La séptima carta de Leonor Feltz (LF) a Pedro Henríquez Ureña (PHU), fechada el 19 de octubre de 1901, confirma el rol de madre sustituta de los hijos de Salomé Ureña que le he asignado anteriormente, pero es a Pedro a quien más atención le ha fijado, aunque este parece no haberse dado cuenta de la apatía, la depresión y la procrastinación en las que su adorada maestra está sumergida: «Acaso juzgarás [mi silencio epistolar, DC] exagerado; pero hai algo de maternal en el orgullo con que acojo yo todo lo que proviene de ustedes i tiende a afirmar en mí la convicción de que todos llegarán á lo que por herencia, por educación i por vocación están destinados á ser, lo que soñó su madre al darles la vida.» (Bernardo Vega. Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña. Santo Domingo: Academia Dominicana de la Historia, 2015, p. 82).

Esta predicción sibilina es idéntica a la hecha por Mercedes Mota en la correspondencia que sostuvo con PHU y que analizamos ya en su totalidad. La predicción de la grandeza de los hermanos Henríquez Ureña, incluida la de Camila, apenas con 7 años en 1901, es una constante no solamente en el juicio de LF, sino en el de todos los prominentes intelectuales que frecuentaron el círculo de Salomé Ureña y Pancho Henríquez y que tiene su base sólida en el poema “A mi Pedro”.

La misiva a PHU que examinamos ahora contiene una clarividencia política semejante a la de Mercedes Mota y que debió ser la misma para el grupo íntimo de intelectuales relacionados con la familia Henríquez y Ureña. El propio Bernardo Vega titula la carta de esta manera: “Leonor predice, con acierto, el golpe de Horacio Vásquez” en contra del presidente Juan Isidro Jimenes, de quien era su vicepresidente; golpe causante del derrumbe y el largo exilio de los Henríquez-Ureña, pues don Pancho era ministro de Exteriores de aquel gobierno, se quedó sin empleo y no sabía de dónde iba a sacar el dinero para mantener a sus hijos en Nueva York, porque a esa urbe les había llevado a estudiar.

Pero esta odisea la narran con detalles los libros históricos, biográficos y culturales de aquí y del extranjero, razón por la que obvio el asunto, aunque sí me concentraré en la capacidad de penetración e inteligencia de LF con respecto al conocimiento de la política y la sicología de los personajes de aquel punto y hora.

En la sexta carta se vio el análisis político que LF le remitió a PHU y de por qué el contrato de consolidación de la deuda del país con los tenedores de bonos extranjeros, conocido como Improvement, promovido por don Pancho, no sería aprobado por el Congreso, integrado con la extraña, pero explicable alianza de horacistas, desideristas, velasquistas y legalistas: «Como sabrás, el contrato fue rechazado. Para don Pancho ha sido esa una derrota triunfal. Los detalles te probarán la verdad de esta paradoja (…) La conducta de Don (sic) Pancho i de Prud’homme al defender el contrato ha probado que ellos quisieron convencer á la mayoría de las ventajas del contrato, nunca hacerlo pasar a todo trance (…) Su no aprobación se debió, sin embargo, entre otras causas, á miras de carácter político. Este es un período de ambiciones desmedidas, de deslealtad, de inconsecuencias.» (BVega. Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña. Santo Domingo: Academia Dominicana de la Historia, 2015, p. 82).

Entra aquí en consideración la capacidad política y sicológica de LF para entender el análisis que explica la desaprobación del contrato por el Congreso: «Y todo así. Por una parte, Don Juan, falto de energía, de carácter, de convicciones, de personalidad propia, con un grupo de adeptos inconsecuentes ó incapaces; por otra, el grupo de antagonistas, decididos, compactos, dispuestos á vencer, sin escrúpulos todos los obstáculos, haciendo fuerte i omnipotente su ídolo del momento, Horacio Vásquez (…) Este es el hombre que predomina cada vez más en la actual situación i en breve se nos impondrá por completo (…) Así vamos dando tumbos, inconscientemente. ¿Hacia dónde? tal vez (sic) al abismo.» (BVega. Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, 82-83).

He marcado en negritas la expresión “sin escrúpulos todos los obstáculos” como prueba del dominio del idioma por parte de LF. No solo en ese giro sintáctico raro, sino en todo el párrafo, pues si hubiese escrito ese inciso “todos los obstáculos sin escrúpulos, redacción lógica para un escritor novato, pues “todos los obstáculos” es el vínculo que completa el giro verbal “a vencer”. Sin embargo, LF ha evitado con la primera expresión una ambigüedad semántica de haber cambiado la sintaxis de dicho giro, porque entonces el  complemento directo oracional “todos los obstáculos” sería gramaticalmente un absurdo, pues este carecería de “escrúpulos”, cualidad negativa propia de los humanos. La inversión introducida por LF, aunque rítmicamente suena rara, remite al segundo sujeto oracional “un grupo de antagonistas”, quienes sí carecen de escrúpulos, con la que liquida el sinsentido de la frase.

