El liberalismo fue el sistema que enfrentó al absolutismo e inspiró la organización del Estado de Derechos, permitiendo el surgimiento de la democracia. En este sistema de gobierno el poder reside en el pueblo, que a través de elecciones delega en determinadas personas ese poder (Estado) para que tomen las decisiones (gobierno) que conlleven a satisfacer las necesidades colectivas.

En ocasiones escuchamos decir: “Si esta es la democracia que vuelva Trujillo”. Estas personas no tienen idea de las crueldades extremas de este régimen. Pero, ¿están totalmente equivocados? Más de cincuenta años después la situación del pais se caracteriza por: deficiencias educativa, y energética, drogadicción, narcotráfico, delincuencia, criminalidad, inseguridades ciudadanas y jurídicas, inmigración masiva y desordenada de los haitianos, desempleo, bajos salarios, pobreza generalizada, y desigualdades rural, de género, económica y social. En adición, el país tiene graves problemas en el subsuelo causado por la alta contaminación de las aguas subterráneas, ríos y entorno de mares. Esta contaminación es originada por los vertederos de residuos sólidos a cielo abierto, las sustancias tóxicas de las industrias, y los desechos humanos de aproximadamente el 90% de la población dominicana.

“Que vuelva Trujillo” puede ser un indicador del fracaso de la democracia en el pais. Por ende, es conveniente procesar la situación para determinar con certeza la legitimidad de la democracia.

Una democracia es legitima cuando existe un consenso (capacidad) en la sociedad para aceptar la autoridad de los gobiernos. Esta capacidad está conforme a un mandato legal en los aspectos: formal, cumplir con el ordenamiento jurídico establecido, y material, reconocimiento del pueblo de que la gestión gubernamental cumple el propósito para el cual fueron elegidos.

El Estado dominicano no ha estado cumpliendo con la satisfacción de los derechos fundamentales de la ciudadanía: el derecho a la vida y al tránsito sucumbe con la delincuencia. Elegir y ser elegido está secuestrado por: el poder absolutista y corruptor, la alimentación limitada por la escasez de ingresos y empleos, la práctica desleal contra el productor, y la inexistencia de una justicia imparcial. En fin, ¿existe en nuestro país una democracia?

La insatisfacción de la gente es profunda, y se ha generalizado el cuestionamiento a las instituciones y a los líderes nacionales por parte de una población que sigue hundida en la inequidad social. El crecimiento económico no se está traduciendo en desarrollo humano. Por el contrario, está ampliando las desigualdades y reproduciendo el circulo vicioso de la pobreza. ¿Estos podrían ser los indicadores del porqué hay gente que vuelve su mirada hacia el régimen de Trujillo?

Los gobernantes dominicanos violan hasta la constitución y las leyes elaboradas por ellos. Las gestiones se caracterizan por continuas improvisaciones que satisfacen sus propios intereses, muy alejados del bienestar colectivo. En consecuencia, los gobiernos son despóticos disfrazados de democráticos. Es tiempo de admitir nuestro fracaso como conductores públicos. Somos incapaces de establecer reformas liberales que incidan en el  establecimiento del capitalismo en lo económico y  la democracia en lo político.

Tomando en consideración estos planteamientos estamos en la necesidad de poner en vigencia una real democracia integral. Ésta debe ser representativa, económica y social, sustentada en tres conceptos. Primero, un Estado, conjunto de poderes, capaces de  establecer y aplicar las normas que regulen eficazmente la sociedad. Segundo, un gobierno, en el cual, las autoridades electas  administren  las instituciones para que realicen gestiones tendientes a satisfacer las necesidades más perentorias de la sociedad. Y tercero, respectar inflexiblemente el Estado de Derechos, que es el ordenamiento jurídico con las leyes y procedimientos judiciales que garantizan los derechos y obligaciones de las personas y del Estado. Aplicados adecuadamente estos tres conceptos, el país estará en presencia de una democracia legitima o verdadera.