Y es que el poder, que implica una relación entre gobernantes y gobernados, aparte del factor ideológico, de conciencia, hace referencia a otros dos factores: al poder de coacción o represión y al poder compensatorio, que es la capacidad para dar o distribuir”. –Leonel Fernández Reyna.-

De Leonel se contarán, como de Alejandro o Napoleón, eventos gloriosos en los que el sable moldeado por los mismos dioses, dio triunfos impensables en situaciones exclusivas. Salido, como la mayoría de nosotros, de las entrañas de un barrio populoso, y, formado como los suyos, en los círculos de estudios del que una vez fuera el partido que fundó un viejo caudillo, alguna vez hospedado en los mausoleos de la Vega Real. Ahora, tiene la peor encomienda a la que se haya arriesgado antes.

De su dilatada carrera política, escuchamos la grandeza de un líder que solo ha cosechado éxitos, tanto internamente como fuera de las filas moradas. Innumerables anécdotas se cuentan sobre su ascenso, primero, a las altos mandos del PLD y segundo, su paso por las mieles del poder. Desde donde construyó, gracias al manejo turbio que dio a los recursos públicos, la maquinaria política que hoy le abona el terreno para su estocada mortal.

Las glorias de épocas pasadas, serán parte de un recuerdo virtuoso borrado por la fuerza impetuosa del Presupuesto Nacional. Instrumento que utilizó sin contemplación para dividir al PRD. Pues como dijo en su artículo –El poder y el liderazgo: entre puestos y sobrecitos– en el partido de la estrella amarilla, “al margen de la teoría”… hay,  "experiencias vividas acerca de cómo se percibe y practica, en determinados ámbitos, el fenómeno del poder político y el liderazgo en la República Dominicana”.

El dato, me imagino,  se remonta al acuerdo que suscribió en 1996, cuando aún fingía ser lazarillo del Profesor. De quien fuera compañero de boleta en las fraudulentas elecciones del 1994 y que, producto de eso, se erigió como opción de poder en aquel tiempo.

El pacto, cuyo nombre no pretendo recordar, borró de un zarpazo las ideas impregnadas en él por su antiguo maestro, y sembró, de forma inexplicable, las prácticas non santas de quien le cediera el poder para impedir el gobierno compartido de Peña Gómez, haciéndose en tiempo record, el mejor discípulo del inquilino de la Máximo Gómez número 25.

Fue él, el propulsor de la degradación política que nos arropa hoy. Tiene el mérito de haberle puesto precio a la conciencia de la gente. Es pionero en la utilización de los fondos del Estado para doblegar voluntades y quebrantar liderazgos. Desapareció, con esa práctica carroñera, al reformismo, apagó el jacho blanco y promovió el  clientelismo como figura de campaña electoral. Degradó el aparato comunicacional y compró todo cuanto pudo para perpetuarse en el poder.

Pero hoy, la vida lo coloca de frente y en franca desventaja, al sistema que prohijó y mantuvo a fuerza de la Nómina Pública. Con el que venció a su compañero de batallas en 2007, y, con el estructuró, la peor descomposición del sistema de justicia. Ese esquema, ahora en manos del dios de San Juan de la Maguana, su condiscípulo. Se articula para sacarlo del escenario con  un novel que a duras penas conoce el quehacer partidario.

Al Maestro, al guía, al líder, le preparan una salida forzosa del espectro político. Ya se conoce de antemano, por la designación de los comandantes de tropas de Gonzalo, que el Estado, como lo hizo aquella vez, vencerá en las primarias del PLD y que al hijo de Villa Juana, le aplicarán, igual que él a Medina, la fuerza demoledora de la nómina y peso aplastante de la empleomanía pública.

Partiendo de lo dicho por el propio Fernández, de que el poder implica la capacidad de dar o distribuir, podemos advertir que en las primarias, para su desgracia abiertas, ya el danilismo o el «peledeísmo arribista», le ha hecho el escabeche al León, y de seguro le aplicarán aquel dicho que reza, “ahogado en du propia salsa”.