En Abril 1965, los civiles que tomaron las armas para defender la soberanía, merecen más reconocimiento que aquellos que hicieron posible la independencia de los Estados Unidos.  Esto por la asimetría entre Juan Pérez y John Smith en la propiedad privada de las armas de fuego.   El criollo nació y creció en una dictadura donde las fuerzas represivas tenían el monopolio de las armas.  Trujillo, en su afán de mantener a la población civil desarmada, no era diferente en esto a genocidas contemporáneos.  Sólo los aliados del régimen podían ser la excepción a la regla. Para Juan Pérez arriesgarse a portar o tener arma de manera ilegal, necesitaba tener el mismo temple que se requiere para jugar Ruleta Rusa, con seis tiros en el cilindro.  Agentes del orden, escudados en “fe pública” y dependiendo de su jerarquía, de inmediato lo podían ejecutar, torturar o enviar a la cárcel.

patrickCasi dos siglos atrás, Marzo 1775, John Smith estaba en un escenario diametralmente opuesto, cuando el hastío por los abusos de Inglaterra tenía a los colonos a punto de reventar.   En la Iglesia Saint John, en Richmond, Virginia, fue de los que escuchó emocionado el discurso de Patrick Henry, “¡Libertad o Muerte!”, y con más bríos se unió al coro espontáneo que clamó por tomar las armas, tan pronto terminó el visionario orador.  Pero los exaltados colonos no estaban arengando en sentido figurado.  El llamado a las armas no era una alegoría, una idea para hacer un plan para conseguirlas y luego entrenar a una milicia que enfrentara la amenaza del ejército inglés.  La arenga tenía para John Smith y sus paisanos un significado preciso, literal. Era una invitación a empuñar en la defensa de sus vidas y propiedades, las armas de fuego que cada uno tenía en su poder, cuyas características eran similares a las que tenía el ejército agresor.

Patrick Henry, en su épico discurso, destacó precisamente ese punto. “Tres millones de personas, armadas en la sagrada causa de la libertad…son invencibles contra cualquier fuerza que pueda enviar el enemigo contra nosotros.”  A los indecisos que pensaban no se estaba listo para la guerra, que había que esperar a ser más fuerte, por el desbalance de fuerzas entre ejército y milicia, les presentó con sencillez la alternativa: “¿Pero cuándo vamos a ser más fuertes? ¿La próxima semana, el año que viene? ¿Será cuando estemos ya totalmente desarmados y cuando un soldado británico lo tengamos estacionado en cada casa? ¿Vamos a ganar fortaleza sin tomar resolución, quedándonos pasivos, sin actuar? ¿Vamos adquirir los medios para una resistencia efectiva, abúlicamente acostados sobre la espalda, abrazando el fantasma ilusorio de la esperanza, hasta que nuestros enemigos nos tengan atados de pies y manos?”

freddyAbril 1965 tuvo sus Patrick Henry que arengaron a civiles a tomar las armas, para derrocar un gobierno ilegitimo, mal parido de un golpe de estado militar.  Juan Pérez acudió al llamado, a pesar de que sólo tenía de ellas un vago recuerdo de infancia en Día de Reyes.  “Aprendo sobre la marcha. Los militares patriotas son buenos profesores, mira la paciencia con que ven a Freddy, en su primera clase, ponerse las municiones en forma de collar.”  Civiles armados, sin experiencia y entrenamiento sobre la marcha, participaron en las primeras batallas de abril contra las fuerzas regulares; resistieron hasta morir en la Operación Limpieza, que se coordinó con un ejército extranjero invasor; se organizaron en comandos para proteger la zona rebelde de ataques externos y dar seguridad a los residentes.  Gracias a civiles armados en la Zona Colonial y Ciudad Nueva no se daban los robos, atracos y homicidios que hoy son tan frecuentes como los apagones.

