En una entrega anterior iniciamos la presentación de hallazgos del estudio cuanti-cualitativo sobre “prácticas de crianza que promueven u obstaculizan la protección de niños, niñas y adolescentes del abuso y la violencia, así como la igualdad de género en las provincias: Elías Piña, Gran Santo Domingo y La Altagracia” que realizamos para Plan Internacional desde la dirección del Equipo Vargas de Investigación Social, se puso a circular el 21 de abril de este año.
Dentro del estudio se analizan los patrones de corrección de conductas, mostrándose el uso del maltrato físico combinado con consejos y castigos
El uso de “pelas” que significa dar golpes con correas, varas, ramas de árboles, alambres u otros objetos está legitimado en el 49% de la población adulta encuestada y el 30% de la población adolescente que demuestra así una ruptura significativa con esta legitimación.
La legitimación por parte de varios adolescentes de ambos sexos se presenta en grupos focales de las tres provincias.
Alguna vez cuando hago algo malo mi mamá, me pega. No me deja marcas. Que, si no hago algo malo que no me peguen, si hago algo malo, que me peguen, pero como quiera no quiero aguantar golpes
Claro que estamos de acuerdo con que nos peguen y nos castiguen porque uno no debe hacer lo mal hecho.
Hay algunos muchachos que no entienden por la buena, sino que entienden por la mala.
A veces es bueno darle golpes. A veces tu entiende con los golpes y no haces lo mal hecho
La normalización del uso de pelas para corregir conductas en la tercera parte de la población adolescente está acompañada de reclamos sobre matices del tipo de pela. Encontramos así adolescentes que legitiman la violencia física contra ellos mismos porque entienden que es la forma en que se puede provocar un cambio de conducta
A veces tu entiendes con los golpes cuando te entran a trompa limpia.
No que le den a uno con un palo, o con una piedra. Uno no es burro.
Estas últimas citas muestran la normalización del uso de pelas para corregir conductas con reclamos sobre matices del tipo de pela. La preocupación de los adolescentes no es que le peguen, sino como le pegan y de qué forma. Prefieren que le peguen con una correa a que le den una trompa, o que los hinquen, o que le den con una correa a que sea con un palo o con una piedra.
En los relatos se presenta el nivel de abuso físico a que están expuestos adolescentes de ambos sexos y como la violencia es mucho mayor hacia la población masculina que la femenina. Las pelas son más fuertes, y el nivel de abuso mucho mayor.
La crianza de niños, niñas y adolescentes se mueve así en círculos de violencia donde ellos mismos reproducen y legitiman esa violencia. Con sus hermanos y hermanas menores siguen las mismas prácticas de las que son víctimas, y consideran que la violencia es efectiva para generar cambios de conducta.
La población masculina adolescente es la que más sufre la violencia física y un trato más rudo y distante. La visión machista existente en los padres de que no deben jugar con sus hijos ni dialogar con ellos, siendo más tolerantes a dialogar con sus hijas, genera una barrera en las relaciones afectivas entre padres e hijos y una mayor agresividad en los adolescentes de sexo masculino. El que un padre, un tío o un hermano se entre a trompadas con ellos parece ser normal y explica como ellos a su vez siguen reproduciendo esta violencia en sus relaciones interpersonales y de violencia de género.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY