Galeano apunta que el portero siempre tiene la culpa y si no, pensemos en Lev Yashin. Durante la Copa del Mundo de Chile en 1962, la entonces Unión Soviética le ganaba 4 a 1 a Colombia y terminarían empatándole. Para colmo de males se había comido un gol olímpico –el único que se ha anotado en los mundiales– así que la prensa fue despiadada y lo culparon hasta del frío de Siberia. Cansado de tanta crítica, aventó los guantes: «no va más» dijo, y se fue a vivir a una cabaña en medio del bosque.
No duraría mucho su retiro pues hasta allá fueron a buscarlo aficionados, entrenadores, directivos, familiares, amigos… El buen Yashin volvió con bríos renovados y en el 63 hizo de su arco un muro sin grietas, lo que le valdría el Balón de Oro al mejor jugador. Es el único arquero que ha merecido este premio, ni a Iker Casillas, cuyas atajadas ayudaron a que España ganara el mundial (quién olvida el penal detenido ante el Paraguay) se lo otorgaron.
Lev Ivánovich Yashin era un tipo tranquilo y de 1.89 de estatura, nacido en el seno de una familia obrera el 22 de octubre de 1929 en la capital de la URSS. Antes de llegar al futbol, había sido portero de hockey, así que detener la pelota le habría parecido «cosa de chamacos». Dada la situación de su país, nunca jugó en el extranjero pero tampoco en otro equipo distinto al Dinamo de Moscú (que pertenecía a la impoluta KGB).
Lo apodaban la Araña Negra, pues se vestía por completo de ese color: medias, shorts, camiseta y hasta una gorra; también, por la elegancia con la que desviaba los cañonazos rivales, casi sin moverse, usando sólo sus largos brazos de arácnido.
Como cualquier grande, fue un adelantado a su época: antes nadie usaba guantes, él impuso esa costumbre en el mundial de Suecia; despejaba el balón con la mano y salía a disputar la pelota a los delanteros fuera del área; cuando lo normal era que el portero no se alejara de los tres palos. Galeano afirma que atajó más de 100 penales y que evitó muchísimos goles cantados.
Lev Yashin formó parte de la mejor selección que ha tenido Rusia. Con él vigilando la meta, ganaron el oro en Melbourne en el 56 y la Copa de Europa en 1960 y quedaron segundos en la siguiente Euro, perdiendo con España que jugaba de local y auspiciada por Franco. Ahora, que si no hubieran mandado a Streltsov su estrella goleadora, al gulag, quizás hubieran derrotado a los españoles (pero esa es otra historia).
No sé si Rusia sea un país tan futbolero como Brasil o si ha querido organizar el próximo mundial por el puro placer de revivir sus glorias imperiales, azuzadas por Putin que gusta de «jugar» con osos, nadar en aguas gélidas y perpetuarse en el poder. De cualquier forma, los organizadores no dudaron en utilizar la figura del mítico arquero en el cartel oficial.
Yashin aparece vestido de negro y sujetando el balón al vuelo. En la pelota (literalmente de gajos, como las que se pateaban antes) se advierte el mapa del país, de donde nacen unos rayos solares que iluminan el césped de la cancha.
Ahora bien, el relojote que la FiFA instaló en la Plaza Roja de Moscú indica que faltan menos de cien días para que la pelota empiece a rodar; tristemente, el partido inaugural de Rusia vs Arabia Saudita despierta muy poco interés.
Es un lugar común pero en el futbol –como en la vida– no siempre gana el favorito. Por lo menos en dos juegos de apertura, los potentes equipos de Argentina y Francia terminaron con la corona abollada ante «rivales de menor jerarquía». Los sudamericanos contra Camerún en Italia 90 y los galos ante Senegal en Corea-Japón 2002, ni Maradona ni Zidane, nada pudieron hacer, salvo compartir su incredulidad con la fanaticada. ¿Podrán los árabes aguarle la fiesta al anfitrión?
Albert Camus que portereaba en los pedregosos campos de Argelia, dijo que todo lo que sabía de moral se lo debía al futbol (se entiende que amateur, lejos de las mañas de Havelange, Blatter y demás socios de Alí Babá). En cambio, Lev aprendió que para jugar relajado, minutos antes había que tomarse unos sorbitos de vodka y darle una buena calada al cigarro…