El destino de estos dos personajes fue diferente después de la Guerra de Independencia Estados Unidos y la Revolución Dominicana de Abril.  John Smith conservó sus armas, pero no por un favor de legisladores que premiaron su entrega en la gesta patriótica. No fue que se le donó o concedió un privilegio a tener armas por haber defendido la patria, por una decisión legislativa, una voluntad de los congresistas sujeta a probable modificación en el futuro. Todo lo contrario. Su derecho a portar armas se reconoció en la Segunda Enmienda como un derecho natural, cuyo origen está en El Creador, no en una legislación positiva. Por eso lo que ordena es que el Gobierno no tiene facultad para hacer ninguna ley que atente contra el derecho de portar armas.   Al respecto, el Juez Andrew Napolitano de manera brillante explica que eso nada tenía que ver con tener rifles para dedicarse a la cacería. Se trataba de un reconocimiento al derecho de los individuos para defenderse de ejércitos enemigos y de cualquier tirano que pudiera ganar el poder. Tres millones de americanos así lo asimilaron en 1775, hoy más de 80 millones también están dispuestos a enfrentar intentos, cada vez más agresivos, de despojarlos de ese derecho.

vendaA Juan Pérez, en contraste, le castraron el derecho a la defensa, cuando todavía no se limpiaba la ciudad de los escombros de la guerra. Al presidente títere, Héctor García Godoy, le dictaron la ley para evitar que los civiles volvieran a demostrar de nuevo su valor en contra de gobiernos opresores.  Un análisis de esa ley criminal lo hice  aquí en este mismo medio. El monopolio de la fuerza pública volvió a caer en los mismos policías, que cambiaron de “cascos blancos” a “cascos negros”, y los paleros mutaron en la Banda, con amparo en la ley para su porte y tenencia. Perdieron la vida muchos jóvenes valiosos de esa generación que tuvo experiencia con las armas de Abril, otros tuvieron que entregarlas ante la amenaza de la cárcel. A las nuevas generaciones  se le impidió combinar ideales libertarios y tenencia de armas. Estas quedaron en manos de fuerzas del orden, delincuentes y un grupo privilegiado de civiles que tienen el poder económico para comprarlas o las relaciones para tener una asignada.  Los delincuentes y criminales llevan 50 años burlando la draconiana ley. Como  nunca se ha actuado con efectividad contra ellos, hoy sus acciones criminales son cada vez más abusadoras contra civiles desarmados y en la condición que presagiaba Patrick Henry “abúlicamente acostados sobre la espalda, abrazando el fantasma ilusorio de la esperanza”…que la policía, el día que le suban los sueldos y le den el 3% del PIB, empezará a ganar por nosotros la batalla.

mujeresEn Rabiosa Delincuencia, Autodefensa Imperiosa, y otros artículos más, hace tiempo que vengo insistiendo sobre la necesidad de que el ciudadano demande su derecho natural a la autodefensa, eliminando los obstáculos que impiden su tenencia de armas y el desarrollo de una industria de servicios competitiva en seguridad privada.  No creo que un proyecto actual tenga esa orientación. Ya oí a su promotor diciendo que las armas largas siguen siendo monopolio público, que el civil las tendrá para balitas de goma y tiro al blanco. Lo veo y analizo.  Sobre la seguridad privada, denuncié aquí el afán mercantilista de las empresas establecidas para impedir la entrada de competidores y su poco interés en desarrollar servicios que estén en la descripción de funciones de la policía.  Agresivas propuestas privadas para seguridad residencial, nunca van a salir de sus actuales empresarios, con tan fuertes vínculos a los institutos castrenses y la policía.

Resulta de lo más patético ver tantas alabanzas a los civiles armados de estas fotos, admirar su entrega y heroísmo, al mismo tiempo que se siente que hoy: esas mujeres estuvieran defendiendo un punto de droga,  Freddy tuviera planeando el próximo ataque a un banco y que Juan Pérez y sus amigos custodios, estarían vigilando la plantación o caleta de un capo. No es así. No.