos que pudiese mostrar. Que los recursos del Estado pueden ser utilizados para que por la vía de “favores” a familias comprar miles de  lealtades y secuestrar votos que reditúan grandes ventajas en las elecciones presidenciales, congresuales y municipales.

La  carencia de libertad  se expresa  además en el hecho  que del  presupuesto nacional (propiedad de todas y todos) se pagan los mejores servicios de salud en el país y hasta en el exterior a políticos funcionarios y empleados del Estado, mientras que los más pobres están obligados a acudir a los hospitales públicos  calificadas sus condiciones como infrahumanas por el propio Presidente de la República.

Dado que en el  consenso internacional el desarrollo equivale a las opciones que tiene el ser humano en su propio medio para ser o hacer lo que él desea ser o hacer, son grandes las limitaciones para la mayoría de la población dominicana en libertad política y en los esenciales servicios de salud y educación.

En términos prácticos la promoción de la libertad de opciones en salud y educación así como profundas transformaciones en las funciones de los organismos electorales del Estado junto con una  Ley de Partidos que promueva la auténtica libertad política de las ciudadanas y ciudadanos dominicanos,  han de ser los portaestandartes en las luchas del presente  por la libertad.

La lucha por la libertad en sus múltiples dimensiones procura  una mejor sociedad, elevada aspiración  de toda persona que no haya perdido la sensatez.

La dirección y gestión del Estado ha de estar al servicio de la auténtica libertad y por tanto del desarrollo humano y no para el beneficio de intereses mezquinos de individuos y grupos.