El disenso es la espina dorsal de una Democracia representativa como la nuestra y gracias a las luchas del pueblo dominicano, en nuestro país ese poder disentir es una conquista que costó mucha sangre a los dominicanos.
En esta ocasión quiero referirme al escrito publicado en el prestigioso diario digital Acento.com por el dilecto amigo, colega y compañero Eddy Olivares, el cual calza con su firma un artículo titulado “Legislador del pueblo o Siervo del Partido”.
Es bueno señalar que la disciplina partidaria, alude al cumplimiento por los afiliados de los estatutos de los partidos, como ocurre en cualquier organización, este concepto tiene su significado específico, que se refiere al comportamiento de los representantes legislativos respecto de las decisiones tomadas por su bloque partidario.
Es cierto que el artículo 77.4 de nuestra Carta Magna establece la libertad de criterio al legislador a la hora de tomar sus decisiones en el Congreso Nacional, pero esto no significa una patente de corso, a los fines de tomar decisiones unilaterales, desobedeciendo las líneas del bloque de su partido que lo llevó en su boleta, que ha discutido un tema dentro del marco del Centralismo Democrático del cual ese legislador juro ser parte y obedecer cuando se juramentó en la organización.
Es muy bueno jurar cumplir y hacer cumplir los estatutos de un partido y luego por cualquier interés ajeno a su organización política el legislador escudarse detrás del libre albedrio que le otorga la Carta Magna para desobedecer la línea partidaria, así no amigo Olivares, si bien es cierto que los legisladores son representantes del pueblo, es parte de ese pueblo, organizado en los partidos políticos que en un momento determinado toma una decisión política, discutida, aprobada y asumida por la institución a la que ellos le juraron lealtad; o porque no se postulan independiente, sin partido político.
No creemos que se trata de una cacería de compañeros, el que otros, que siguen disciplinariamente, (a veces contra su propio criterio) las líneas políticas partidarias soliciten sanciones disciplinarias para quienes en un momento determinado quebranten dicha decisiones, no es justo que la indisciplina de unos cuantos lance por la borda el esfuerzo de muchos, y no me digan a mí que son por razones ideológicas, ni libre albedrio, esos son los menos.
La disciplina de un partido es uno de los principios básicos del régimen democrático. Se puede decir que la disciplina de un partido es un fundamento oculto, no explicito formalmente, así son gobiernos estables los que están apoyados por la mayoría disciplinada de un partido, por otra parte, únicamente una oposición unificada y homogénea puede aspirar a tomar el control del Gobierno.
En muchos países la disciplina de partido ha jugado un papel fundamental en el proceso de construcción y consolidación de la democracia, la disciplina de partido ha dado estabilidad a los partidos y estos a la propia democracia.
En un mundo cada vez más individualista, la fidelidad ha caído en desgracia. Al igual que en muchas relaciones de pareja, en la política ya casi no existe el amor para toda la vida.
Debemos de evitar que en nuestro Partido Revolucionario Moderno (PRM), se desarrolle un transfuguismo que afecte a toda la organización.
En el caso que nos ocupa, el transfuguismo legislativo se define como aquellas situaciones en las cuales un legislador por diversas razones decide abandonar o es expulsado de su bancada legislativa sin renunciar a su escaño.
El transfuguismo legislativo puede ser el reflejo de una débil disciplina y cohesión partidaria. Como efecto no solamente altera el análisis y la medición de la fragmentación legislativa, sino que distorsiona la realidad y las posibilidades del control legislativo y político-legislativo.
El transfuguismo legislativo se ha convertido en un elemento desestabilizador del trabajo de los Congresos, el transfuguismo altera la representatividad de los partidos políticos, contribuyendo a acrecentar la crisis de la representación y al debilitamiento de la legitimidad del Congreso, no es exagerado subrayar que el transfuguismo afecta la calidad de la democracia en la medida que deslegitima a los partidos políticos, como mediadores por excelencia entre los ciudadanos y las instituciones políticas. La democracia no puede existir sin partidos políticos, en la medida que estos expresan el pluralismo político.
El transfuguismo representa un hecho altamente convulso para las estructuras de los partidos mayoritarios, con lo que la lealtad partidaria deja de ser un valor importante a lo interno del partido. Los escenarios cambiantes provocados por el transfuguismo también dificultan la dinámica interna de los Congresos.
El transfuguismo refleja, los conflictos a lo interno del Congreso que en muchas ocasiones se tornan en personales e imposibilitan los acuerdos y tiñen esta institución de un ambiente bastante conflictivo donde imperan las confrontaciones que retrasan sus funciones importantes.
Los factores explicativos del transfuguismo legislativo no son fáciles de identificar, además de que difieren de una persona a otra. El transfuguismo legislativo puede motivarse por muchos factores diferentes. A menudo, la decisión de un diputado de abandonar, traicionar al partido por el cual ha sido elegido es el resultado de un complejo proceso de arbitraje individual, que no necesariamente es racional.