El Estado santanista, organizado administrativamente en 1844, era el único lugar de acumulación de riquezas o de sobrevivencia de las clases media y baja salidas victoriosas durante las guerras de independencia contra Haití y en 1863-65 contra España.

Es curioso que hombres como Rufino Martínez y Juan Bosch hayan analizado con criterio objetivo lo que los demás historiadores e intelectuales conservadores entendieron como un gran desorden y anarquía. Para Rufino, la montonera fue una lucha de los guerrilleros por la libertad; para Bosch, un símbolo de la movilidad social de aquellas clases media y baja.

Pero Rufino y Bosch estuvieron de acuerdo con aquellas luchas intestinas que tenían como fundamento el clientelismo y el patrimonialismo que más tarde Américo Lugo analizará en su tesis doctoral y en sus cartas a Horacio Vásquez en 1916 y a Trujillo en 1934 y 1936 (en J. J. Julia, Antología de Américo Lugo. SD: Taller, 1977, pp. 21-27). Y el círculo de los Henríquez y Ureña lo analizará como el desorden que iba en contra de la prédica del positivismo armónico de su maestro Eugenio María de Hostos para crear un Estado nacional que enrumbase el país por la senda de la civilización y el progreso.

He aquí el resultado final de aquellas luchas intelectuales, pensado por una discípula de aquel positivismo: «Fue una ilusión soñar con una administración inteligente i honrada después de largos años de ignorancia, corrupción i desorden. Los hechos demuestran á cado paso nuestra candidez en haber creído en una rápida reconstrucción. No quiero continuar hablando de eso, que ya resulta monótono y pesimista (BVega. Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, 83).

Pero aunque resulte “monótono y pesimista”, hoy, entrado el siglo XXI, los intelectuales dominicanos responsables no solo hemos criticado aquella ilusión y candidez, sino que hemos reafirmado la inexistencia de un Estado nacional burgués verdadero en nuestro país y hemos concluido en que lo realmente existente ante nosotros es un Estado clientelista y patrimonialista inviable, atrapado en las redes del narcotráfico, el lavado de dinero, la corrupción generalizada de la burocracia partidaria y una fracción burguesa totalmente desnacionalizadora, sin conciencia política ni conciencia nacional, subordinada al capital financiero y especulativo.

¿Ven el análisis in situ del tipo de Estado que LF encontró y el análisis sicológico de un gobernante como Jimenes, así como la jauría de políticos corruptos, clientelistas y patrimonialistas, desleales, ambiciosos que le entraron a saco al único lugar de la acumulación de riquezas? ¿Qué diferencia existe entre aquel Estado y gobierno descrito por LF y el que nos gastamos en 2017, analizado por Jacqueline Jiménez Polanco en sus tres artículos publicados en Hoy (9, 10 y 11/enero/2017, pp. 8A, 6A y 7A) titulados “Corrupción política en la R[epública] D[ominicana] y la entronización del partido cártel?

El poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente, dijo un sabio. Ahí están los casos de Odebrecht, los Tucanos, la Sun Land y el descargo en la justicia suprema de los testaferros de los príncipes del PLD. El Poder y los poderosos imponen su mentira como si fuera la verdad. Sin contar el desastre moral y sicológico que, desde 1844, ha causado a la sociedad dominicana  el clientelismo y el patrimonialismo en una la carrera desaforada de los sujetos dominicanos en búsqueda de riquezas fáciles a través del delito, el todo legitimado y santificado por la cultura “light” que cada día nos recita en los medios y en las redes sociales que si no somos materialistas, hedonistas, permisivos, relativistas con respecto a la corrupción y consumistas hasta irnos de boca y endeudarnos al precio que sea, no somos gente, es decir, no somos triunfadores.

¿Y dónde están y qué hacen los intelectuales dominicanos ante este cuadro fantasmal? Unos denuncian y condenan, los demás guardan silencio y otros elogian y justifican la corrupción y el sistema político que les beneficia, como miembros prominentes que son del partido del signo, es decir, politicastros faltos de conciencia política y conciencia nacional, cooptados por el Poder y sus instancias. Los que son críticos radicales del clientelismo y el patrimonialismo no creen en la existencia de ese Estado autoritario fundado por Santana en 1844 y que funciona hasta el día de hoy como un Leviatán.