La Revolución Francesa, fue y será el culmen de las aspiraciones de la democracia y el origen, sin quizás, de la creación y toma en cuenta del ser humano, como tal, no dependiendo del alegado color de su sangre, de su cuna o alcurnia.
Fue el real inicio de lo que se constituye hoy día en una democracia, sin que el origen divino de un supuesto Rey y su Corte, impongan consideraciones que no vayan más allá de su capacidad, disposición para el trabajo, talento y conocimiento, que son, según mi criterio, la medida del hombre. Terminó con las divinidades e hizo posible que el mundo entero tendiera hacia la igualdad.
No obstante lo anterior, para llegar a lo que posteriormente fue, la Revolución Francesa pasó por etapas tenebrosas, donde la guillotina se hizo cargo de dar cumplimiento cabal a las disposiciones y órdenes del Comité de Salvación Pública, encabezado por el inefable Robespierre, denominado por sus iguales ¨El incorruptible¨.
De ser un abogado prestigioso en Arras, defensor de pobres y con prestigio ganado, opositor de la pena de muerte, pasó a ser el terror de todos aquellos que supusieran, según su criterio, una amenaza aunque fuera mínima para la revolución. Se llenaron las cárceles y los tribunales, fiscales y sistema judicial colapsó.
La brillante idea que supuso una solución a este embotellamiento judicial fue dictada y propuesta por Couthon con el propósito de ¨purgar las prisiones¨, eliminando de un plumazo la posibilidad de tener abogado, el derecho de defensa y un juicio en debida forma. El fundamento fue que ¨El tiempo para identificar los enemigos de la Patria no puede ser mayor al tiempo para condenarlos¨, todo ello en aras de la virtud que tanto alababa Robespierre, dando inicio a la época denominada el Gran Terror.
La eliminación de Danton, Desmoulins y otros, de singular e igual prestigio, supuso la ruptura y el convencimiento de que, con Robespierre en el cargo, no existía cabeza segura, porque el simple hecho de no mostrar suficiente intensidad en defensa de la Revolución podía significar perder la vida de la manera más ignominiosa.
Lo anterior me recuerda mucho en la distancia lo que está pasando en la República Dominicana, donde se ha iniciado, con justa razón, una lucha justificada contra la corrupción, que apoyo, y alabo desde el primer día. Si no se combate esta barbaridad, llegaremos tarde a nuestro futuro.
Sin embargo, como dijo el general Tejera, a la muerte de su hijo Luis Tejera, luego de asesinar al presidente Mon Cáceres Vásquez, ¨Bien muerto, pero mal matado¨, al apreciar que el general Victoria, se había ensañado con su cuerpo inerte, provocándole heridas múltiples de sable y espadas. En el caso dominicano, se ha montado realmente un circo, lejano años luz a lo que establece el Código Procesal Penal y el bloque de constitucionalidad, donde no debe, por dignidad, exponerse al imputado a la opinión pública, donde los medios escritos, radiales, electrónicos y audiovisuales deben saber que la imposición o solicitud de una medida de coerción no es una condena y donde los derechos de un privado de libertad deben ser preservados hasta la obtención de una condena firme, que derrumbe este principio.
En nuestro país, por el simple hecho de la solicitud o cita, mediante la pasarela insólita de la Procuraduría, ya se enciende el morbo, se abre época de cacería, donde se pide sangre y solo sangre. Se puede hacer lo propio, sin tanta alharaca, afán de protagonismo e histrionismo.
Estos funcionarios del Ministerio Público con agendas propias e ínfulas mediáticas, deben saber, y su propia experiencia les debe imponer en el hecho de que, los cargos no son asignados al nacer, y que, por muy meritorios que sean, dependen de terceros para sustentarse y presentarse ante la población como sus salvadores, que la fama es pasajera, y que sobre todo, hasta la belleza cansa.
La Ley de Pradial, suponía la salvación de la Revolución francesa a través del terror, pero significó su final.
Sugiero sujetarse a la ley, sugiero preservar el derecho de defensa y la presunción de inocencia, con firmeza y vehemencia acusar, pero con respeto a la dignidad humana. Recuerden que, donde ustedes compraron, venden.