Dálido Librador es un comerciante dominicano, bronco de nacimiento, que pone en puerto mercancías, por valor de 100 onzas de oro, para ser recibidas por Nelson Girado en Honduras.  Nuevamente el negocio se está haciendo a crédito, fruto de una relación comercial con un registro impecable de cumplimiento en los acuerdos sobre repartición de beneficios y absorción de pérdidas.  Danilda Beneficiaria, dama legendaria en el comercio de joyas de oro colombianas, lo miró con atención cumplir su patentado ritual de cortar los ojos por un minuto al mascarón de proa. “Este refunfuña, insulta, regatea, todo se lo encuentra caro pero termina comprando y pagando bien. Por anillos, cadenas y brazaletes me hace una letra por la mitad de lo que mandó en ese barco.” Y así pasó.

Dálido firmó una letra de cambio que ordenaba a Nelson entregarle a Danilda, dentro de tres meses y en el  domicilio de su nación adoptiva, 50 onzas de oro.  Para ambos comerciantes, Librador y Girado, ya era casi un proceso rutinario la aceptación y pago de este tipo de documento que tanto facilitaba sus transacciones.  Nunca les había llegado protestada letra alguna por la negativa a honrar el pago a su beneficiario, evento que en ocasiones afectaba a sus colegas y los comprometía a responder por el monto referido en las mismas.  Sus primeras letras de cambio contaron con el aval del padre de su amigo Andrés, médico y comerciante de origen libanés bien establecido: “Con esta firma me comprometo tanto como ustedes y a mi es que me vendrán a cobrar si a quien ordenan pagar no acepta la letra; ya aceptada no cumple o pretende pedir plazos una vez vencida o condicionar el pago a si vende bien en la feria o este año llueve más que el pasado.  En esto el embaucador o tramposo no tiene espacio y los jueces tienen prohibición legal de otorgar plazo alguno al que tiene que pagar.  A propósito, qué usted va a buscar a Honduras y qué es eso que me cuenta Andy de una cábala suya mirando las embarcaciones, no son ustedes hombres de fe, criados en hogares católicos…”

Los dos amigos asimilaron bien los consejos, pero siguieron firmes con el plan migratorio y la intimidación a las naves.  A Dálido Librador nadie se atrevía a pedirle un aval por su fuerte carácter, pero se conocían de varios casos en que había sido interventor, respondiendo hasta por letras protestadas a comerciantes que, con sorpresa por no haberlo solicitado, recibían de su parte un apoyo desinteresado.  En una ocasión asistió a una joven negociante de San Juan, que había adquirido notoriedad por recibir letras endosadas para procurar el cobro.  Ameriquin se presentó un día preguntando cómo era Nelson y cómo andaba su reputación en la aceptación y pago de las letras de cambio.  Tenía que llevarle una que beneficiaba a Virginia & Agnes CxA, entidad que le autorizaba a realizar las diligencias para recibir en su nombre el monto.  “Con ese no hay ni habrá ningún problema. Tanto a él como a mí nos tendrás como buenos clientes y mejores amigos.”  Eso lo comprobó cuando enfrentó las drásticas y rápidas consecuencias del “dame un par de días” cuando le tocó pagar una girada a su nombre.

Tal como decía Don Andrés, el pago es exigible a vencimiento, a las veinticuatro horas de no haberlo recibido se puede iniciar la formalidad del protesto, el juez no puede dar moratoria y se puede decretar, como fue en su caso, un embargo retentivo de los bienes.  Fue Danilda, quien siempre endosaba Ameriquín las letras para cobrar en Honduras, quien avisó a Dálido del percance y aportaron, entre los dos, los fondos para sacarla del problema.  “Bueno Dany, tendrás ahora que irle tu a cobrar a Nelson, ve y así terminan ya de conocerse.”  Colorín…