Señores, la abundante bibliografía en el ámbito de la Psicología dedicada a la observación  y al estudio del comportamiento y modos de pensar de los líderes de todas las épocas redescubren el mismo hallazgo: que sin importar el escenario, la realidad y los procesos a los que dediquen sus energías mentales, físicas, intelectuales o éticas, los individuos que asumen un liderazgo político, religioso, científico o militar nunca dan por concluida su misión porque su visión del mundo, de la historia, de la ciencia o del  progreso nunca es a corto plazo ni limitada hasta el cumplimiento de la solución de un simple o grave problema que deba enfrentar. La existencia de estos individuos obedece estrictamente el despliegue de sus potencialidades en un tiempo contínuum  porque ellos se ven a sí mismos como seres creativos y novedosos. De modo, que aunque también para ellos todos los paradigmas caducan, pero solo ellos sienten la necesidad de crear e  impulsar y desarrollador uno nuevo que contenga las aspiraciones propias pero que coincidan con las de sus seguidores y las  generaciones del futuro.

David MacKinnon, profesor de Psicología de la universidad de Harvard, publicó en 1975, talvez su  libro más conocido mundialmente, titulado Contribución al estudio y conceptualización de la creatividad, y en ese libro él dice que el verdadero líder tiene que ser creativo, y creativo es el individuo que tiene la capacidad de reconocer un problema y propone y define una solución desde un ángulo nuevo, una actitud crítica y sin temor a contradecir la idea tradicional de abordar problemas similares ni a ser derrotado. Su mayor desafío será  nunca quedar atrapado por la indecisión.

Los líderes políticos, psicológicamente hablando, tienen especificidad de dominio, es decir, habilidades de pensamiento, no para categorías simbólicas o figurativas ni para plantearse el mapa de los siete u ocho tipos de inteligencias que existen, sino para de un modo eficaz aprovechar y aplicar la lógica verbal e intuitiva de sus observaciones y experiencias al planteamiento de soluciones a los problemas de la sociedad. Pues como dijera el renombrado psicólogo estadounidense, Joy Guilfford (1897-1987) en su obra Las caras del intelecto: “La solución de un problema social comienza por ser sensible al mismo”.

Pero ¿a santo de qué  hemos hecho  un poquito larga esta  introducción?  Resulta que el expresidente Leonel Fernández, a causa de que el actual jefe del Estado, Luis Abinader, propuso a la comunidad política una especie de cumbre para abordar algunos problemas institucionales, sociales y políticos incluyendo una posible nueva reforma a la Constitución, respondió a la propuesta presidencial, atendiendo a su condición de líder de la oposición, que dado el apremio que vive nuestro país desencadenado por el veloz zarpazo que pegó la pandemia de Covid-19 a la infraestructura de nuestra economía, que aplaudía la iniciativa del Gobierno, que su partido sería el primero en participar en esas conversaciones y que solo objetaba la propuesta de una nueva modificación a la Constitución en el aspecto señalado por el presidente Abinader ya que en la actual Constitución y en leyes adjetivas ya exiten los objetivos de interés del jefe del Estado.

Sé, por los años que he vivido, que muchos de los ciudadanos que publican sus opiniones en los medios de comunicación social, creen que a lo dicho verbal o por escrito por un político opositor, se le debe responder sin sombrero ni gabardina y con repugnancia atropellante. No bien la prensa escrita publicó las palabras de Leonel, varios ciudadanos cercanos al gobierno lo afrontaron portando blasones y confalones que anticipan el inicio de una larga campaña de hostilidades que con toda seguridad incluirá imputaciones  irrespetuosas porque hemos convertido en una costumbre insultar y calumniar a quienes han sido líderes de la nación sin darnos cuenta que cada país necesita contar con uno o dos líderes capaces de reivindicarnos intelectualmente en los debates internacionales donde se toman las grandes decisiones globales. Aquellos contrarios a Leonel que han abordado su respuesta a la propuesta del presidente Abinader, o  no leyeron o no comprendieron la declaración  del expresidente y actual  líder de la oposición.

He leído con asombro algunos artículos en los que sus autores a pesar de tomar en cuenta las dotes personales de Leonel y algunos logros de sus tres gobiernos, al mismo tiempo se le presenta como a un hombre ignominioso y codicioso que vulgarizó el Estado, que “regaló”, irresponsablemente, los ingenios y las empresas de Corde y que dilapidó el erario, y que un hombre así, no debe retornar al poder.

Todo eso me da risa porque la Historia medieval recoge un hecho semejante. Me refiero a una secta católica del siglo VIII conocida como los “paulisianos”. Estos “paulisianos” creían en Dios, pero decían que el Antiguo Testamento era falso, aborrecían la cruz de Cristo, no asimilaban los sacramentos y no creían en la Virgen porque según ellos, Cristo fue encarnado en el cielo y que Jesús pasó por María como si hubiese pasado por un tubo.

En los primeros párrafos de este escrito detallé algunas características de los líderes. Pues muchos comentaristas de los medios de comunicación al exponer las razones sobre el porqué Leonel jamás debería aspirar a  una nueva candidatura presidencial, evidentemente confunden ‘pensamiento ordinario’ de la gente con el ‘pensamiento trascendente’ e imaginativo de un líder.  Señores, los líderes de verdad solo excepcionalmente  piensan analógicamente como el resto de la población. Ellos ven, observan, analizan y proponen espacial y conceptualmente.

Si Leonel como líder tuviera un pensamiento ordinario, permanecería en su casa viendo la tele enterándose de los chismes y habladurías y de los resultados de los partidos de baloncesto como lo hacen casi todos sus adversarios, pero en vez de eso,  él aprovecha su prestigio y autoridad   para promover la vacunación contra la Covid-19,  en asistir a donde quiera que lo inviten para exponer su parecer sobre las dificultades de nuestro sistema educativo y su baja calidad, donde un reciente estudio halló que el 62% de  nuestros niños menores de 10 años no comprende el contenido de un material de lectura estandarizado para su edad y nivel de escolaridad, y  participa en paneles que abordan  los cambios urgentes que demanda nuestra educación superior y nuestro sistema de salud para evitar que el país llegue al 2070 con 150 mil profesores de escuela primaria y de bachillerato, pero aún con más del 60% de niños de 10 años que no leen sin ser disléxicos, con otro 60% de bachilleres que tampoco comprende lo que lee y con cuatro millones de titulados universitarios pero que las dos terceras partes  no rebasa el nivel de pensamiento ordinario.

Para que no lleguemos hasta aquel año todavía con una tasa de mortalidad materna de 98 muertes por cada 100 mil nacidos vivos, ni que todavía tengamos la capacidad instalada para producir siquiera dos tipos de vacunas contra enfermedades infantiles y tengamos 150 mil médicos, pero apenas 300 psiquiatras y 1000 psicoterapeutas clínicos y familiares y 400 cárceles en vez de 29 como hoy.

Es la trascendencia y veracidad de los logros alcanzados por el país en los tres gobiernos que presidió los dos factores que pesarán en la preferencia de la población votante para que un líder de la sana y bienhechora categoría del expresidente Fernández retorne al poder.