Ser presidente de la República de cualquier país otorga grandes privilegios y satisfacciones a quienes ostentan la más alta autoridad de representación y poder de la Nación.
A esos privilegios y satisfacciones que se dan en los países democráticos, en sociedades como la dominicana se agrega el poder inmenso -que algunos llegan a creer ilimitado-, que se arrogan los presidentes de cumplir a su discrecionalidad y conveniencia personal y de grupo el mandato de la ley.
Ese poder, revestido de aristas adúlteras, proviene de la debilidad institucional, el presidencialismo y la dilatada presencia del autoritarismo violento y criminal, o “ilustrado” que ha ejercido la mayoría de nuestros presidentes.
Pero el ejercicio presidencial, cual que sea, hasta Trujillo guardaba formalidades, conlleva también grandes responsabilidades, que se asumen en la Presidencia y con posterioridad a su desempeño, sobre todo en un país como el nuestro, donde se conjugan a la vez la jefatura del gobierno y del estado.
Ya fuera del poder a los presidentes se les otorga la distinción de estadista, una categoría que en los países organizados se le reputan condiciones de autoridad, que al decir de Ortega y Gasset debe ostentar "virtudes magnánimas" y carecer de las "pusilánimes".
Entre esas primeras virtudes el estadista que ha sido presidente, debe mantener un comportamiento grave, comedido, que sirva de ejemplo, como primero entre sus iguales, y no caer en el comportamiento díscolo e irresponsable a que se refieren las características pusilánimes que cita Ortega.
Entre las primeras virtudes que le reclama la sociedad actual a un ex presidente, que en esa categoría debe recibir pensiones, seguridad y otros servicios y consideraciones estatales propias de su calidad, es que tenga grandeza, que sea transparente, que rinda cuenta de sus acciones a la sociedad.
El doctor Leonel Fernández está obligado a ser tres veces magnánimo, por haber sido presidente de la República y jefe de estado y de gobierno en igual cantidad de oportunidades.
No va con la calidad de hombre de estado, o de andar pidiendo Fernández a la gente que lo voten de nuevo a la posición de jefe de Estado, de no ser capaz de revestirse de la dignidad que le corresponder a la grave acusación de haber recibido dinero proveniente de una persona que al salir de la cárcel, luego de cumplir condena por narcotráfico, le ha reclamado el pago de dinero que le donó o prestó para una de sus campañas políticas.
El señor Quirino Paulino ha hecho sus reclamos por diferentes por diferentes vías y en reiteradas ocasiones, y como lo de la devolución del dinero donado o prestado es algo que hasta el momento Fernández no ha respondido, agrega el dato de tener documentos demostrativos de la donación de una planta a la fundación Funglode, que auspicia.
Se ha dicho que ya esa planta no es la planta que está en Funglode, una fundación que por cierto el ingeniero César Sánchez documentó fue levantada con aportes de contratistas del estado a quienes el gobierno de Fernández otorgó obras públicas.
Sería una oportunidad para que el presidente Fernández responda a la revelación de su compañero y colega del Comité Político del PLD, Temístocles Montás, de que pese a él no saberlo, en la campaña leonelista de 2008 fue usado dinero de Odebrecht, del ya famoso entramado de corrupción.
Ahora es importante que hable bien claro el ex presidente porque se alega campaña sucia en su contra, lo que recuerda como él y otros personajes eran compañeros de andanzas, cuando en camino al mal llamado Frente Patriótico que lo llevó a la Presidencia, atacaban al líder democrático José Francisco Peña Gómez con recursos muy parecidos a los que su gente denuncia le quiere hacer gente de su partido.