Leonel se me parece a Pu Yi. Uno se creyó el último emperador de China; el otro, la última Coca Cola del desierto. Uno se hacía llamar Hijo del Cielo; el otro, el León. Pero tanto la fiereza de uno como la divinidad del otro no fueron más que apariencias. El poder real de uno y otro no fueron más que pueriles pretensiones. Leonel y Puyi son figuras tragicómicas, ejemplos del riesgo que se corre al tomarse uno mismo demasiado en serio.

En la confianza está el peligro, reza el dicho popular. Fue la confianza hizo que uno se durmiera en los laureles de un imperio dos veces milenario. La confianza hizo que el otro se durmiera en los laureles de un liderazgo de siete décadas.

En la confianza está el peligro, reza el dicho popular. Y las tradiciones son abonos para el exceso de confianza. Pu Yi se imaginó que los emperadores chinos serían venerados por los siglos de los siglos. Leonel se imaginó que un liderazgo sustentado en complicadas conceptualizaciones y en una intelectualidad fingida estaría blindado hasta el 2044. Pero para uno cambiaron los tiempos y para el otro, los paradigmas (su afición a esta palabrita dominguera no lo salvó del naufragio).

En la confianza esta el peligro, reza el dicho popular. Y, para el exceso de confianza, el abono mejor es la adulación. Y Leonel recibió las más grandes: Soñó con el Premio Nóbel de la Paz, por haber logrado la paz en el Medio Oriente; soñó con el Premio Nóbel de Literatura, por sus libros escasos como muelas de garza. Soñó con ser el Cristo, el Buda, el Alma Grande. Soñó con las lisonjas de todos los que lo rodeaban. Y, al final, el único premio que recibió fue un premio de consolación: la presidencia del PLD.

Porque, así como en la China de Pu Yi el poder real lo tenían los japoneses, así en el PLD el poder pertenece, desde hace rato, a Danilo Medina. Porque, así como los japoneses regalaron a Pu Yi el título de Emperador (títere) del Manchukuo, así Danilo le ha dejado a Leonel el título (nominal) de presidente del PLD. Porque, finalmente, así como en la Sociedad de Naciones, solo Japón lo reconoció como jefe de estado, así en el PLD solo lo reconocen como presidente los que en él han depositado sus absurdas ilusiones.

En 2004, Leonel venció a Danilo con el poder que da el Estado. Desde entonces, ha perdido todos los pleitos que ha echado con Danilo. La venganza de Danilo ha sido tenaz, callada y humilladora. Danilo Medina podría arrebatarle a Leonel, si quisiera, el último reducto de prestigio que le queda. Si no lo ha hecho, es porque no le conviene…al menos no todavía. Pero cuando pueda prescindir de su “líder”, lo hará. Y es posible que ese momento esté muy cerca.

A Leonel no le queda otra opción que echar una nueva batalla, que sin dudas será la última. Está en lo correcto: Si, políticamente, ha de morir, que muera con soberbia, como vivió, políticamente. Pienso en Leónidas, el de Atenas, luchando a muerte bajo las lanzas de los persas y siento admiración. Pienso en Leónidas, el de San Cristóbal, luchando a muerte bajo una lluvia de balas y siento satisfacción. Pero cuando pienso en Leonel, enfrentando la furia rencorosa y sorda de Danilo, no puedo sentir sino lástima.

Leonel me hace sonreír, tristemente.