Hoy, para Leonel es #MartesdeLectura. En efecto, desde hace algunos años, Fernández, a través de su cuenta de Twitter, recomienda libros que entiende son esenciales. Esta iniciativa parecerá meritoria a muchos. A mí, no. Porque los #MartesDeLectura de Leonel Fernández son una iniciativa que no es ni desinteresada ni adecuada ni, mucho menos, suficiente. Es por ello por lo que es menester lanzar proyectos de este tipo que sean eficaces, que colaboren verdaderamente con el crecimiento intelectual de los dominicanos.
Los #MartesdeLectura no son acciones desinteresadas. No dudo que Leonel Fernández sea un amante de los libros. Sí me parece elevado el ritmo de lectura de un libro por semana. Pero esto es anecdótico. De lo que tengo la certeza es que, más que “educar” a los dominicanos, lo que busca el expresidente es acrecentar la inmerecida imagen de intelectual que se ha forjado y que, como he dicho antes, me parece un burdo plan de marketing. Plan que no ha impedido el deterioro de su imagen ni las humillaciones que le ha infligido Danilo, quien, por cierto, no se jacta de leer ni periódicos.
Con frecuencia, las recomendaciones de Leonel Fernández no son adecuadas. Repasando la larga lista, me encuentro con libros inaccesibles e incluso inútiles para una gran proporción de dominicanos: libros en inglés; libros cuya lectura es de poco interés para los dominicanos, como la vida del general republicano español Vicente Rojo; libros de una complejidad apabullante, como “El Capital en el siglo XXI”, raquítico folletico de…¡696 páginas!; en fin, libros orientados a la “conceptualización” que le es tan querida como lejana a los dominicanos, incapaces, según él, recordémoslo, de conceptualizar.
Existen libros cuya lectura es recomendable, por supuesto. En el cuadro anexo he incluido diez. Con ellos demostraré mi último punto: el que esta iniciativa de Fernández no es suficiente.
De diez libros, seis no están disponibles en la librería mejor surtida del país. Es cierto que algunos de estos pueden conseguirse en Amazon, por ejemplo. Pero no todo el mundo está en capacidad de comprarlos allí: no todo el mundo tiene una tarjeta de crédito en dólares, ni una dirección postal en Estados Unidos donde recibir los libros comprados, ni puede utilizar los servicios de una compañía “parcel” que se los lleve al país.
De los cuatro libros que quedan, dos son de autores extranjeros y dos de dominicanos. Los primeros pueden adquirirse, curiosamente, a precios medianamente racionales, pero esto no siempre es así (en un artículo anterior, he demostrado cómo los precios de los libros en República Dominicana son equivalentes a los de Bélgica. Esto es una barbaridad, porque el nivel salarial de los dominicanos dista mucho del belga). Los dos libros criollos se venden, en cambio, a precios ridículamente altos. El de Báez Guerrero, en particular. En los veinte años que llevo viviendo en Europa, nunca he visto un libro similar que se venda, como este, a más de sesenta euros. Hablamos del equivalente de una semana o semana y media de trabajo de muchísimos dominicanos.
En definitiva, solo una proporción mínima de los libros recomendados por Fernández son asequibles para una proporción mínima de dominicanos. Esto es insuficiente. Existen múltiples maneras de lograr los supuestos objetivos de la iniciativa: regalar libros o venderlos a precios reducidos, o donarlos a bibliotecas o lectores interesados. Leonel Fernández, a través de su fundación, puede permitírselo. Después de todo, la misma recibe donaciones millonarias por montones.
Ediciones Pingüino Verde no recibe, en cambio, ni un centavo. Pero esto no es una excusa. A diferencia del de Leonel Fernández, este proyecto editorial sí regala libros, y los más importantes: las obras de Rousseau, de Montesquieu, de La Boëtie, de Thoreau. Mezquino sería pretender vender unos libros que llevan siglos en el dominio público y que son los textos fundadores de la democracia y la teoría política moderna. Este es el tipo de iniciativa que necesitan los dominicanos. Esperemos que sigan surgiendo.
Porque hoy, para los dominicanos, no es más que otro #BultoDeLectura.