El escritor Guillermo Samperio hubiera cumplido 70 años en este 2018 mundialista. Sin embargo, la muerte lo sorprendió el 14 de diciembre de 2016. Originario de ciudad de México, creció en un ambiente musical. En efecto, su padre y sus tíos conformaban el trío «Hermanos Samperio», que acompañaría en no pocas películas a Pedro Infante; también su hermana Pastora se dedicó a la cantada.

Como el gran fabulador que era, uno no sabía si hablaba evocando a su memoria o a la imaginación. Una vez me dijo que había jugado de delantero en la cantera del América de México, pero como no le pagaban tuvo que dedicarse al dibujo para sobrevivir. Villoro recuerda que cuando lo conoció, a mediados de los setenta, se ganaba la vida como dibujante industrial en el Instituto Mexicano del Petróleo.

En ese mismo tenor, hay un relato en el que un joven dibujante se emborracha en una cantina con Julio Cortazar (así, sin tilde) y éste no es el gran escritor sino un político de Chihuahua. Un guiño muy original para el Cronopio Mayor, al que según Guillermo encontró durante un vuelo pero dada su timidez, apenas si pudo saludarlo.

Mi hermana y yo lo conocimos en Torreón en 2002. Impartía su célebre taller de cuento en el Instituto Coahuilense de Cultura. No sólo nos daba consejos para aprender a narrar sino que también solía vendernos sus libros como aquel llamado: « De pronto apareció una nave. Recetas para nuevos cuentistas» que tuvo gran éxito entre los participantes.

En 2004 le hicieron un homenaje por sus muchos años de escritor y tallerista. El acto fue todo menos solemne, pues contaba con un par de invitados ajenos al mundillo literario como Lyn May, una vedette del cine mexicano –encueratriz le dicen– y Luis Roberto Alves Zague, goleador del equipo de sus amores. Más tarde me comentaría que había convencido a Zaguinho, entonces directivo de las  Águilas, para darle cursos de redacción a los futbolistas.

Aunque hablábamos poco de fut, ahora me pregunto qué opinaría del mundial de Rusia. Ahora que viene lo bueno y que la mitad de los equipos se han vuelto a casa, incluida Alemania, la campeona que increíblemente perdió ante México y Corea. ¿Diría que es un torneo raro? Los dizque mejores yerran penales mientras que selecciones como Argentina y España estuvieron a un suspiro de quedar eliminados…Quizás hubiera dicho –sin sin dejar de fumar– que todo era normal, que la pelota es caprichosa y que México volvería a quedarse en la orilla…

Según la crítica mexicana (lo que eso signifique) es uno de los mejores y más prolíficos cuentistas que ha dado el país. En 1977 ganó el Premio Casa de las Américas con el libro de relatos Miedo ambiente. Hasta entonces sólo dos consagrados como Ibargüengoitia y Carballido lo habían hecho. Ademas sus textos han aparecido en antologías junto a los bigleaguers Cortázar, Borges, Calvino, etc.

Al igual que Villoro y José Agustín, Samperio se formó en el «exclusivo» taller de Augusto Monterroso, que sólo recibía a tres candidatos al año. En una ocasión, cuando hablaba de minificciones, dijo sonriente que él había escrito el cuento más corto de todos. Más breve incluso que las siete palabras de El dinosaurio de su maestro Tito. Se llamaba El fantasma y la hoja desplegaba sólo blancura.

En 1978, Samperio publicó Lenin en el futbol. Era la época en que los militares argentinos intentaban esconder la represión organizando la Copa del Mundo. Cuarenta años después, Putin también enseña el músculo –de la pantorrilla– y pone a rodar el balón en la estepa sin fin. El cuento narra como un futbolista se organiza para crear un sindicato pero los dirigentes le sacan tarjeta roja. En México es un tema vigente ya que, aunque exista una «asociación», ésta carece de independencia, a tal grado que tiene su oficina en las propias instalaciones de la Femexfut y rara vez se opone a que sus agremiados sean tratados como mercancías.

Me encantaría que Samperio escriba la continuación de Lenin en el futbol. La historia sería sencilla pero con ribetes inesperados: Un puñado de encorbatados controlan la pelota y la ofrecen a gobernantes ególatras. El futbol es una excusa para generar negocios jugosos pero oscuros. Sin embargo un hecho – ¿fantástico, extraño?– impedirá a los malos salirse con la suya…