La pasada semana Leonel Fernández dio un discurso al juramentar a los nuevos miembros del Comité Central del PLD. Lo hacía en calidad de presidente de esa organización, pero su vigencia y liderazgo impiden desligar todo análisis sobre su accionar de una eventual aspiración a la presidencia de la República. En ese sentido, llama la atención su alusión a los resultados de la elección en el marco del Congreso del PLD. Escuchar del ex presidente una retórica inclusiva y con vocación de consenso no es extraño. Siempre, en todo momento, su discurso ha buscado sumar, aunque sus actuaciones vayan por otro camino. Ese ha sido, en gran parte, el sello de su éxito.

Decir que en el PLD “no hay leonelistas ni danilistas, porque solo existen peledeístas”, es para muchos una muestra de incapacidad para asimilar una derrota. Sin embargo, ha sido el mismo eje del discurso de Leonel en todos los procesos internos. Aún en las ocasiones en que sus fuerzas políticas internas han salido airosas. Simplificación populista, si apagamos la música: aquí no hay nosotros ni ellos, los malos son aquellos.

Ayer escuchaba a un dirigente político de ese partido decir que si Leonel ha resistido, no se ha derrumbado del todo, es porque se ha mantenido fiel a sí mismo. Yo no estoy muy seguro de esa afirmación. En otras ocasiones ya el ex-presidente ha tenido que redescubrirse, para su bien. Lo hizo cuando la persecución, justificada o no, le enredó los pies durante el gobierno de Hipólito Mejía. También cuando Danilo Medina abandonó el ministerio de la presidencia. Por qué no incluir el paso a un lado de Carlos Dore Cabral, uno de sus principales activos. Leonel ha cambiado cuando ha tenido que cambiar. Sin embargo, en la coyuntura actual no parece presto a ello.

Hoy la realidad es que el panorama es distinto para un Leonel Fernández acostumbrado a ganar. Desde principios de 2013, cuando asumió todo el costo político de la ya olvidada reforma fiscal y sus consecuencias, Leonel ha tenido que jugar en un terreno  desfavorable. Quedan atrás los años en que la fortuna le sonreía. Sin embargo, todas las señales apuntan a que no se detendrán los esfuerzos por hacer que este retorne al poder en el año 2016.

Una idea sí es clara: el ciclo político de quien ha sido el líder más importante del siglo XXI pasó. Lo demuestra el éxito (perceptivo o real -la percepción es la realidad-) de su sucesor en el Ejecutivo. También la animadversión generada en sectores que anteriormente le veían con buen ojo y a quienes debe la vigencia actual (porque están obsesionados con su figura). Lo demuestra, también, un accionar desligado de la realidad nacional, que no mira a la sociedad dominicana (que lleva casi veinte años sumida en la desolación de una sucesión de gobiernos conservadores).

Si Leonel Fernández quiere regresar al poder deberá reinventarse, mirar de frente a los dominicanos y dominicanas y asumir culpas propias y ajenas. De otro modo, por el estilo que el ejercicio del poder y el tiempo le han hecho asumir, su regreso podría ser un punto de quiebre del modelo democrático. Espero equivocarme.

El autor es escritor y estratega en comunicación. Socio gerente de nazariocomunicacion.com.