Dos cosas me sugieren hoy el tema. En primer lugar, los textos enciclopédicos sobre la historia de este deporte-espectáculo de masas en la República Dominicana, que un amigo ha puesto en mis manos confiando en que lo ayude con detalles de estilo.

La otra, la lectura de una recopilación de las deliciosas notas sobre La Habana que José Lezama Lima (1910 -1976) publicó en una columna que le habilitó Gastón Baquero en el Diario de la Marina entre 1949 y 1950, que encontré durante mis recorridos por la Feria del Libro de Santo Domingo celebrada recientemente. En ellas un Lezama menos  conocido para sus lectores de todo el mundo legó una visión fresca y caleidoscópica de su querida ciudad.

“Sí señor. El béisbol es uno de los grandes amores de La Habana. Un dinámico fanatismo en el que la Capital no concede alternativa a ninguna otra localidad cubana. La emoción del campeonato que se está jugando ahora es tan intensa como en los años recientes, pero mucho más compleja y bastante alarmada”.

Así comienza la columna que da pie a estos comentarios que añado a nuestro Cajón de Sastre hoy. Lezama aborda un tropiezo que he visto repetirse durante varias temporadas ‒y que toca mi amigo en su enciclopedia‒, cuando se celebra el campeonato “invernal” dominicano: la presencia en los equipos nacionales de jugares estadounidenses o de otros países que integran los equipos de las Grandes Ligas de EE.UU., entre los que destacan los peloteros dominicanos y algunos de los catalogados como “prospectos”. Pero situemos la nota de Lezama en su contexto.

La Liga Cubana de béisbol fue una de las primeras y más duraderas ligas de béisbol profesional ‒fuera de Estados Unidos‒, que funcionó desde su creación en 1878 hasta 1961, cuando el joven gobierno de Fidel Castro decidió cerrar esta puerta.

Tuvo sus altibajos, por la repercusión de los conflictos bélicos de la primera mitad del siglo pasado y por situaciones derivadas de la política nacional cubana. Por ejemplo, la temporada 1933-34 había sido cancelada por las secuelas del derrocamiento del presidente Gerardo Machado y cuando se retomó la temporada siguiente fue sin jugadores norteamericanos, o varias de las más grandes estrellas de origen cubano, como Martín Dihigo. Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial hubo restricciones a los viajes que cortaron la mayor parte de la oferta de jugadores de Estados Unidos. De cierta manera, estas situaciones contribuyeron a que el talento propio de Cuba floreciera.

En 1945, bajo las presiones con el surgimiento de la Liga Mexicana, el béisbol organizado de EE.UU. arreció sus esfuerzos por controlar el flujo de jugadores en Cuba y otras ligas del Caribe. Uno de sus resultados fue el acuerdo de 1947 entre la Liga Cubana y la Asociación Nacional de Ligas Profesionales de Béisbol para que buenos jugadores de las ligas menores y los nuevos jugadores de las Grandes Ligas de Estados Unidos participaran en la liga de invierno de Cuba.

“Mi juventud fue muy deportiva. Jugué mucha pelota y llegué a ser un buen field de una novena organizada por los muchachos de Prado y Consulado”, dijo Lezama Lima en una entrevista.

Lezama se refiere a este asunto, analiza las razones y hasta propone vías para aliviar el problema en su nota del 19 de octubre de 1949:

“La Habana vivió con  dolor la gravísima crisis del béisbol profesional cubano y suspiró con alivio, cuando muchas proezas del patriotismo, que todavía están por revelar, lograron la reivindicación o el indulto para aquellos de nuestros peloteros que fueron excomulgados por las Grandes Ligas de los Estados Unidos.

“La hermosa urbe enamorada, se prometía para este campeonato del ´40, la debida recompensa a su fidelidad deportiva, a su tacto y discreción para no enardecer aquella rivalidad accidental intercubanos erigiendo una preferencia demasiado ostensible por una de las dos Ligas. Con sabia intuición el fanatismo habanero previó que el prestigio del Emperador se sobrepondría para mayor auge de nuestro orgullo nacional. ¡Después de la tormenta un campeonato sensacional, asistido de las mejores estrellas cubanas y yanquis de las Grandes Ligas americanas! Un campeonato superior aun a las mejores series cubanas que con tanto orgullo recordamos.

“Pero el supremo béisbol profesional de allá que acabó con ser tan diferente a las demandas del nuestro, está negando ahora permiso a sus grandes ases para jugar en el actual campeonato cubano.

“Nos incumbe cerciorarnos del motivo verdadero para salvar el obstáculo cuanto antes. Si es cosa de garantizar la devolución de los jugadores en perfecto estado, no ha de faltarnos pupila para crearnos un régimen de vida y una técnica de servicios inobjetables para aquel meticuloso béisbol de tan fabulosas inversiones en artistas merecidamente cuidados como cantantes de ópera.

“Si es una suerte de interdicto sanitario, ya que ninguna garantía pecuniaria puede cubrir el daño y los perjuicios de una lesión muscular, de una pérdida de vigor o de “forma”, brindemos las seguridades del caso sin demora. La Habana, fantástica, ama demasiado su béisbol, para resignarse a sufrir en silencio los vacíos que en los clubes actualmente se contemplan, si de nosotros depende el superarlos.”

Nada nuevo bajo el sol.