La presentación del informe de las Naciones Unidas sobre el estado de la población mundial al año 2007 marcó un hito de gran trascendencia en el enfoque teórico y práctico de la cuestión demográfica referida a los procesos de movilidad poblacional y crecimiento de las ciudades en países similares al nuestro.

 Para la ocasión,  hacíamos el recuento de que hasta finales del siglo dieciocho no hubo en el mundo una sola ciudad de un millón de habitantes y no fue sino hasta  mitad del siglo diecinueve cuando Londres y Paris alcanzaron tal rango demográfico. Pero a mediados del siglo veinte el número de ciudades con más de un millón de habitantes había llegado ya a ciento cincuenta y uno, y Santo Domingo todavía estaba muy lejos de ese rango.

 A finales del siglo pasado, ciudades como México,  Tokio, New York, Buenos Aires,  Sao Paolo, Rio de Janeiro, El cairo,  Bombay, Calcuta y Nueva Delhi, sobrepasaban ya los diez millones de habitantes, y un número mucho mayor de ciudades se acercaba vertiginosamente a ese rango de población.

 Mucho antes de que surgiera la Organización de las Naciones Unidas y sus agencias especializadas sobre población, medio ambiente y asentamientos humanos, un grupo de arquitectos reunidos en Atenas lanzó la primera voz de alarma acerca del futuro de la ciudad moderna, al evaluar los frutos del primer siglo de urbanización en Europa y América. Examinaron entonces 33 casos críticos de ciudades en crecimiento y el enunciado final del documento, conocido como "La Carta de Atenas",  señalaba que:      "La mayoría de las ciudades se presentan como la imagen del desorden. Esas ciudades no corresponden en modo alguno a su finalidad, que seria la de satisfacer las fundamentales necesidades biológicas y psicológicas de sus habitantes. La violencia de los intereses privados determina una desastrosa ruptura del equilibrio entre la presión de las fuerzas económicas por un lado y la debilidad del control administrativo y la impotencia de la solidaridad social por el otro…".

 Curiosamente, ninguna de las doce megalópolis de hoy figura entre los treinta y tres "casos críticos" examinados entonces. El proceso de urbanización se ha mudado de continente. El grado de urbanización de los países industrializados tiende a estabilizarse al igual que desciende la tasa de crecimiento vegetativo de su población total. Esto significa que el peso mayor de la explosión demográfica y la urbanización actual cae directamente sobre los países y las ciudades del llamado tercer mundo.

 He aquí uno de los aspectos cruciales del problema: La aceleración del ritmo de urbanización en el mundo y la concentración de este crecimiento urbano en las regiones llamadas "sub-desarrolladas", sin aparente correspondencia con los procesos económicos que acompañaron la primera urbanización en los países industrializados de Europa y América.

 En los últimos cuarenta años la ciudad de Santo Domingo ha visto multiplicar por seis su población, al pasar de 500 mil a casi tres millones de habitantes urbanos. Mientras al mismo tiempo su extensión territorial pasaba de tan solo 60 kilómetros cuadrados hace cuarenta años, a mucho mas de de 200 kilómetros cuadrados, ahora sub-divididos en ocho demarcaciones urbanas autónomas que configuran un espacio metropolitano de múltiples complejidades socioeconómicas y ambientales.

 Los datos del último censo de población y vivienda en la Republica Dominicana apuntan hacia una relación 70/30  entre población urbana total y población rural.

 Sin embargo, tal como se ha planteado en el referido informe de las Naciones Unidas sobre la población mundial, el proceso de urbanización no tiene por que ser considerado como un problema  per se, antes al contrario, dicho proceso viene a crear las condiciones apropiadas para la solución de un problema real, como lo es la dispersión de la población rural que hace difícil, si no imposible, su incorporación a los  beneficios de una economía de escala en la prestación de servicios básicos y el acceso a las ventajas de la globalización económica

 El drama de la pobreza urbana como corolario de la urbanización incontrolada se expresa desde hace tiempo en la ciudad de Santo Domingo a través del constreñimiento de grandes contingentes de población hacia un espacio urbano cada vez mas residual y con el deterioro extremo en la calidad de vida de los sectores llamados marginales. Esto   degenera en violencia e inseguridad ciudadana, en ausencia de alternativas reales que promuevan y faciliten el ejercicio del derecho a construir su propio hábitat al interior de la ciudad, que es circunstancia y condición general de la producción material en sentido amplio..

 Nadie se atrevería a decir que el proceso de urbanización y las migraciones campesinas hayan hecho una contribución positiva al desarrollo urbano en Santo Domingo, pero si se puede afirmar que tal proceso ha fijado de manera inequívoca determinadas fronteras socioeconómicas sobre el espacio urbano, en donde se expresan diferentes gradientes culturales en dominio de su entorno ecológico y esto, también hay que decirlo, no apunta en ningún sentido positivo hacia la construcción de un modelo de ciudad con criterio de inclusión social.

 Definitivamente, la única solución a la vista pasa por aceptar el hecho de que si los pobladores marginales viven amontonados en barriadas súper densificadas o sobre ciénagas,  barrancos y despeñaderos, no es porque disfruten tal forma de vida o porque no encontraron otro lugar donde construir sus "viviendas", sino porque tal localización les sitúa en acceso directo al gran mercado de oportunidades que es la ciudad. Exactamente igual piensa y actúa el inversionista a la hora de localizar sus capitales, pues bien, los pobres y marginados de la ciudad solo tratan de localizar convenientemente los suyos, que no son otros sino su fuerza de trabajo y su creatividad casi temeraria.

 Las ciudades en crecimiento acelerado como Santo Domingo y su área metropolitana, reclaman urgentemente la ampliación de la oferta de tierra para el desarrollo urbano, ya no solo a través de la promoción del gran mercado inmobiliario privado, sino también, y por sobretodo, a través de programas especiales implementados desde el Estado para el desarrollo de lotes urbanos con servicios mínimos, en donde la población de menores ingresos encuentre una solución viable y factible a su  problema de vivienda, sin renunciar a su derecho a la ciudad, que es el mejor vehiculo para transitar el difícil trayecto hacia la superación de la pobreza.