El buen olfato y la humildad a la hora de leer son básicos. Muchas personas cometen el grave error de pedir a los literatos que den una explicación racional de algo que puede tener su propia lectura interna, aun cuando ésta no siempre corresponda a la  "realidad". Esa interpretación, a veces no favorable a los deseos del lector, genera en éste, tal vez de modo inconsciente, un destello de solapada intolerancia que le lleva a descalificar, con una simple palabra o un insulto, lo que debería de resolverse mediante el debate de las ideas. Karl Popper dice: "Siempre que una teoría aparece como la única posible, tomarla a rajatabla es señal de que ni se ha entendido la teoría ni el problema que se pretende resolver".

Leer de un modo fragmentado fácilmente conduce a errar. La literatura no es filosofía pura, no es narración histórica ni sociología y por tanto no puede, ni debe reproducir con exactitud la sociedad en un texto. Ésta disciplina tiene sus propias herramientas de trabajo y si de algo peca es de ser mucho más abarcadora, de reflejar todo cuanto atañe a la existencia de un modo  integral. La literatura no se detiene en lo trascendental ni en lo epistemológico, tampoco en lo anecdótico de la historia o en lo estructural de la sociedad. Tal y como afirma Milan Kundera "el novelista enseña al lector a aprehender el mundo como pregunta" y para ello, para hacer una correcta lectura de cualquier texto literario, estamos obligados a penetrar en él, a atravesar sus puertas no siempre diáfanas ni de par en par abiertas. Un escritor que se respete y este es el caso de Kundera, nunca se deja amordazar, bien al contrario él es símbolo de resistencia contra todo tipo de imposición e intolerancia. El escritor, el poeta será siempre víctima de la sorna y de la burla ajena. Ver nuestro universo con ojos sorprendidos, como un niño que está aprendiendo a conocerlo, es un desafío para aquellos que dan por sabido todo cuanto acontece en este mundo.